Un giro a la derecha con sorpresa final

OPINIÓN

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su alocución en la Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su alocución en la Moncloa. BORJA PUIG DE LA BELLACASA | EFE

30 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Que las derechas iban a ganar las elecciones municipales y autonómicas era evidente, salvo para los fieles creyentes en el CIS. Otra cosa era la dimensión de esa victoria. El presidente del gobierno intentó evitarla, o reducirla, aceptando el envite de convertirlas en un referéndum sobre su gestión y perdió. Sostuve en mi último artículo que era una apuesta arriesgada y se ha demostrado que era cierto. En número de votos, algo siempre engañoso en unas municipales, la derrota del PSOE fue limitada, quedó poco más del 3% por debajo del PP, pero lo peor fue la pérdida del gobierno en comunidades autónomas y ayuntamientos de primera importancia y el abrumador triunfo del PP en el municipio y la comunidad de Madrid.

La decisión de Pedro Sánchez de asumir la responsabilidad de la derrota lo engrandece como político. Sorprende en España porque no es habitual, como tampoco lo son las dimisiones, pero no habría extrañado en cualquier otro país europeo. Con unas derechas crecidas y sus medios de comunicación, más bien de propaganda, radicalizados, los seis meses de presidencia europea y de gobierno hasta diciembre hubiesen sido un calvario y no es fácil que sirviesen para cambiar la voluntad del electorado.

No cabe duda de que las derechas van a vencer en las próximas elecciones generales, otra cosa es que obtengan una mayoría cómoda para gobernar. Con ERC, el PNV y Compromís a la baja y Bildu al alza, los pactos con los nacionalistas periféricos no serán ni fáciles ni placenteros y esto perjudica especialmente a unas izquierdas en retroceso; en cambio, PP y Vox podrán contar con UPN, Foro Asturias y quizá algún otro grupo regional, aunque no serán muchos diputados. El problema estará en que si, como es previsible, el PP necesita a Vox, no podrá ir muy lejos con los nacionalistas moderados. El PNV e incluso Coalición Canaria se verán obligados a rechazar pactos con un gobierno que integre a la ultraderecha hipercentralista, salvo que quieran arriesgarse a desaparecer. Tampoco es improbable que la suma de PP y Vox obtenga la mayoría absoluta de los escaños o se quede muy cerca y les baste con el apoyo de algunos diputados regionalistas de derechas.

Quizá, además de adelantar las elecciones, Pedro Sánchez hubiera debido renunciar a liderar las listas del PSOE, pero eso habría exigido más tiempo para consolidar a su sucesor o sucesora y es dudoso que, en estas circunstancias, hubiera servido para evitar la derrota, en julio o en otoño. Lo cierto es que la combinación de sus errores y contradicciones y la inmisericorde campaña de las derechas y sus medios de comunicación han logrado que el presidente del gobierno despierte un notable rechazo en buena parte de la ciudadanía, a lo que ha contribuido el resurgir del nacionalismo español desde los sucesos de 2017 en Cataluña. El choque entre nacionalismos es mucho más visceral que racional y en la mayor parte de España perjudica sobre todo al PSOE, que ha asumido una posición conciliadora que parte de su electorado no ha entendido o no comparte. Harían falta años para que eso cambiase, por eso, entre otras cosas, no es probable que un PSOE encabezado por Pedro Sánchez remonte en las próximas elecciones.

El panorama a la izquierda del PSOE no es alentador. Donde se han presentado varias candidaturas, Podemos se ha hundido, son los casos de Asturias y de Madrid, y la división y la bajada general de este partido han facilitado las mayorías de derechas en comunidades y ayuntamientos, incluso donde el PSOE ha subido. Yolanda Díaz tendrá mucho que cambiar. Podemos no ha comprendido que no puede hacer política solo para su pandilla de amigos o para minorías exiguas, que la gente espera otras cosas. Provocar no siempre es útil, no reconocer jamás ningún error solo conduce a generar antipatía.

Hay mucha inmadurez en esta ya no tan nueva izquierda. No son buenas las prisas en cuestiones que perjudican a mucha gente, aunque puedan tener sentido a largo plazo. Está bien sustituir el vehículo particular, pero los transportes públicos no lo permiten todavía, ni para muchos trabajadores a diario ni para viajes por vacaciones o por necesidades familiares o afectivas. En Gijón, cuando se hagan las estaciones, exista el metrotrén y, en toda Asturias, haya ferrocarriles de cercanías decentes, las cosas podrán comenzar a cambiar, aunque para ir a Coruña, Santiago, Bilbao o Barcelona el coche seguirá siendo necesario. ¿Qué es más importante para una formación de izquierda? ¿Que los que tienen menos ingresos puedan comer carne o que esta, más saludable, quizá, y más ecológica, se convierta, como está sucediendo con el pescado, en artículo de lujo? ¿Quiénes son los potenciales votantes de las izquierdas, del PSOE, de Sumar, de Podemos, de IU? ¿Qué problemas tienen? ¿Qué necesitan? Por ahí deberían comenzar. Yolanda Díaz parece tenerlo más claro, se nota de dónde procede, pero no sucede con todos los que la acompañarán.

            Supongo que la FSA habrá reflexionado sobre las consecuencias de haber impuesto hace cuatro años una candidata en Gijón ajena a la ciudad y que, además, logró hacerse muy impopular. La victoria de las derechas en la ciudad más poblada de Asturias ensombrece los resultados de las izquierdas en las autonómicas y en otros municipios. El sectarismo de Podemos también contribuyó con eficacia a ello. Deberían pensar sobre el ascenso de la alianza construida en torno a IU.

La desaparición de Ciudadanos era algo anunciado. La señora Arrimadas lo convirtió en un partido nacionalista español, más cercano a Vox que al centro. No extraña que solo sobreviva el señor Igea, marginado precisamente por haber mostrado un talante más liberal, en el buen sentido del término, y mayor inteligencia política que la mayoría de sus compañeros.

Núñez Feijoo estuvo mesurado en la noche del domingo. Habrá que ver si de aquí al 23 de julio se deja asesorar por el señor Sémper o por Jiménez Losantos. Quizá en el radical discurso derogatorio del PP y en las previsibles necedades de Vox pueda estar la única esperanza de las izquierdas, o sea, que ellos mismos se encarguen de atizar el miedo y movilizar a sus contrarios. Si, como dice, el líder del PP quiere convertirse en presidente del gobierno para el conjunto de la ciudadanía, no solo para los más conservadores, debería reconocer que no todo lo que se hizo en estos años fue negativo, reducir la agresividad y evitar que los que no piensan como él tengan razones para temer una involución realmente profunda, que amenace incluso derechos y libertades.

Han comenzado las especulaciones sobre la «baraka» de Pedro Sánchez, sobre su ya legendaria capacidad de resistencia. No sé si en su mente está la posibilidad de vencer o el deseo de abandonar el gobierno con la cabeza alta. En cualquier caso, tanto el PSOE como las formaciones a su izquierda tienen que dar la batalla, eso no puede extrañar, aunque todo vaya en su contra.