Rafah, entre la espera y la desesperanza

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

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Una niña palestina, sentada entre los escombros en la ciudad gazatí de Rafah.
Una niña palestina, sentada entre los escombros en la ciudad gazatí de Rafah. DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

08 may 2024 . Actualizado a las 10:19 h.

La ocupación este martes por parte de los carros de combate israelíes del único paso fronterizo entre Gaza y Egipto podría ser el comienzo del tan temido asalto a la ciudad de Rafah. También podría tratarse simplemente de una táctica de presión en las negociaciones para un alto el fuego que se encuentran en su momento crítico. Ambas cosas no son excluyentes y tanto esta maniobra de la toma del paso como el aviso a los civiles palestinos para que abandonen el sector oriental de Rafah pueden ser a la vez presión negociadora y preparación de un ataque. Porque de lo que caben pocas dudas, y esa es la tragedia, es de que, antes o después, Israel invadirá Rafah. Su Ejército cree, o quiere creer, que ha conseguido arrinconar en esa localidad del sur de Gaza a lo que queda de los batallones de la rama militar de Hamás y a su cúpula dirigente, y considera que, si los dejase escapar, todos estos meses de sangre y fuego serían inútiles para su propósito de destruirlos (otra cosa es que ese cálculo sea realista). Por otra parte, y en términos más políticos que militares, para el Gobierno israelí tomar Rafah se ha convertido en una especie de promesa electoral sobrevenida, en una prueba de dureza. La coalición gubernamental probablemente no sobreviviría a un desistimiento.

¿Qué sentido tiene, entonces, negociar el alto el fuego? Para Israel se trata de la última posibilidad de sacar a tiempo al mayor número posible de los rehenes israelíes que tiene Hamas en sus manos. Esa es otra exigencia popular que el Gobierno debe satisfacer, aunque parte de que el «lobby prorehenes» no es tan fuerte como el «lobby proinvasión». Para Hamás, en cambio, el alto el fuego en sí tiene poco o ningún interés. Un paréntesis en la lucha favorece al Ejército mejor situado y abastecido, y ese es ahora mismo el israelí. Lo que Hamás reclama es el fin de la guerra para poder reconstruirse a partir de lo que ha quedado de sus fuerzas, y esto será más fácil si conservan Rafah. Hamás sabe que los rehenes son su gran baza y no le basta con intercambiarlos por cientos de presos palestinos si con ello no puede salvar Rafah. Por eso en las negociaciones juegan con la ambigüedad de ofrecer rehenes «vivos o muertos». Se trata de «comprar» el alto el fuego con cuerpos de rehenes ya fallecidos y conservar la mayor cantidad posible de los que aún están vivos y pueden, por tanto, «encarecer» el asalto israelí cuando se produzca.

Es con esta frialdad con la que se negocian estas cosas en la guerra y es esta la razón de que el alto el fuego no termine de cerrarse: en realidad, no interesa demasiado a ninguno de los dos bandos. Para Hamás es poco, para Israel es demasiado. En lo inmediato, y mientras se deciden, el cierre del paso de Rafah no hace sino empeorar la vida de los civiles. Las evacuaciones de heridos graves se hacen más difíciles o imposibles, y la entrada de la escasa ayuda humanitaria, que pasa por el cercano puesto de Kerem Shalom, se interrumpe. Es otra vuelta de tuerca en el grillete que atenaza Rafah.