En busca del «efecto Tabacalera»

J. C. Gea REDACCIÓN

GIJÓN

El edificio de Tabacalera, visto desde el cerro de Santa Catalina, con Gijón al fondo
El edificio de Tabacalera, visto desde el cerro de Santa Catalina, con Gijón al fondo

Más que en simple centro cultural, la Plataforma Ciudadana surgida en torno al edificio de Cimavilla pretende convertirlo en una fábrica para la transformación política de la ciudad

23 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Poco pan y pésimo circo, pero no por falta de buena materia prima». El viejo lema romano acaba de ser desempolvado y reajustado para describir de la manera más expresiva la situación de las políticas culturales en Gijón; al menos, según el diagnóstico que hoy han hecho público los integrantes de la llamada Plataforma Ciudadana Tabacalera Gijón, colectivo que agrupa «a un grupo de ciudadanos y ciudadanas que se preocupan por el futuro de una ciudad cuyo rumbo ha ido dando tumbos y echando de su seno a gran parte de la ciudadanía». El comunicado fue elaborado el pasado jueves por uno de la media docena de «nodos» de trabajo surgidos de las dos asambleas celebradas en los meses de febrero y abril. en principio para debatir el futuro del edificio que da nombre a la plataforma, pero también para revisar a partir de ahí toda la política cultural de la ciudad... y más allá. Mucho más allá, a juzgar por el planteamiento y el tono del manifiesto hecho público el viernes, en el que política cultural, políticas sociales y políticas, sin más, aparecen estrechamente entrelazadas.

La Plataforma, a la que se han sumado creadores y agentes culturales de todo género, vecinos del Barrio Alto gijonés y ciudadanos en general parte en su comunicado de tres «constataciones» en principio ceñidas al ámbito de la gestión sociocultural: una oferta cultural «en constante retroceso» y «cada vez más desconectada de la realidad»; una desatención reiterada de «reclamaciones de tipo social» emitidas desde los barrios y la disponibilidad de numerosos edificios de propiedad pública desocupados o sin propuestas efectivas para su uso».

Sobre esa base, y a falta de lo que se pueda concretar en un diálogo que quiere abierto y asambleario, el horizonte de la Plataforma se basa en «la propuesta de convertir el edificio en un centro cultural autogestionado, pegado a la calle y realista» capaz de convertirse en un estimulante para Cimadevilla que devolvería al barrio «actividad diurna» y tiraría de servicios históricamente demandados por sus vecinos como transporte público y equipamientos sanitarios. Pero también se postula que ese efecto Tabacalera hacia Cimadevilla sería contagioso, porque -añade el comunicado- «puede contribuir decisivamente al crecimiento económico de una ciudad envejecida que malvive de jubilaciones y visitas de dudosa rentabilidad» en un escenario de «crecimiento industrial desmantelado».

Además, el comunicado habla de la posibilidad de convertir Tabacalera incluso el núcleo de una red que integrase equipamientos ya existentes (las termas del Campo Valdés, la Campa Torres, Veranes...) «Todo ello podría formar parte de un todo articulado desde la Antigua Tabacalera», conjetura el comunicado, que añade: «Eso y mucho más».

De la política cultural a la política

Ese «mucho más» coge un vuelo infinitamente más político 

propone la creación de una asamblea que se convierta nada menos que en «una herramienta de reflexión colectiva, crítica y a la vez propositiva» que permita «una confluencia de lo social y lo cultural en un tipo de política no sólo institucional». e «imaginar en común un futuro que ponga fin a la inercia de desempleo, emigración y declive que caracteriza hoy por hoy a nuestra ciudad y nos empodere para materializarlo». Más aún: una asamblea que «reflexione sobre el futuro de la ciudad de Gijón y garantice que los cargos electos den respuesta a las necesidades y deseos de la ciudadanía. Es preciso cuestionar el modelo actual, basado en delegar a los representantes políticos la toma de decisiones referidas a la vida cotidiana».

¿Qué tiene que ver un debate inicialmente cultural, urbanístico y de equipamientos sociales, como parece que era hasta el momento el suscitado por el proyecto Tabacalera? Con un lenguaje en el que es muy reconocible la impronta de los discursos políticos surgidos en torno al 15-M, el manifiesto responde. Imaginar es, de nuevo, el verbo: «Imaginamos Tabacalera como la cabeza visible de un cuerpo deslocalizado y múltiple, un espacio de producción de conocimiento con voluntad de acoger y dar voz a múltiples modos de hacer de agentes y colectivos locales y exteriores, que devuelvan o sitúen la necesidad de pensar y trabajar en cultura como un elemento sustancial para el desarrollo político».

Más allá del cachopo y la playa

Más concretas y contundentes son las afirmaciones de la Plataforma Tabacalera cuando critica lo que considera como elementos centrales de la política cultural que atribuye al Gobierno forista de Carmen Moriyón (pero que también extiende a inercias generadas en los mandatos previos del PSOE). El comunicado apunta contra la gestión multidireccional de la empresa municipal Divertia, responsable de la cultura, el turismo y los festejos: «La oferta del cachopo, playa, verde y sidra, se antoja limitada y no demasiado atractiva a la hora de fomentar visitas que alejen el fantasma de las despedidas de soltero de nuestras calles». No son «los toros, el raid aéreo, el breve verano, los concurso de pinchos y -de nuevo el cachopo- las competiciones «para ver quién ha conseguido hacer un cachopo mayor que el cual no pueda ser pensado».

Frente a todo ello, la Plataforma reitera un lamento cada vez más frecuente en los círculos culturales de Gijón, la añoranza de lo que ya se añora como una especie de Edad de Oro de una actividad cultural que «puso en el mapa a Gijón», asegura y enumera «su festival de cine, su caldo de cultivo independiente, sus barras cargadas de razones, sus conciertos, sus festivales literarios y festivos?» 

«Probablemente no haya un mejor lugar desde el que construir una alternativa al Gijón colorido pero hueco en el que habitamos, de momento», concluye el comunicado de la Plataforma Tabacalera. El tiempo dirá si se peca de optimismo o si es razonable poner tantas esperanzas en el edificio que, después de ser un convento, fue también el lugar donde, con la Fábrica de Tabacos, nació la industria moderna de Gijón.