El caso del Samsung Galaxy Note 7 pone en duda la apuesta de la industria por los «smartphones» sellados
14 sep 2016 . Actualizado a las 07:41 h.Volvamos seis años atrás. Los smartphones eran infinitamente más básicos que los actuales, las pantallas no superaban las 4,5 pulgadas y no había sensor de huella dactilar, NFC, cámaras que graban en 4K... Pero había baterías extraíbles. Cualquier usuario podía reemplazar la suya en segundos, solo tenía que retirar la tapa trasera de su terminal. Un gesto sencillo que podría haber ahorrado a Samsung muchos quebraderos de cabeza tras el fiasco del Galaxy Note 7. Se calcula que la sustitución de todos los terminales defectuosos que ha puesto en el mercado le supondrá a la compañía coreana alrededor de mil millones de dólares. Si el Note 7 tuviera batería extraíble, habría bastado con pedir a los usuarios que la sacaran y proporcionarles una nueva, una operación mucho menos costosa.
¿Por qué la mayoría de los teléfonos inteligentes actuales no incorporan batería extraíble? Hay varias razones. La primera y más importante, la obsolescencia programada. Una batería estándar de iones de litio (Li-ion) tiene una vida útil de alrededor de tres años. La mayoría están configuradas para funcionar a pleno rendimiento unos 1.000 ciclos de carga-descarga, a partir de lo cual empiezan a perder capacidad hasta que prácticamente convierten el dispositivo al que alimentan en inutilizable si no está conectado a un enchufe.
Sin embargo, la evolución de la tecnología, las modas y las promociones de las compañías hacen que raramente los usuarios deseen continuar con el mismo móvil tres o cuatro años después. Así que, además del puro negocio, hay otros aspectos que influyen en el declive de la popularidad de las baterías extraíbles. Uno de ellos es el diseño. Apple marcó tendencia con las carcasas unibody de sus portátiles, que luego exportó al iPhone. Y el resto de fabricantes ha seguido este camino. Un terminal es más atractivo si tiene un acabado metálico, sin uniones ni saltos, a lo largo de toda su superficie. Al mismo tiempo, un smartphone cuya piel está construida en una sola pieza es más resistente frente a golpes y caídas.
Con la eliminación de la batería extraíble desaparecen también algunos componentes internos y piezas irregulares que adaptan el chasis para alojar a aquella, consiguiendo así reducir las dimensiones totales del dispositivo: la meta de la industria es ir siempre hacia móviles más delgados y ligeros. Otra razón esgrimida por las compañías para lanzar terminales sellados es cumplir con las certificaciones IP de resistencia frente a polvo y agua. El Note 7 y el iPhone 7, por ejemplo, son IP67, lo que significa que el polvo no debe entrar bajo ninguna circunstancia y que soportan la inmersión completa a 1 metro durante 30 minutos.
Resetear un dispositivo bloqueado
Frente a estos argumentos, las ventajas de un móvil cuya batería se puede reemplazar son también diversas. Aparte de lo ya comentado para casos en los que sea necesario sustituirla por defectos en la fabricación (como ha ocurrido con el phablet de Samsung), permiten la posibilidad de resetear rápidamente un terminal bloqueado y que no responde a ninguno de los botones. Por otra parte, aquellas personas que hacen un uso intensivo del móvil y consumen su batería a mitad del día pueden llevar una de repuesto y cambiarla en cualquier momento, aunque en los últimos años se han popularizado las baterías externas que cumplen una función similar (de forma menos práctica). De hecho, es posible incluso sustituir la batería original por una compatible y de mayor amperaje, que amplíe la autonomía del teléfono.
Desafortunadamente, quienes vayan a comprar un móvil y consideren indispensable que lleve batería reemplazable no lo tienen fácil. Incluso tendrán que remontarse a versiones de años pasados, como el Samsung Galaxy Note 4 o el LG G4. Más recientes son el Galaxy Alpha, también de la compañía surcoreana, y el ZTE Blade L3 Plus. Aunque la estrella en cuanto configuración y personalización es el LG G5, presentado este año en el Mobile World Congress de Barcelona y que se publicita como el primer smartphone modular del mercado: no solo se puede cambiar la batería, sino también la cámara y el módulo de sonido.
Google pospone su móvil modular
Se llama proyecto Ara y puede ser el próximo Google Glass, o sea, una tecnología que prometía mucho pero que finalmente la compañía del buscador abandona por motivos no muy bien explicados. Ara es un smartphone modular cuyo desarrollo Google anunció en el 2014. Inicialmente iba a estar compuesto por piezas independientes, pero después se decidió que las funciones principales se encontrarían en un marco fijo, es decir, que el procesador principal, la unidad gráfica, sensores, batería, pantalla principal y antenas no serían intercambiables. En otros seis espacios modulares se podrían combinar componentes como cámaras, altavoces, pantallas accesorias u otros elementos como un sensor de la tensión sanguínea. Todos funcionarían sin necesidad de instalar un driver o reiniciar el teléfono. El objetivo, evitar la obsolescencia programada y alargar la vida útil del dispositivo. Sin embargo, Google acaba de anunciar que pospone la presentación de Ara hasta el 2017.