Mañana es 11 de marzo

OPINIÓN

Dos millones de personas se manifestaron en Madrid contra los atentados del 11M
Dos millones de personas se manifestaron en Madrid contra los atentados del 11M BENITO ORDOÑEZ

10 mar 2024 . Actualizado a las 09:28 h.

20 años atrás. Un 11 de marzo. El 11 de marzo en el que se fraguó la Gran Mentira. Una mentira especialmente repugnante, odiosa, porque se trataba de 192 crímenes perpetrados en trenes de cercanías de Madrid, y muchos otros viajeros fueron heridos, centenares de ellos, para el resto de sus existencias.

Cuando destrozan, trocean con bombas, a quien amas o al que estás atado con algún lazo de cariño, quieres saber: ¿quién fue? Es un componente fundamental del duelo. Sin él, los que han cortado de cuajo, en un instante, el lazo con la víctima, el duelo se hace eterno, a la manera de como la hace la desaparición de un cuerpo. Es insoportable y puedes acabar quitándote la vida. Porque la vida se vuelve insoportable.

Al mediodía del mismísimo 11 los servicios antiterroristas de la Guardia Civil ya sabían que ETA no había sido. Sin embargo, el Gobierno de José María Aznar se conjuró para hacernos creer que ETA la «mano que meció los vagones». El propio Aznar telefoneó a directores de periódicos madrileños para decirles que no cabía «ninguna duda» acerca de la autoría.

Su ministro del Interior, Ángel Acebes, lo sostuvo el 11 y el 12. El 13, la víspera de las elecciones generales, uno de los capos de la sistémica corrupción del PP, el ministro Eduardo Zaplana, reiteró la patraña, cuando todo ciudadano de bien sabía o sospechaba de los islamistas (Bin Laden, líder de Al Qaeda, La Base, había dado la orden). No solo los asesinos de las barbas y los turbantes habían reivindicado los atentados, sino que los investigadores policiales ya disponían de la información crucial que descartaba a la banda vasca. A día de hoy, y esto es terrible, el PP no descabalga de la Gran Mentira, inculcada además por los sempiternos periódicos del «régimen» y sus plumillas atávicas, alguna desde Asturias, lugar que sabe de explosivos.

Pero ¿por qué este atroz engaño, tan humillante para las víctimas, en primer lugar, y para un pueblo abatido y desnortado? Para que Mariano Rajoy no perdiera las elecciones legislativas del 14. Aznar, un harapientomoral, era consciente de que él había propiciado el horror yihadista por unirse en las Azores al Bush y al Blair de las armas de destrucción masiva iraquíes, inexistentes, pero necesarias para invadir el país, y que, por consiguiente, Rajoy no entraría en La Moncloa cuando ya estaba subiendo sus peldaños de acceso.

Tony Blair y George Bush pidieron posteriormente perdón. Aznar, no, en consonancia con su miserable persona, que ahora prolonga capitaneando a los más extremistas de su extremista partido, sobremanera a través de la inmunda fr(p)utera Díaz Ayuso.

La única verdad del 11 de marzo fue la verdad que se vio al pronto: los españoles de conciencia suficiente hundieron con sus votos a estos innombrables, que, no obstante, hoy han conseguido rehacerse bañándonos en una colectiva neurosis crónica, porque, al final, el olvido es el arma más letal. Dijo Goethe: «Las personas son como el mar Rojo: vuelven a juntarse en cuanto la vara las separa».