Gijón, España, 2023. Sí es una vergüenza y sí es preocupante

OPINIÓN

La presidenta de Foro, Carmen Moriyón, durante su toma de posesión en el pleno constitutivo del nuevo Ayuntamiento de Gijón
La presidenta de Foro, Carmen Moriyón, durante su toma de posesión en el pleno constitutivo del nuevo Ayuntamiento de Gijón Eloy Alonso | EFE

08 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Un condenado por la Inquisición se despierta en una oscuridad absoluta. Allan Poe se concentra en el estremecimiento de no saber la forma ni dimensiones de la celda. Lo primero que intenta el condenado es llegar a tocar alguna pared y luego recorrer a palpo el perímetro e ingeniar alguna manera de averiguar cuándo retornó al punto de partida. Por horrores que pueda haber, en cuanto conciba el tamaño y forma de la celda, habrá relajado en parte su angustia. Necesitamos que nuestro mundo tenga forma, necesitamos la certeza de unos límites y la posibilidad de alguna rutina. Volveremos a esto en unas líneas.

Carmen Moriyón intenta tranquilizar con una carta el ruido y ansiedad producido por su pacto con la ultraderecha. Solo con la carta, no con los actos. La carta hace alguna referencia a sus mandatos pasados, de tolerancia acreditada en su fértil memoria creativa; y al presente, proclamando que una «histórica mayoría confió en FORO para liderar un cambio en la ciudad». Las elecciones las ganó el PSOE, pero en su razonamiento la segunda fuerza es la que tuvo la confianza de una histórica mayoría. Otra cosa es que, en efecto, sí es legítimo un gobierno formado por un entendimiento mayoritario en la Corporación. Ahora que ya lo sabe, puede aprovechar para explicárselo a sus nuevos y antiguos socios que llevan años predicando la ilegalidad del Gobierno de Sánchez; claro que Moriyón también estuvo en la plaza de Colón coreando ese estribillo, a ello iremos. Y otra cosa es que un pacto que es legal y legítimo sea también una vergüenza y ponga los pelos de punta.

El gobierno se estrenó a bombo y platillo con dos actuaciones estelares perfectamente superfluas, pero simbólicamente relevantes: la reforma de El Muro y la vuelta de los toros. La reforma de El Muro no pretende ser la versión definitiva de ese paseo. Y no hay ningún problema apremiante que arreglar. Hay un carril para coches en cada sentido, no hay atascos ni urgencias. Pero hay prisa, hay mucha prisa en quitar espacio a los peatones y aumentar el espacio de los coches, que es en lo que consiste la reforma. Es infantil la insistencia en el cambio de lugar del carril bici y es pura propaganda el abuso del verbo «recuperar» en la cháchara del actual gobierno municipal. No se hicieron aquellas delirantes movilizaciones contra el cascayu por arrimar el carril bici a la acera. Aunque los coros mediáticos hablen de una «recuperación» de la posición originaria del carril bici, la reforma consiste en más espacio para coches y menos para los peatones. Por ahí van los tiros.

El feminismo y el ecologismo son los dos movimientos progresistas más internacionales y que más afectaron a las agendas políticas de los estados. Son una prioridad en la guerra cultural, recordemos, simbólica, de la ultraderecha. Decía a propósito del condenado de Allan Poe, que necesitamos que el espacio, el tiempo y la actualidad en que vivimos tengan forma, que haya límites y senderos. Los estrategas ultras internacionales tienen que conseguir que sea la población con su voto la que mine la democracia. No les gusta la forma de la democracia, atacan sus muros y sus certezas, la guerra cultural quiere una población extraviada en una celda sin forma buscando nuevos límites. Lo familiar tiende a parecer lo verdadero y se trata de que la normalidad tenga otro aspecto. Fuerzan los límites de la brutalidad, basta oír su obscenidad y las campañas de Desokupa / Vox para introducir la violencia en el ambiente, en un país singularmente seguro. Hay una batalla simbólica contra la mejora ecológica de las ciudades. La propaganda quiere que se perciban las medidas de limpieza del aire y de habitabilidad de las ciudades como sermones de curas amargados. Lo hacen en todas las ciudades. No sé si acabarán vendiendo como libertad que vuelvan las cagadas de perro en las aceras. Aquí la urgencia de El Muro viene de una movilización en línea con la de muchas otras ciudades: más coches, menos espacios peatonales, demonizar la agenda 2030. Puro gamberrismo. Lo inquietante es mirar a Hungría, Polonia, Italia y Francia, y oír el burbujeo de Alemania. La ultraderecha es un vampiro al que las democracias están invitando a cenar y es preocupante cada episodio, el de Gijón también.

No vamos a insistir en argumentos antitaurinos. Digamos que es un tema controvertido desde hace siglos y que en Gijón no hay afición a ese espectáculo. No hay motivo sustantivo para que sea parte de la carta de presentación de una gestión municipal. La prensa llariega en papel alaba la vuelta de los toros, pero no tiene una sección taurina en sus periódicos. Hace un mes tuvieron lugar las emblemáticas corridas de San Isidro en Las Ventas, una de las catedrales taurinas. Busquen en la prensa asturiana crónicas sobre el evento. No las hay. Simplemente no hay lectores para los toros. Pongan en Google la dirección de un periódico asturiano y añadan la palabra «toros». Saldrán noticias sobre polémicas o sobre el apoyo a los toros de tal o cual partido, pero rarísimamente verán crónicas de corridas. El apoyo a los toros en el frontispicio de la legislatura es ideológico y simbólico. Es parte de lo mismo.

El verbo «recuperar» se está empleando también para las tradiciones. No se había perdido la tradición de la bendición de las aguas en San Pedro, ni había estado en peligro, ni fue atacada por nadie. Solo hubo oposición a la maniobra eclesial y conservadora de aprovechar las tradiciones para colar imágenes reaccionarias de confusión de los poderes públicos con las autoridades religiosas. Más símbolos, más intentos de que la normalidad que marca la forma del tiempo incluya cruces y sotanas. De eso va la amenaza de la concejala ultra de festejos de no contratar a quien cante en asturiano. Luego matiza de forma chistosa que solo habrá problemas si hablan de la oficialidad, como si los cantantes tuvieran que pasar la censura previa aquella que cortaba en las películas los besos o algún cruce de piernas de Sonia Bruno. A la concejala le da igual en qué canten los cantantes. Se trata de nuevo de romper las paredes y hacer incierta la forma del mundo, se trata de que se discuta lo que no estaba en discusión. La batalla de la ultraderecha ahora es de símbolos, por eso quieren las carteras de cultura. Si Moriyón no quisiera censuras, la destituiría.

Hay motivos para llamar vergüenza a un pacto con fuerzas que ofrecen sacar a hostias a Sánchez, que abundan en expresiones racistas y que se separan cuando se repudia el crimen de una mujer. Claro que es una vergüenza. Y claro que es inquietante. Carmen Moriyón dice que ahí estuvieron sus mandatos pasados. Veamos detalles. Nada más llegar en 2011 amenazó a la Semana Negra. Dijo que había que «repensar» ese certamen («repensar» es el verbo para cargarse algo) y si no merecían más la pena los cursos de golf para niños (los incrédulos lean El País del 28/07/ 2011 y El Comercio del 18/07/2011). La joya de la corona cultural de Gijón es el festival de cine. Arremetieron contra él: destituyendo a su director Cienfuegos; desdeñándolo porque era para una minoría selecta e inteligente (Público, 11/01/2012; esa minoría de aquella subía de los 50.000 espectadores); y porque ese festival internacional tenía que pasar a ser el escaparate del mercado audiovisual asturiano (El Mundo, 11/01/2012). Cuando arreciaron críticas y mofas en la prensa nacional, FORO se enteró de lo que era el FICX y replegaron velas, dijeron que eran más Cienfuegos que Cienfuegos, querían una programación continuista y querían ser el festival gafapasta por excelencia (El Español, 15/11/2012). En 2013 cancelaron una actuación de Albert Pla, porque había dicho que le daba asco ser español; censurado por falta de orgullo patrio, y sin Vox. Y en 2019 Moriyón estuvo en la plaza de Colón con Vox, no contra Sánchez, sino por España y contra «la alta traición» de Sánchez. Aquello rezumaba ideología ultra.

Por lo que está pasando, claro que es un pacto de vergüenza. Y por lo que está pasando y por lo que se mostró en el pasado, claro que pone los pelos de punta.