Reino Unido podría rebajar el impuesto de sociedades al 15 % para evitar el éxodo de empresas a Irlanda. Los socios comunitarios libran entre sí una auténtica competencia desleal
10 jul 2016 . Actualizado a las 21:45 h.De entre todas las señales de alarma que se encendieron tras el «no» de los británicos a permanecer en la Unión Europea, solo hay una que ha forzado la intervención del Gobierno del premier David Cameron, escondido tras una cortina de humo desde el triunfo del brexit. Su gran temor late al mismo ritmo que la economía del Reino Unido, y esta se tambalea ante la perspectiva de que las compañías den el pistoletazo de salida al éxodo empresarial masivo hacia parajes fiscalmente más amables, confortables y atractivos. Algunos de ellos emplazados en territorios tan inhóspitos como la verde Irlanda.
Para contener las deserciones en cadena y reforzar las base de su economía «muy competitiva», el ministro de Finanzas británico, George Osborne, anunció esta semana su intención de rebajar el impuesto de sociedades del 20 % actual al 15 % y hacerlo de forma inmediata, cuando el calendario fijaba un recorte de tres puntos para el año 2020.
La noticia no tardó en llegar a la otra orilla del Canal de la Mancha. El Gobierno galo lamentó la inoportuna medida. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, advirtió de que no seguirán el juego a Londres: «No tenemos la intención de iniciar una carrera por ver quién los tiene más bajos (los tipos de imposición)». Pero lo cierto es que Europa lleva décadas inmersa en una guerra fiscal soterrada por ver quién atrae a más empresas a su territorio ofreciendo manga ancha a la hora de tributar por los beneficios. El brexit puede agravar las escabechinas entre países miembros que compiten con suculentas rebajas fiscales para atraer el capital. ¿Quién va ganando la partida? ¿En qué territorio se sienten las compañías más cómodas?
La UE, un paraíso
A pesar de la retórica de las autoridades europeas, basada en la férrea defensa de la «justicia social y equidad», lo cierto es que las estadísticas muestran que el caso del Reino Unido no es único y que las grandes multinacionales escogen a menudo países de la UE para eludir sus responsabilidades con las haciendas nacionales de los países más estrictos y rebajar las cargas tributarias sobre los beneficios generados en esos territorios. Según datos de la consultora KPMG, los campeones de la competencia desleal son Bulgaria (10 %,), Chipre (12,5 %) e Irlanda (12,5 %). El ministro de Finanzas irlandés, Michael Noonan, advirtió en múltiples ocasiones a sus compañeros que «esa tasa nunca ha estado ni estará en discusión».
Dublín juega además con un esquema fiscal muy agresivo, el «doble irlandés», que permite a las empresas salvar casi todos sus beneficios sin tener que pasar por caja. Solo tienen que crear dos empresas, una en Irlanda y otra en un paraíso fiscal. Esta última se encarga de adquirir los derechos de propiedad intelectual a la empresa matriz ubicada en cualquier país de Europa y la irlandesa de dirigir las operaciones de venta lo que la convierte en prestadora de servicios. Todos los ingresos acaban en sus manos aunque en realidad se hayan generado en España o Francia.
Pero tener un impuesto de sociedades bajo como el que propone el Reino Unido no significa que se vaya a recaudar más que otros países vecinos con el impuesto más alto. Para eso está la ingeniería fiscal, una táctica en la que algunas haciendas, como la holandesa y la luxemburguesa, son expertas. Países Bajos mantiene el impuesto a las corporaciones en el 25 %, pero la magia fiscal, también denominada «sandwich holandés», ofrece toda una serie de bonificaciones a las empresas, reduciendo la carga hasta niveles ridículos de entre el 1 y el 3 %. Lo mismo ocurre con el Gran Ducado. El país del que fue primer ministro el actual presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, tiene un impuesto de sociedades más alto (29,22 %) que el de vecinos como España (25 %), sin embargo las empresas prefieren acudir a sus brazos. ¿Por qué? La razón la desveló el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación en noviembre del 2014: Lleva una década ofreciendo tributación a la carta a las grandes multinacionales como Amazon, Apple, Ikea o Vodafone, lo que se conoce como tax rulings. Hay otra fórmula para llamar a este tipo de estrategia: Dumping fiscal. Una práctica de deslealtad política que perjudica al resto de europeos. Todo lo que Luxemburgo ahorra a las multinacionales se traduce en recortes en otros socios a los que se les priva de la recaudación legítima de tributos.
Así pues, no existe correlación directa entre un impuesto de sociedades bajo y la fuga de empresas, a excepción de los paraísos fiscales como las Islas Caimán o la Isla de Man, donde el tributo es inexistente. Reino Unido trata de amortiguar el golpe que sufrirá su PIB tras el brexit, del entorno del 1,5 % hasta el 4,5 %, pero no será efectivo habiendo otras plazas más beneficiosas con acceso directo al mercado interior.
Bruselas en alerta
La Comisión Europea sigue de cerca los movimientos del Gobierno británico. «No me parece una buena idea. No tenemos que caer en la competencia fiscal», aseguró esta semana el comisario de Economía, Pierre Moscovici, ignorando las dificultades que está teniendo el Ejecutivo comunitario para convencer a los Estados miembro de que es necesario cooperar para evitar que las finanzas públicas se desangren. La inquietud no es menor. La mayor parte de los países miembro de la UE han reducido en los últimos diez años el impuesto a los beneficios empresariales. Alemania lo hizo pasando del 38,3 % al 29,7 %. España hizo lo suyo del 35 % al 25 %. Suecia lo recortó del 28 % al 22 % y el propio Reino Unido lo fue menguando desde el 30 % al 20 %. Por no hablar de su peñón, Gibraltar, que emprendió una bajada de impuesto meteórica pasando del 35 % a tan solo el 10 %. Francia, por su parte, sigue invariable, con el tipo en el 33,3 %. Italia trata de ajustarse a marchas forzadas al ritmo de sus socios y también ha pasado la tijera al impuesto empresarial para hacerlo caer desde el 37,25 % al 31,4 %. «Las normas actuales de fiscalidad de las empresas ya no se adaptan al contexto moderno. El impuesto se tasa a nivel nacional, pero el entorno económico se ha convertido en uno más globalizado», admitió la Comisión Europea al presentar su iniciativa para converger hacia una base imponible común que garantice a los socios que las empresas pagarán donde les corresponde. No se plantea, eso sí, armonizar los tipos.
Sea cual sea la decisión que adopte el Gobierno británico, Bruselas tiene claro que la maniobra no le servirá para despertar el apetito de las multinacionales tras el brexit y hurga en la llaga al asegurar que «será una pérdida de ingresos considerable» para un país que acumula un «déficit público considerable».