El roscón de Reyes de Camilo de Blas reina en Oviedo: «Vendemos 2.000 y pico unidades»
La Voz de Oviedo
El obrador que va por su quinta generación prepara este bollo de masa dulce en el que se esconde una figura muy singular
03 Jan 2023. Actualizado a las 14:34 h.
Durante más de un siglo, Camilo de Blas ha endulzado el paladar y también la vida de muchos asturianos. Año tras año, la emblemática confitería ovetense prepara sus propuestas más especiales para proporcionar a la gente momentos dulces en estas fechas tan especiales. Figuritas de mazapán o la famosa anguila de mazapán, polvorones, troncos de chocolate, glorias de yema o batata, nuglas, clementes, brazos de gitanos y toda clase de turrones, entre los que destaca el de Belén, llenan los mostradores de esta firma ovetense, que también prepara el postre por antonomasia de la Navidad: el roscón de Reyes. «Entre una variedad y otra vendemos 2.000 y pico unidades», asegura José Juan de Blas, cuarta generación del negocio familiar quien durante décadas ha sido el propietario.
La confitería Camilo de Blas cuenta con el roscón de bollería, que puede ser rellenado al gusto de cada uno con nata, trufa o chocolate, y con el roscón de hojaldre que va relleno con almendra marcona. Unos dulces que antiguamente el obrador preparaba «única y exclusivamente» para los días 5 y 6 de enero, tal y como marca la costumbre. «El de bollería tradicionalmente ha sido la merienda después de la Cabalgata o el desayuno del Día de Reyes y el de hojaldre era el postre de la comida de Reyes», cuenta José Juan de Blas. Sin embargo, dada la elevada demanda, y por tanto, al gran volumen de trabajo al que «apenas llegábamos, había veces que estábamos cociendo y uniendo unos con otros durante 3 días seguidos», flexibilizaron un poco y «nos planteamos que si caía de viernes o sábado pues empezábamos a venderlos desde el jueves hasta el martes».
Una flexibilidad que se fue estirando poco a poco y ahora la pastelería prepara esta masa dulce y esponjosa desde finales del mes de diciembre. «El de bollería me niego porque tiene que ser cerca, pero nos hemos ido adaptando porque no podemos castigar a los clientes por querer cumplir con la tradición extrema», asegura José Juan de Blas, antes de confesar que «más pronto no se pueden preparar porque uno tiene que ser un poco respetuoso con las tradiciones. Yo no puedo comerme un turrón en verano ni un roscón en noviembre porque sino ya perdimos el sentido. Todo tiene un límite».
Bajo esta premisa, José Juan de Blas señala que aunque quieran tampoco podrían preparar tanta cantidad de roscones de Reyes. «Para empezar no tenemos hornos suficientes y yo no puedo comprar más porque qué hago con ellos hasta el año que viene ni mucho menos capacidad para distribuirlos. Tampoco tenemos personal para ello. Yo no puedo preparar a una persona durante todo el año para que haga roscones y luego pagarle solo un día porque me dirá que no. Tampoco podemos tener a 10 personas más para cumplir con los encargos, tenemos que cortar. Hay una ahora a la que no podemos coger más porque si lo coges y luego lo haces mal pues les sienta como un tiro y si no eres capaz de frenar por la ambición de tener más y más no vas a triunfar nunca», afirma.
Al fin y al cabo se trata de asumir, organizarse muy bien y poner todos de su parte. «No se puede andar con presiones, hay que relajarse un poco y entender a los demás porque le estamos metiendo una carga de trabajo 50 veces superior. Cuando estaba en el obrador y empezábamos a amasar el día 4, cociendo el día 5 y luego vendiendo el día 6, era agotador. No parábamos, teníamos turnos para que la gente marchase a comer o incluso dormir… y así no se podía, había un momento que no tenías capacidad», rememora José Juan de Blas, quien lamenta que vivimos en la sociedad de la prisa.
Roscones caseros, con una receta tradicional y con ingredientes de primera calidad
Durante estas fechas, la confitería prepara «2.000 y pico roscones». Una elevada cantidad de unidades que se realizan de forma totalmente manual. «No tenemos máquinas para todo porque no tendríamos obrador para meterlas. Nosotros somos como una ama de casa pero con máquinas más grandes», afirma. Además, la receta es la misma que se lleva sucediendo durante décadas. «No modificamos nada porque hacerlo supone un problema», resalta José Juan de Blas antes de señalar que la calidad del producto tampoco ha cambiado. «Después de cinco generaciones no se puede uno cargarse los ingredientes pensando que eres más listo que el resto, que han dado un nombre tan potente a la casa y que no puedes cargarte. Aquí siempre entró la almendra marcona, el aceite de oliva y la mantequilla, y así será siempre».
El precio también es el mismo. «Al final lo que incrementa el precio de todo el mano de obra, el tiempo y todo eso que haces. Aunque es verdad que las materias primas se han incrementado hasta un 100%. Nosotros presumíamos de no haber tocado precios, que es un pequeño suicidio, pero por otro lado es un buen detalle hacia la gente que siempre ha venido a tu casa. Si tú eres capaz de asumir esa subida, vas a ser un triunfador porque subirse al carro es fácil pero así la gente ve que pones de tú parte porque todos lo estamos pasando mal». El coste de los roscones varía según el tipo. De esta manera, el de bollería cuesta 44 euros, mientras que el de hojaldre o el bollo relleno son 50 euros. También cuentan con un roscón especial que tiene varios pisos cuyo precio es de 75 euros.
Sin haba pero con una figura de cristal
No solo la calidad y el precio marcan la diferencia de este típico postre sino que el roscón de Reyes de Camilo de Blas cuenta con una sorpresa singular. «Desde que mi hija Paloma está al frente del negocio incorporamos unas figuras de cristal de bohemia que son muy especiales. A la gente les sirve para coleccionarlas y además rompes con la tradición francesa de incorporar una haba y ya no hay el castigo de a quién le toque tenga que pagar el año siguiente un roscón, ya que de esta manera todo el mundo queda contento», señala José Juan de Blas. Una idea que ha gustado mucho a los clientes. .«Hay gente, sobre todo abuelos, que te dicen que tiene 7 u 8 nietos y te piden que por lo menos haya 15 sorpresas para que toque uno a cada uno y claro no sabes ni como esconderla porque cortes por donde cortes va a haber una o incluso dos. Me parece todavía más bonito porque ninguno va a salir perjudicado».
Aparte del roscón de Reyes, que ya se ha convertido en uno de los productos más reclamados por los clientes, la seña de identidad de Camilo de Blas es el pastel de almendra y yema con base de hojaldre que recibe el nombre de Carbayón. «Es nuestro hijo», bromea José Juan de Blas antes de rememorar el origen de este dulce que traspasa fronteras y cuyo sabor es indescriptible. «En tiempos de mi abuelo, el Ayuntamiento de Oviedo pidió a esta casa que hiciesen un pastel para acudir a la primera Feria Internacional de Muestras de Asturias -celebrada en Gijón, en 1924- para representar a la ciudad. Cuentan que estaban en una reunión en la rebotica y alguien dijo que había que pensar un nombre. Entonces, se les ocurrió coger el apelativo como conocen a los de Oviedo: los carbayones», relata.
Además el catálogo dulce de Camilo de Blas se complementa con bombones, duquesitas, florentinas, croissants, mugis, conchitas, bollos suizos, palmeras, donuts, bizcocho, casadiellas, tabletas de chocolate, helados y todo tipo de pasteles y tartas. Además para los amantes del salado cuentan con empanadas de diversos tamaños y sabores así como pastelillos de carne, queso, chorizo, bonito o anchoa, además de quiche y bocaditos de embutido.
Origen de Camilo de Blas
La historia de Camilo de Blas se remonta al siglo XIX, concretamente a 1876 cuando Camilo de Blas fundó en la plaza Carnicería, en León una confitería. Una tienda que desde los inicios tiene como actividad principal la venta de productos de confitería y como actividad secundaría la venta de delicatessen y productos gourmet. El negocio que al año siguiente se trasladó a la Calle San Marcelo, actualmente la Calle Ancha, pasó a manos de Miguel de Blas, el hijo pequeño de Camilo y tras su fallecimiento el obrador de esta ciudad desaparece.
En febrero de 1914 Camilo de Blas abre a su segundo hijo José una tienda en Oviedo, instalándose en la Calle Jovellanos y que se mantiene intacta hasta nuestros días. «Antes no hacía falta cruzar el charco, ir a América para triunfar porque Asturias no era ni la sombra de lo que es ahora. Era industrial, minera, aquí había once dependientas y como eran tan pocas, mis tías que vivían aquí salían a ayudar porque aquí al lado estaba la estación del vasco y venía gente de toda Asturias», asegura José Juan de Blas, antes de señalar que en el año 1915, su bisabuelo Camilo abrió otra tienda para su tercer hijo Julián en Gijón, un obrador que hoy en día ya está cerrado.
La tienda de Oviedo sufrió en 1929 uno de los mayores incendios sucedidos en un área comercial en Asturias. Según cuentan en la propia página web, esta fue restaurada manteniendo intacta toda su fachada, y conservando el mostrador de mármol de Carrara y sus características columnas, consiguiendo que el local se mantenga a día de hoy exactamente igual que en 1914. Además tal era la singularidad del negocio, que en 1975 la confitería dio el salto a la gran pantalla, siendo escenario del rodaje de la película «¡Jo, papá!». Años más tarde, Camilo de Blas se convirtió en plató cinematográfico para la película ‘Vicky Cristina Barcelona’ de Woody Allen.
Todo ello llevó a Camilo de Blas a coger cierta popularidad, a parte de la generada por vender unos productos de máxima calidad. Sin embargo, no fue hasta el año 2009 cuando la cuarta generación de la familia decide expandir el negocio y abre una nueva confitería en la calle de Santa Susana. Cinco años más tarde, inauguran una nueva tienda en la Calle Covadonga, de Gijón. «Cuando la crisis no sabíamos qué hacer y me vio una luz, dicen que son como oportunidades, y dije ‘oye si abrimos la tienda en Gijón’. Se lo comenté a un amigo y me dijo que ya me buscaría algo. Yo pensaba que se iba a quedar ahí, pero por la tarde me llama diciéndome que ya me había encontrado un local. Yo no podía creérmelo y tras visitar el sitio y ver que me gustaba puse en marcha la tienda», detalla José Juan de Blas.
Un obrador con el que despertó muchos recuerdos en la ciudad contigua a Oviedo. «Por aquel entonces una chica me dijo algo que me emocionó. Me contó que cuando pasó por la tienda de Gijón se acordó de su infancia, de cuando su padre los domingos les llevaba los pasteles de Camilo a casa. Yo pensaba para mi que esa emoción tan fuerte no podía ni siquiera ser tan buena, pero claro cuando me dijo que su padre llevaba tres años con alzheimer, sentando en una silla sin conocer a nadie, mirando a la lejanía, y que al ver la tienda decidió comprar unos pasteles y cuando le puso uno en la boca y dijo como pudo: ‘Camilo de Blas’, pues eso es el valor de un negocio, que has conseguido despertar a alguien de su sueño eterno», narra José Juan de Blas, a quien se le pone la carne de gallina cada vez que se acuerda de esta historia.
Paloma de Blas, quinta generació del negocio familiar
Actualmente el único obrador de Camilo de Blas que continúa a pleno rendimiento es el de Oviedo. Este ha ido traspasando de generación en generación hasta llegar a la quinta que a día de hoy es quien lleva las riendas del negocio familiar. «Mi hija es Paloma la que se encarga ahora de todo. Da la talla de una manera, que está mal que yo lo diga porque soy su padre pero es que estoy convencido de ello. La gente joven tiene otra cabeza, otra preparación, y si encima sabe manejar los hilos es extraordinario», reconoce José Juan de Blas.
Un pequeño lavado de cara
Paloma de Blas ha hecho «un montón de cambios» en la confitería, pero todas en la misma línea. En primer lugar ha incorporado más dulces aptos para los intolerantes a la lactosa, al huevo o incluso al gluten. «Tiene ya una nevera entera para alérgicos y no da abasto», señala orgulloso su padre, quien señala que tener un obrador a parte para estas elaboraciones compensa con creces. «Los clientes vienen aquí y te compran a ti todos los pasteles. No cogen unos aquí y se van a otro sitio a por otro».
Además, la joven dio un gran impulso a las redes sociales y a la página web del negocio. «Yo las tenía ahí muertas de risa. Vendíamos por internet un 1% y desde que lo cogió ella ahora vendemos un 94%». En cuestión de unos meses, Paloma de Blas ha conseguido «meter a la empresa en el mundo real». Su padre en vez de apostar por el mundo digital y para adaptarse también a los tiempos, abrió en el Calatrava una tienda para que «Camilo de Blas no fuera la tienda de los abuelos». «Quería que los chavales fueran ahí a comprar y lo conseguí. Hicimos productos exclusivos para ellos como los semáforos de pasta de mantequilla que llevaban mermelada austriaca». Al fin y al cabo, «se trata de dar pasos y pasos para no quedarte atrás». Pero cada uno de los pasos que se dan deben de hacerse «con buena filosofía» porque «estamos atrapados en la responsabilidad que tienes de haber heredado un nombre tan importante como es Camilo de Blas, que es todo un orgullo».