Pequeños placeres de la revolución: hoy hay leche en casa

P. G. O. CARACAS / CORRESPONSAL

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MARCO BELLO

Cada galón ha llegado a costar casi el 15 % de un salario mínimo. La revolución bolivariana, como el nirvana, es un desapego de todo lo material

21 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El comunismo a la venezolana produce pequeños placeres: hoy, en la casa de quien esto escribe, hay leche. Es la primera vez en dos semanas. Cada galón (menos de cuatro litros) me costó casi el 15 % de un salario mínimo. Pero, por lo menos, no tengo que tomar leche de soja, el único acompañamiento de mi café en días pasados. La alegría no será completa: como el azúcar se me terminó hace siete días, toca café amargo. Lo que quiera comerme, si quiero freírlo, con mantequilla: Hace un mes que no consigo aceite. No hablemos, por pudor, del papel higiénico ni del jabón de baño, que se me está terminando. ¿Pan? Solo de vez en cuando, si la cola para comprarlo no es tan grande.

La revolución bolivariana, como el nirvana, es un desapego de todo lo material: pero en esta Venezuela del fin del mundo aún soy un privilegiado. De vez en cuando puedo pagar los precios del mercado negro. He pasado por los tres años de Maduro sin excesivos apuros.

Tengo amigos que no han tenido tanta suerte. No estoy hablando de gente pobre, sino empobrecida. Ingenieros, psicólogos, abogados, médicos... mi círculo de amigos, que, con salarios que ha ido licuando la inflación, ahora tienen que hacer colas de horas para conseguir algo de comida en los hipermercados estatales. Gente de clase media que hasta hace cuatro años se permitía viajar al extranjero, y hoy no gana para comer.

Quienes antes eran pobres hoy son pobrísimos. Un estudio de las universidades más importantes del país sitúa a cuatro de cada cinco venezolanos en la miseria. Por esto se están produciendo saqueos que a comienzos de año eran semanales y luego se convirtieron en diarios. Ahora ya se registran varios al día, cada vez más cerca de la capital: anteayer en Guarenas, una ciudad obrera y chavista; hoy ya en Catia, en Caracas, en lo que también era considerado un bastión de Hugo Chávez. El Gobierno anunció que en esa zona se había «restablecido el orden», pero hasta ayer hablaban de la «Catia insurgente». Los mismos que defendían el Caracazo hoy dicen que los saqueos «son promovidos por la derecha». Contradicciones del chavismo.

El problema es que la gente ya no consigue comida ni pagando más ni haciendo las colas, por largas que sean. Y esto es lo que acrecienta cada día más el temor al estallido social.