Deberán estar dadas de alta como autónomas y hablar holandés o inglés de manera fluida para alquilar una habitación en las instalaciones, que ocuparán 14 escaparates del barrio rojo
14 ene 2017 . Actualizado a las 16:58 h.La capital de Holanda abrirá en mayo próximo su primera cooperativa de prostitutas, que albergará 14 escaparates en el céntrico «Barrio Rojo» con el reto de «fortalecer la posición de las trabajadoras sexuales», según confirmó el portavoz del proyecto «My Red Light», Richard Bouwman.
Los negocios de los burdeles son legales en Holanda desde el año 2000. En Amsterdam, debido a una ley municipal, las mujeres que ejercen la prostitución deben tener un mínimo de 21 años, aunque «la industria nunca ha sido normalizada», advirtió el alcalde de la ciudad, Eberhard van der Laan, en una carta escrita en septiembre pasado.
Con la intención de mejorar la situación de las trabajadoras sexuales, el propio Ayuntamiento puso en marcha en el 2014 un estudio para evaluar las posibilidades que tendría un «negocio autogestionado», de modo que las prostitutas serían «menos dependientes de terceros», explicaba el regidor en la misiva. Dos años después, en agosto del 2016, nació la fundación «Nuestra propia ventana», en la que han colaborado varias trabajadoras sexuales. Desde un primer momento se centraron en buscar la inversión necesaria para salir adelante, ya que los locales elegidos para el burdel necesitaban de reformas; el Ayuntamiento no se implicó en ellas, dejando que inversores privados aportaran el capital inicial.
El proyecto se convertirá en una realidad tangible el próximo 1 de mayo, cuando «My Red Light» abra sus 14 escaparates en dos calles del céntrico «Barrio Rojo» de Amsterdam, a orillas de uno de los canales de la ciudad. Contará también con una habitación sadomasoquista y otra preparada para personas con discapacidades físicas, un aspecto que, según Bouwman, «no es algo muy común» en la zona. «Queremos ir despacio porque estamos inmersos en algo grande. Quizás sea utópico, pero una vez que se acepte socialmente, la gente se dará cuenta de que este es un trabajo normal con todas sus obligaciones, pero también con todos sus derechos», añadió el portavoz.
Las prostitutas deberán estar dadas de alta como autónomas en la Cámara de Comercio y hablar holandés o inglés de manera fluida para alquilar una habitación en «My Red Light». Su grado de implicación en el proyecto dependerá de ellas mismas: quienes decidan comprometerse de manera activa «tendrán el control de la fundación, serán parte de su junta directiva y participarán en la toma de decisiones», aseguró Bouwman. El burdel no intervendrá en la negociación entre la prostituta y el cliente, sino que serán las propias trabajadoras las que establezcan los términos del acuerdo con los interesados en el servicio sexual.
La página web de «My Red Light» mostrará en tiempo real qué prostitutas están trabajando en ese momento y por cuánto tiempo. «No es muy habitual que alguien que alquila un escaparate use internet para esto, pero vivimos en una sociedad moderna», indicó el portavoz.
En caso de que el proyecto consiga beneficios económicos por el alquiler de las habitaciones, el dinero se invertirá en talleres dirigidos a las propias prostitutas o en mejorar las instalaciones. «No es una compañía para hacer dinero, sino una fundación con el objetivo de apoyar a las trabajadoras sexuales y hacerlas más fuertes», puntualizó Bouwman. En esos talleres, las participantes serán asesoradas sobre asuntos de salud, derechos y asuntos relacionados con su oficio.
Los responsables del burdel aseguran que varias prostitutas ya han mostrado interés, pero son precavidos a la hora de determinar cuántas alquilarán finalmente una habitación o un escaparate a partir de mayo, una opción que también estará abierta para los trabajadores sexuales hombres y transexuales.
El alcalde de Amsterdam ha asegurado que el proyecto será supervisado «para conocer mejor su impacto», aunque es consciente de que «no es una panacea ni una solución a todos los problemas de la industria de la prostitución», y admite que no tiene garantías que «algo no vaya a salir mal». No obstante, el regidor espera que «My Red Light» «pueda contribuir a la normalización de la prostitución y al empoderamiento de las trabajadoras del sexo, mejorando sus habilidades comerciales y sus condiciones laborales».