Investigadores de la Universidad de Oviedo idean un sistema para reutilizar residuos de construcción y demolición en pavimentos con dispositivos que produzcan calor o refrigeración

Cuando un edificio llega al final de su vida útil y no se puede rehabilitar, no queda otro remedio que derribarlo. Y esto genera un enorme y engorroso volumen de desechos, lo que se llama técnicamente residuos de construcción y demolición (RCD), que desde siempre han supuesto un desafío que afrontar tanto para las administraciones como para las empresas.

Aunque depende la actividad del mercado de la vivienda y de la cantidad de obra pública, el sector de la construcción llegó a producir en Asturias unas 800.000 toneladas de residuos en 2006, su dato más alto.

A la vista de esa montaña (simbólica y real), un estudio de investigadores de la Universidad de Oviedo plantea lo que podría, al menos, ser una parte de la solución: usar los RCD, una vez tratados, para realizar pavimentos urbanos; algo que ya se venía haciendo, pero que ahora añade otros valores: crear zonas verdes y, al mismo tiempo, asociarlos a instalaciones subterráneas que ahorren energía a los edificios cercanos.

Es el objetivo impulsado por el equipo formado por dos profesores de la institución asturiana, los ingenieros Luis Sañudo Fontaneda y Felipe Álvarez Rabanal, como directores de la tesis del tercer miembro, el investigador y también ingeniero Carlos Rey Mahía. El trabajo se titula Reutilización de RCD mixto en SUDS para la creación de superficies urbanas multifuncionales en la gestión sostenible de pluviales y aprovechamiento energético y cuenta con financiación de FICYT con fondos FEDER, La Fundación Universidad de Oviedo, EMASA y el Ayuntamiento de Gijón.

¿Cómo funciona este sistema? El profesor Sañudo, que ya realizó estudios previos sobre esta tecnología en la Universidad de Coventry (Reino Unido), explica que lo que se persigue es «un triple objetivo»: renaturalizar la ciudad, es decir, reintroducir la naturaleza en el ámbito urbano; reutilizar materiales de acuerdo con la economía circular y, por último y no menos importante, contribuir a la eficiencia energética.

Los investigadores Carlos Rey y Luis Sañudo
Los investigadores Carlos Rey y Luis Sañudo

Para ello, comenzaron por solicitar a la empresa pública Cogersa muestras de los áridos reciclados que produce en su planta de reciclaje de escombros desde 2003, y en concreto, los del tamaño menor a 32 mm., con el fin de usarlos en los ensayos.

El material mixto de ese calibre se suele emplear para realizar cimientos y núcleos de terraplén, caminos de servicio y peatonales o asentar conducciones y canalizaciones, aunque existen otros tipos de composición (hormigón o mezclas bituminuosas) y calibre que se aplican a múltiples usos. La planta de Cogersa clasifica y recicla todo ese material que les entregó y emplearon en lugar del usado habitualmente (materiales convencionales de nueva fabricación) y lo combinaron con una capa de arcilla expandida.

En sus experimentos, comprobaron que, por debajo de una capa de tierra con vegetación, los RCD seleccionados y la arcilla mejoraban la capacidad de aislamiento térmico entre un 51% y un 87% dependiendo de las condiciones de humedad. Esto deja pasar el agua pluvial, mientras que, en el subsuelo, un sistema de intercambio de calor se conecta con un edificio cercano, ya sea vivienda, oficina, comercial u otro.

Básicamente se trata de unas tuberías por las que circula un líquido que se enfría o calienta bajo la tierra y luego retorna al edificio. De esta forma, asegura Sañudo «se aumenta mucho la eficiencia energética», es decir, que ahorraría directamente, por ejemplo, en sistemas de calefacción o refrigeración. «La clave está en la profundidad del intercambiador y los materiales», señala.

¿Significa esto que se podría aplicar a todas y cada una de las superficies cercanas un edificio? Como esto no es magia, sino ciencia, la respuesta es, de momento, que no: «No hay nada que sea una panacea. Este sistema ayuda a reducir gasto y a utilizar materiales reciclados, pero hay que tener en cuenta otros factores. Por ejemplo, que de momento no lo podríamos aplicar en lugares con tráfico pesado», dado que estos materiales procedentes de RCD que utilizaron en concreto no soportan tanto peso. La idea, no obstante, es que sí se pueda aplicar en zonas verdes y peatonales, lo que no es poco.

El siguiente paso: la aplicación

El profesor Sañudo explica que, una vez que se ha llegado a unos resultados en laboratorio, «estamos muy cerca de la aplicación práctica. Al final, no queremos que los estudios se queden sólo en el papel». Para ello, permanecen en contacto con técnicos del Principado y algunas empresas que pueden estar interesadas en colaborar para el desarrollo en esta última fase, el trabajo de campo: hacer una instalación real y calcular la eficiencia energética y otras variables que ya han comprobado en laboratorio.

También sería necesario plantearse si merecería la pena, desde el punto de vista económico, el tratamiento previo de los residuos de forma que las aguas pluviales que pasen por estos suelos sean lo más limpias posibles, aunque los materiales utilizados ya han sido procesados. Pero esto formaría parte de una nueva investigación, porque el avance en la sostenibilidad del planeta nunca para.

Los áridos reciclados, una obligación en ciernes

Usar áridos reciclados en la construcción de viviendas o infraestructuras va a dejar de ser pronto una opción para convertirse en algo obligado por ley, o cuando menos impulsado desde la administración a través de mecanismos como la compra pública verde o los criterios de sostenibilidad en las licitaciones. El Gobierno asturiano ha aprobado una estrategia de economía circular con la que promueve que al menos un 40% del material empleado en la obra civil, la edificación y el urbanismo, sea reciclado, tanto en el ámbito público como en el privado. En esa línea publicó recientemente Guía de áridos reciclados, una referencia obligada para la utilización en Asturias de materias primas secundarias provenientes de residuos de la demolición. Cogersa comercializa áridos reciclados en su planta de Serín. Se trata de zahorras de 0 a 32 mm y gravas de 40 a 120 mm cuya calidad está acreditada por los estándares europeos y controlada en laboratorios externos.