«El superpuerto y el problema de la depuradora atentan contra la playa de San Lorenzo, un valor básico de Gijón»

Juan Carlos Gea GIJÓN

GIJÓN

Ramón López de Lucio
Ramón López de Lucio

El urbanista y catedrático, autor de planeamientos de referencia como el de Vitoria-Gasteiz, alerta sobre el deterioro de la bahía gijonesa en el contexto urbanístico y económico de «una ciudad ejemplar»

10 ago 2016 . Actualizado a las 15:14 h.

A Ramón López de Lucio le preocupa mucho lo que está sucediendo con la playa gijonesa de San Lorenzo. El arquitecto y urbanista, catedrático de Planeamiento Urbanístico en la E.T.S. de Arquitectura de Madrid y autor de numerosos proyectos de planificación y diseño urbano en Madrid, Galicia y País Vasco -entre ellos el Plan General de Vitoria/Gasteiz, convertido en referencia internacional-, lleva casi veinte años visitando Gijón «seis o siete veces al año», y en ese tiempo se ha persuadido de que se trata de «una ciudad ejemplar» en el rango del tamaño medio en España. Pero también ha tenido tiempo de ver cómo, a su juicio, la bahía que considera la mejor «seña de identidad» de la ciudad y una pieza «fundamental de su patrimonio urbano, paisajístico y económico» está «seriamente amenazada». López de Lucio echa mano de los clásicos para describir la amenaza. Invoca a Escila y Caribdis, los dos monstruos mitológicos que acechaban, a un lado y a otro, al navegante en el estrecho de Mesina. «No se sabe cuál es más peligroso: si la Escila de la ampliación del puerto o el Caribdis de la paralización, cuando estaba prácticamente acabada, de la depuradora del Este», asegura López de Lucio, que no quiere aportar un punto de vista de experto sino de «observador distante y autorizado» sobre el que quisiera agitar el debate ciudadano; un tema que, no obstante, llega a afectarle personalmente, como según el está afectando a «una ciudad bellísima». Y, lo dicho, «ejemplar».

-No es esa la opinión canónica sobre Gijón,,, Hay quien la considera ejemplo precisamente de lo contrario que la belleza o la ejemplaridad urbanística.

 -Es una ciudad con partes duras, claro. No hay duda de que La Arena es un barrio especulativo, que se pasa de altura, de edificabilidad. Los barrios de los 50 y de los 60 no son un dechado de hermosura, es cierto. Pero toda la ciudad moderna, la ciudad de finales de los 70-80-90, es un ejemplo de buen diseño urbano y de calidad en el mantenimiento de los espacios verdes. Gijón tiene una cantidad de parques hermosos y cuidados que asombra en una ciudad de este tamaño; una red de carril-bici entre las primeras del estado español, casi a la altura de Sevilla y a la altura, probablemente, de Vitoria/Gasteiz y San Sebastián y, desde luego, por delante de Barcelona, y no digamos de Madrid. Yo he traído aquí a alumnos míos -vascos, además, que son gente orgullosa- y les he llevado a los barrios del sur, los he puesto ante un sitio y les he preguntado: «A ver, ¿dónde estáis? ¿Vitoria, Estocolmo, qué os sugieren estos paisajes, urbanizaciones impecables, edificios bien construidos, limpieza y carriles-bici por todos lados?...» Se quedaban desconcertados. Para levantar el orgullo de la ciudad, yo daría una tríada de ciudades ejemplares de tamaño medio en España: Vitoria/Gasteiz, Pamplona y Gijón. Es la tríada de ciudades norteñas de gran calidad. Aunque sé que es una opinión que no todos comparten o de la que no todos son conscientes.

 -Empezando por no pocos gijoneses, por mucho que amen a su ciudad.

 -Muchos de los que conozco no han estado en el cementerio de Ceares, o no conocen el parque de Los Pericones. O conocen mal o no han llegado al final del Parque Fluvial de Viesques, un ejemplo increíble de lo que debe de ser ese tipo de parques, o no han recorrido multitud de sus senderos... Esta es una ciudad de una calidad extraordinaria, también en su relación con el medio ambiente, con el mar y con la playa. Y su urbanización, incluso en sus partes duras, se ha suavizado con actuaciones como ese lifting que se ha hecho en el Muro de San Lorenzo. Indudablemente, ha mejorado la calidad. No se puede remediar la chifladura de las distintas alturas, pero queda bien. 

 -Con lo cual hemos llegado a lo que le preocupa de verdad. La situación de la playa.

-Es algo que se me empezó a suscitar tras la inauguración de la ampliación de El Musel. Entonces los jóvenes, los surferos, me empiezan a hablar de que se van a cargar las olas, la apertura de la playa... Es increíble que hasta la Escalera 6 o 7 la playa no parezca mar abierto sino un lago cerrado. El espigón cierra ahí prácticamente el conjunto de la bahía. Esas Escaleras son los únicos sitios donde la playa no da claustrofobia. Y eso en una ciudad con una playa como esa, una ciudad que a sus habitantes los llama «playos» y que hace de la playa casi su seña de identidad para sí misma y para muchos visitantes. No me puedo creer que se pueda atentar contra un valor tan básico de la ciudad.

 -Que además considera un valor en términos económicos.

 -Los datos del Principado dicen que el turismo aporta una media del 10 por ciento de la riqueza de Asturias. En Gijón, como ciudad aún industrial, en torno al 6 por ciento, y el 7,5 por ciento del empleo, y creciendo. Pero, sobre todo, es que la playa es un activo duradero. ArcelorMittal se puede ir mañana. O pasado. Dios no lo quiera, pero las decisiones de deslocalización de las multinacionales se toman en lugares muy apartados y prácticamente no se puede hacer nada. Los recursos ambientales, paisajísticos y turísticos son más estables. La situación de privilegio de la ciudad de Gijón con su entorno, su clima, su paisaje y su playa son recursos fijos. Además, en términos de accesibilidad y de intimidad con la ciudad, es una playa excepcional. El 80 por ciento de la ciudad puede llegar andando a la playa en menos de un cuarto de hora. Eso es un lujo increíble, incluso dejando de lado el turismo. Quizá es algo que no se valora porque se tiene. Y el famoso superpuerto, como el problema de la depuradora, atentan contra ese valor esencial de la ciudad.

 -¿Qué efectos negativos sobre el arenal atribuye a la ampliación de El Musel?

 -Algo que ve puede ver todo el mundo: el oleaje ha disminuido, la zona de la Escalerona es la más batida por el mar y sobre todo ha disminuido de manera muy importante la cantidad de arena. Yo diría que en torno a un tercio de superficie de arena seca con marea alta. Si ya teníamos una playa muy sobrecargada en julio y agosto en horas de marea alta, ahora es prácticamente impracticable. Se han perdido miles de metros, si no decenas de miles de metros cúbicos de arena.

-¿Y qué hacer?

 -Desde luego, ya no es posible derruir el dique. Así que los primero es hacer estudios en profundidad, que dudo que se hicieran en el momento de plantear la obra, sobre corrientes, dinámica de acarrea de sólidos finos en el interior de la bahía; sobre si es un fenómeno pasajero o permanente la pérdida de arena, si se puede ir agravando... Hay que tener un buen diagnóstico. Lo lógico es que hubiese sido antes, lo mismo que con los freáticos del túnel de Pajares, donde se está gastando una millonada en cemento para recubrir los huecos porque como todo el mundo sabe, los estudios geológicos se habían hecho de mala manera. Y luego, tomar medidas a partir de eso, saber si hay que hacer acarreos de arena cada dos o tres años...

 -Estudios existen, y parecen demostrar que los efectos no son tan severos.

-Pues van contra la experiencia común que tiene cualquier observador o usuario de la playa a lo largo de todos estos años.

 -¿Le puede consolar alguna compensación en términos económicos?

 -No he hecho estudios exprofeso sobre la utilización del puerto, pero según los medios en 2007 había un tráfico de 20,8 millones de toneladas, de las cuales un 89,2 por ciento eran graneles sólidos; en 2015, ha subido a 21,3, es decir, 0,5 millones de toneladas. Es poquísimo. Menos de un 2 por ciento de incremento. Y el porcentaje de graneles sigue siendo un 89,3 por ciento. Es decir: una inversión que va a estar cercana a los 1.000 millones de euros no se ve justificada de momento ni por un aumento significativo del tráfico ni por una modificación sustancial de la composición de tráficos que aporten mayor valor añadido para el puerto. Siguen siendo graneles sólidos y líquidos, con el problema añadido de contaminación por partículas que presentan esas toneladas de carbón acumuladas en el dique.

 -Y además se cayó la regasificadora.

 -El problema es de planificación, pero no solo del puerto de Gijón, sino del conjunto de puertos españoles y de la cornisa cantábrica. No se puede pretender que el litoral cántabro-atlántico español vaya a tener ocho superpuertos. Para eso hay un Estado central, un ministerio de Fomento: para hacer una planificación estratégica conjunta y no dejar que cada uno vaya por libre. He llegado a leer que el puerto de Gijón, con la ampliación, iba a competir con Rotterdam. Si no fuera una broma de mal gusto, sería una tontería. No se puede jugar con el dinero público con esta frivolidad. Está claro que cada superpuerto, durante su construcción, genera empleo y negocio, pero es una riqueza artificial, a corto plazo, que se agota en el momento en que se acaba la obra y que luego se convierte en una carga. Con esos 1.000 millones, probablemente se podría haber dado la vuelta a toda la planificación de políticas de innovación, de creación de suelo para actividades de alta cualificación, con los mejores estándares, campañas internacionales para traer pequeñas industrias innovadoras... Lo que necesita esta ciudad, Asturias en general, no son nuevas siderurgias.

 -¿Mirar, entonces, no hacia el Oeste fabril de Gijón sino hacia el Este y el Parque Científico-Tecnológico?

 -En efecto. Es el modelo. Esta ciudad tiene unas condiciones perfectas. No está aislada: tiene comunicaciones estupendas, un aeropuerto que funciona, un sistema de autopistas, un tren que te pone en cuatro horas y media en Madrid, un medio ambiente y una belleza impresionantes... No solo hay que competir por ser atractivos para el turismo. Gijón, Asturias, tienen que competir por ser muy atractivas para localizar empresas. Lo que hace atractiva Asturias para el turismo lo tiene que hacer también para los inversores, los empresarios, los altos directivos, los técnicos calificados... pero de empresas con alto valor añadido, no de regasificadoras; de empresas intensivas no en capital sino en conocimiento, en mano de obra calificada, en salarios altos. Lo que verdaderamente genera riqueza en una región es la implantación de un modelo sólido, moderno, innovador... Ese tipo de nuevas empresas ligadas al conocimiento, a la innovación, a los nuevos productos, al diseño, no producen, además, efectos ambientales adversos. Ahí es donde hay que incidir. Toda la zona de Cabueñes es un ejemplo que se tendría que haber replicado media docena de veces más en toda la región. Es otra de esas zonas que te hace pensar que estás en Suecia o Finlandia, no en España; o al menos, no en la España cutre, seca, pobre, desordenada. La zona del campus universitario o la Laboral tiene un paisaje impresionante y, con dos pesetas más, puede además tener metro. En algún momento habrá que ver si conviene rentabilizar la inversión de ese túnel del Metrotrén que está ahí. Todo eso, más LABoral, el Jardín Botánico -el mejor ejemplo de botánico que conozco en España, y no exagero-, el polígono tecnológico... Ese es el futuro. Y hay mucho suelo, muchas posibilidades. La Laboral está infrautilizada y el campus tiene espacio. Ese complejo -universidad, ciencia, innovación, cultura, diseño, productos de alta tecnología- es el futuro de esta región, y no las montañas de carbón a cielo abierto en un muelle que se ha cargado la playa. A la vista de todo eso hay que preguntarse qué políticas de ese tipo se podrían haber hecho con esos 1.000 millones probablemente despercidados -al menos en buena parte- en El Musel. Es lo que se tendrían que preguntar las élites locales.

 -¿Y los ciudadanos no?

 -En una región como Asturias, con un paro como el que hay, a los ciudadanos les dices que vas a hacer una planta de incineración de residuos de coque que va a dar cincuenta empleos, aunque vaya a producir grandes nubes de humo, y los ciudadanos, encantados. Pero eso no es el futuro. Es pan para hoy y hambre para mañana. Y menos para una zona con las ventajas competitivas impresionantes que tienen esta ciudad y Asturias en general.

-Ha mencionado el metrotrén. ¿Qué sensación le produce el gran solar del plan de vías a un urbanista?

 -Fue un error mover la estación. La gran ventaja del ferrocarril en todas las estaciones europeas está en su centralidad. Frente a la carretera, con las dificultades para dejar los coches, o el aeropuerto, con sus distancias, el tren llega al centro. Andando o en un taxi, por cinco euros, te pones en cualquier sitio. La plaza del Humedal era la mejor localización, y además estaba a un paso de la estación de autobuses de Alsa, que habría que remodelar. Llevarse la estación parece una solución más bien especulativa para liberar unas hectáreas de suelo que ahora mismo han quedado además sin uso.

 -¿Basta con un jardín, con un parque?

 -La solución del parque para esa lengua de tierra me parece la más tonta, la más facilona y la menos conveniente. La ciudad tiene parques de sobra como para convertir en otro parque una pieza de terreno tan estratégica. Será políticamente correcto y quedará bien en las tertulias radiofónicas baratas, pero es una solución facilona. Me estoy metiendo en un terreno que no controlo suficientemente bien, pero probablemente habría que ver la posibilidad de encajar la vieja estación del Humedal con la nueva a través de algún sistema rápido que conecte con ese futuro metro que enlace la ciudad con Cabueñes. Habría que ver si se puede recuperar al menos un intercambiador urbano. Es muy sorprendente, un despilfarro. En los 18 años que llevo viniendo aquí he visto tres estaciones y otra en proyecto, y eso en una región teóricamente pobre y con un alto nivel de paro. A ver qué ciudad europea construye cuatro estaciones en ese plazo: la antigua del Humedal, la que ya no existe frente a Poniente, la provisional, la que se tiene que construir y no hay dinero para hacer... Me parece un despilfarro inaudito, y no es el único que veo en infraestructuras.

-¿A cuál se refiere?

-Entre el espacio central y la costa hay cuatro autopistas, y alguna de ellas con tráfico muy limitado. Eso también es inaudito. Una inversión gigantesca que es muy cuestionable en mi opinión. En España se puso de moda hace veinte años, y sigue estándolo, que las infraestructuras crean riqueza per se. Y es mentira. Un puerto vacío no genera ninguna riqueza. Una vez construido, genera deuda. Pero sigue habiendo esa percepción. Todos estamos de acuerdo en que la autopista del Cantábrico cumple una función importante, pero de ahí a desdoblarla, multiplicarla, llevarla al interior? ¿No hubiera sido más interesante impulsar un desarrollo alternativo en Mieres, en Langreo, para absorber el terrible paro estructural que ha generado el final, el casi final, de la minería? ¿Para qué cuatro autopistas? ¿Para deprimir aún más el comercio local de Langreo y Mieres y que la gente pueda venir en media hora a comprar a Gijón? Es un poco la política de los portugueses respecto a España. Ellos se preguntan si realmente interesa cerrar el AVE Madrid-Lisboa. Probablemente no. Prevén que eso les va a someter al área comercial de Madrid, una región urbana incomparablemente mayor; más les vale mantener las distancias en tiempo y defender su mercado interno.

 -¿O sea, que, por ejemplo, la Autovía Minera no aportan nada a las Cuencas sino que más bien drenan sus recursos?

 -Paradójicamente, aquí en Asturias, aparte de deudas y reclamaciones, esas autopistas no generan nada; vacían de actividad zonas locales ya deprimidas. Hay que empezar a desmitificar las infraestructuras. No significan desarrollo per se. Un nivel adecuado resulta imprescindible; si te pasas, como en El Musel o con las cuatro autopistas, es empobrecer zonas pobres y poco favorecidas.

 -Volvamos a Gijón. ¿Qué hay de su «Caribdis», del problema eterno del saneamiento en Gijón?

 -La paralización, cuando estaba prácticamente acabada, de la depuradora del Este. Me parece increíble que los desechos de una población de 150.000 habitantes, más los estacionales, vayan directamente al Cantábrico desde los acantilados de Peñarrubia a través de un emisario que tiene fugas. Algo que han certificado submarinistas a los que conozco personalmente en algún caso. A 2,3 kilómetros desemboca ese emisario; más o menos, a 5 de la playa de San Lorenzo. Me parece increible que se hayan hecho las cosas tan mal por parte del ayuntamiento, del ministerio, en los estudios de impacto, en las valoraciones de alternativas... No haber sido capaces de convencer a los jueces de que era la mejor alternativa, la más sensata; de pactar con los propietarios para que la depuradora se quede allí. Probablemente, antes que ellos, seguramente allí estaba ya la Plantona, y antes las balsas de decantación a cielo abierto que estaban muy atrás en el siglo XX. Al desaparecer la antigua Plantona se han quitado los mecanismos de desarenado y desengrasado y se está vertiendo esa cantidad de residuos orgánicos, prácticamente sin tratar, al Cantábrico. Eso atenta contra la salud pública y atenta contra la excelencia turística y ambiental que quiere tener esta región y que quiere tener su buque insignia turístico, que es esta ciudad.

-¿Qué opina de la sentencia?

-No me he leído las sentencias de la Audiencia Nacional, el TSJA y el Supremo, pero por lo que he leído y me han comentado, se trata de un problema, más que de fondo, de formas. No se ha argumentado con suficiente profundidad y capacidad de convicción las ventajas del sitio finalmente elegido, la zona de El Pisón, que no se eligió por casualidad. Es un sitio lógico, de cotas bajas, adonde iban las aguas residuales desde hace muchas décadas. En función de eso, se ha optado por defender los intereses supuestamente vulnerados de unas decenas, un centenar escaso de propietarios, frente al interés general de una ciudad que en época estival puede llegar a 350.000 habitantes. Eso llama la atención. Quiere decir no solo que los propietarios se hayan empecinado en una actitud contraria a los intereses de la ciudad, sino que las administraciones públicas probablemente tampoco lo han hecho bien. No conozco cuál fue la política de concesión de licencias municipales en la zona, pero es evidente que, en un momento dado, algún planeamiento legalizó el uso residencial de baja densidad o de densidad media y que luego se concedieron licencias de edificación, sabiendo que había una instalación de depuración que probablemente debería ser ampliada y modernizada. No deja de ser un riesgo que posiblemente asumió con demasiada alegría el ayuntamiento.

 -¿Y respecto a la posición de los vecinos? ¿No la entiende?

 -Con todos los respetos hacia sus intereses y desde mi punto de vista, no han sido capaces de llegar a un pacto, de acordar con el ayuntamiento medidas correctoras, compensaciones económicas, indemnizaciones a casos especiales que permitieran reubicación más lejos de la zona... pero que probablemente, desde el punto de vista económico, hubiera sido mucho mejor que tirar por la borda los 36 millones que costó la depuradora y lo que costaría relocalizarla. Pero es un problema clásico que se produce sobre todo en zonas residenciales de clase media o media-alta. En Gijón y en todos sitios, al menos en el mundo occidental: una resistencia a que se instale nada que pueda suponer una molestia o una disminución de los precios de los bienes inmuebles, terrenos, viviendas, chalés... Es algo tan conocido que ha generado un subgénero en la literatura urbanística sobre los nimybs: el acrónimo inglés de not in my backyard, «no en mi patio trasero». Depuradoras, viviendas de protección pública, estaciones de tratamiento de residuos: todo ese tipo de actividades provocan esa reacción. Y en ese escenario yo echo de menos que las administraciones no se hayan tomado el asunto con más capacidad de convicción y de pacto. Porque en las ciudades, como estamos viendo ahora en la política nacional, es imprescindible.  Las ciudades son siempre escenarios de conflicto.

-Zona de guerra, si se dejan ir las cosas. 

-Zona de guerra, sí. Por eso hay ordenanzas municipales, planes de urbanismo, limitaciones de ruidos, horarios, prohibiciones de consumir bebidas en la calle... Este es uno de esos casos de conflicto urbano, de los que hay miles, que no se ha sabido encauzar por parte de las administraciones ni de los propietarios y ha acabado generando un problema de salud pública gravísimo. En julio leí dos mediciones semanales en la Escalera 12, que es la más popular de la playa. Daba una calidad de agua «suficiente» dos semanas, la mitad del mes; una medición que, descrita por la propia agencia municipal que toma las muestras y analiza, es el grado inmediatamente anterior al «Prohibido bañarse» y está descrito como «Bañarse con precaución». ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué si bebes un poco de agua puede ser peligroso? Si tuviéramos mediciones diarias, el diagnóstico podría ser más preciso, pero el ayuntamiento las hace solo semanales. Esa es la realidad.