De la «fr(p)uta» madura a la «fr(p)uta» podrida

OPINIÓN

Isabel Díaz Ayuso, este jueves, durante una rueda de prensa.
Isabel Díaz Ayuso, este jueves, durante una rueda de prensa. CARLOS LUJAN | EUROPA PRESS

17 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

I. Principio

Si el «caso Koldo» acaba desvelando que Francina Armengol no atajó a tiempo, a sabiendas, la partida de mascarillas falsarias que compró el Gobierno de Baleares cuando ella lo presidía, que desaloje el Congreso de los Diputados. Si se demuestra que Pedro Sánchez estaba al tanto, por activa o por pasiva, de la suciedad que expandía Koldo García, el hombre de José Luis Ábalos, que dimita. Todavía más, si la aerolínea rescatada por el Gobierno lo fue para beneficiar a su esposa, Sánchez debe ser inhabilitado. Investigación, proceso judicial de ser pertinente y sentencia. La corrupción, inevitable, es inaceptable. Por tanto, de aflorar, que caiga quien caiga, porque de lo contrario, la democracia seguirá demoliéndose, que es el plan del fascismo internacional.

II. Cuerpo

Ahora bien, los negocios «sanitarios» de la familia de Díaz Ayuso, novio y amigos bien podrían ser el guion de una cuarta parte de El Padrino, que no solo se desarrolla en el 2020 y 2021, cuando la pandemia aniquilaba al mundo. Esta familia, al albur del proceso de privatización de la sanidad pública de Madrid, ejecutado por el PP durante los tres últimos quinquenios, año arriba, año abajo, emprendió una actividad comercial con potentes y millonarias empresas privadas de salud, donde todos se beneficiaron con la colaboración de los «ingenieros financieros». Siempre en detrimento de quienes no disponen ni del dinero ni de la cobertura de un seguro para pagarse una cirugía de 90.000 euros, que es un supuesto que no me es ajeno.

Como no hay humo sin fuego, no hay privilegios que no jodan a los no privilegiados: la inmensa mayoría. Otro ejemplo de privilegios: hasta el 32,2% pagan en impuestos los «afortunados» de Extremadura en su región, mientras que en Madrid cae al 17’8%. En Madrid, los más ricos son los más ricos del país. En Madrid, lo privado, sea lo que sea, está escalando para llegar a la cumbre de la Montaña Sagrada: EE.UU. Esta es la meta de Ayuso, para quien los jóvenes no pueden pagar alquileres porque son unos «vagos».

Además, los colegios profesionales, ya sean de médicos, ya sean de abogados, ya sean de arquitectos, etcétera, etcétera, unidos al resto de las fuerzas económicas y sociales, están siempre al lado del gobernante conservador (que conserva las prebendas: Ayuso aquí, que vela día y noche por ellas). Sin embargo, ella puede vaguear lo que le dé la gana, porque vive en un piso y un ático (este a nombre de una empresa que, casualmente, administra su abogado), en el mismo edificio, de una de las zonas más caras de la capital; entre los dos, cerca de 400 metros cuadrados. Solo el piso anda por los dos millones de euros, que es, vaya por Dios, lo que el novio se embolsó vendiendo mascarillas y guantes y vaya usted a saber qué más, en los momentos más desesperados de las personas, donde se hizo invisible la línea de separación entre la vida y la muerte. Pero hizo algo más el novio de la presidenta: no declaró ese dinero a Hacienda, por el que tendría que haber abonado más de 350.000 euro. Para urdir el engaño se valió de empresas fantasmas en países lejanos y falsificó papeles, muchos papeles.

Díaz Ayuso proclama que «Pedro Sánchez quiere destruirme». Hacerse la víctima ante unos electores de luces inciertas, que tragan bulos como sapos, sin hacer ascos, presa de un populismo barriobajero, es una contraofensiva que da resultados a corto plazo. Véase quién intentó destruir a quien: esta señora llamó a ese señor «totalitario», amigo de «etarras» («que te vote Txapote») y no paró hasta que llegó al «hijo de puta», que en su versión inmediatamente posterior quedó en «me gusta la fruta». Y esta fruta estaba madura, eran los tiempos de gloria de una mujer que le pidió prestada la motosierra a Javier Milei.

Pero antes, su «pobre hermano» (Ayuso) solo había ganado, en el contexto de la desesperación de la población, algo más de un cuarto de millón de euros. No, «él no ganó más, hasta hincharse, por ser mi hermano» (Ayuso). Salió indemne de la investigación, pero manchada de mugre. Y ahora esa mugre goza de un piso y de un ático millonarios salidos del mal, de un mal repugnante, que repele, que espanta.

Y no es verdad que el «aparato del Estado» vaya a por ella. Fue Hacienda quien, después de unos dos años de investigación iniciadas por las clamorosas irregularidades del novio, lo denunció ante la Fiscalía, la misma que investiga el «caso Koldo», donde se haya la fiscal que tuvo un cargo con Rodríguez Zapatero. Por eso, amparándose en este hecho, habla la «fr(p)uta» de la persecución del «aparato del Estado». No hay aparatos aquí. Hay una Fiscalía que investiga por igual a socialistas y a populares. Toda la mierda que está lanzando esta choni está dejando un rastro inequívoco.

Porque tampoco es verdad que Hacienda lo haya perseguido sin misericordia. El propio novio, estúpido por cómo trató de engañar al fisco, reconoció ante los inspectores que era un defraudador y un falsario y, por consiguiente, un presunto delincuente. Esto último corrompe de tal modo la «fr(p)uta» madura de hace unos meses, meses de gloria, que ha acabado pudriéndose, porque Alberto González puede terminar entre rejas y Díaz Ayuso, que sabía que vivía con un posible reo, habrá de caer, no por madura, sino por podrida. A no ser que Núñez Feijoo no tenga los huevos de Pablo Casado y la siga apoyando para no correr el riesgo de seguir los pasos de su predecesor. Además, el gallego, como la castellana, entiende de defunciones, pues en su día anduvo entre tumbas: propició la muerte de varios pacientes de su comunidad por no aprobar, cuando salió al mercado, la medicación para hígados terminales, aduciendo su precio. Esa crisis la salvó Feijoo echando a su consejera de Sanidad y con alguna que otra opulenta comida que, no es descartable, incluiría hígado encebollado.

Tal parece una conjura: uno con los hígados y la compañía vacacional con un envenenador de muchachos (drogas duras); la otra, dejando morir a miles de ancianos en las habitaciones de sus residencias (el mayor porcentaje absoluto y relativa de España), a veces con pacientes apenas sin aire y con su compañero de habitación cadáver. Y salió indemne la choni al grito de «libertad» (para contagiarse a cambio de ingresos por consumiciones en los bares) y de que los ancianitos se iban a morir de todas las maneras y gozarían de una nueva vida en el «cielo» (Ayuso). Podrida. Absolutamente podrida.

Según la investigación independiente y exhaustiva de la Comisión Ciudadana por la Verdad en las Residencias de Madrid, de no haberse atrancado las puertas de los centros y haberse permitido el traslado de los internos a los hospitales, se hubieran salvado más de 4.000. No tuvieron la atención que requerían por «decisiones políticas y de gestión discriminatoria», consta en las conclusiones. La decisión política la tomó la presidenta. El trato discriminatorio estaba en su manual de gobierno, como la lluvia de billetes a los colegios católicos, las ayudas a familias con ingresos de 100.000 euros, el desguace de los centros de salud… O sea, hipercapitalismo matón.

Pese a todo lo anterior, o precisamente por ello, los implicados emprenden la estrategia de las amenazas. Amenazan con llevar a los tribunales a la ministra de Hacienda, a la propia Hacienda y, nada más y nada menos, que a la Fiscalía, por supuestas filtraciones del proceso abierto al novio. Y hete aquí que fue el jefe de gabinete de Díaz Ayuso quien promovió la filtración, como fue el PP de Madrid que abrió la caja de Pandora al denunciar a la empresa para la que trabajaba este otro Alberto, sin saber que se trataba del «Alberto» de la jefa, por supuesto. Y otra empresa pantalla fue creada en Panamá para simular el delito, una empresa que se sacó de la chistera el director de Quirón Prevención. Todo encaja. Perfectamente.

Miguel Ángel Rodríguez, el jefe de gabinete y guardaespaldas emponzoñado de Díaz Ayuso, insultó de gravedad a una redactora del elDiario.es (este medio destapó la corrupción, pero no la periodista agredida de palabra por mensajes), y al propio diario digital le propinó esta perla franquista: «Os vamos a triturar, vais a tener que cerrar. Que os den. Idiotas». O sea, lo que se espera de quienes sienten con fe ultra que el poder político les pertenece por derecho natural. Siguen la estela del Aznar de hace 20 años, de Esperanza Aguirre, la que huyo en su coche perseguida por una patrulla de la Policía Municipal de Madrid y, vaya, vaya, también salió indemne, y de los infectos Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos, entre tantos otros. O sea, que la frialdad acerada de Ayuso se está viniendo abajo, sobrepasada por un trama tan retorcida y miserable que la está sobrexcitando, emputeciendo.

III. Final

Estoy sumergido en un mamotreto de 804 páginas de una joven escritora zaragozana, Sara Barquinero, que ya no solo apunta alto, sino que ha cogido la estela de escritores como Roberto Bolaño. El título, Los Escorpiones, bien encaja en el apartado II de esta columna: aguijoneando, aguijoneando, un escorpión(a) puede acabar clavándose el aguijón a sí mismo(a).