Cada año se desperdician en Asturias más de 16.000 toneladas de textiles. ¿Dónde van las prendas que tiramos, y las que llevamos a los contenedores de reciclaje?

A menudo, una acción cotidiana como sacar de los altillos la ropa de temporada requiere decisiones que puede que no tengamos muy claras. Sin embargo, serán de un alcance insospechado. ¿Qué hacer con la ropa que queremos descartar? ¿Dónde la llevamos, si no queremos tirarla directamente al cubo de la basura? Y, sobre todo, ¿Dónde va nuestra ropa usada?

Las cifras van cambiando día a día, pero aún estamos lejos de dar una excelente noticia en este sentido: La inmensa mayor parte acaba, desgraciadamente, en los vertederos, según el Análisis de la ropa usada en España elaborado por la cooperativa Moda Re (entidad dependiente de Cáritas). En las cifras nacionales, solo un 12% acaba en contenedores de ropa y de ahí a reutilización o reciclaje.

Y eso que en Asturias somos la tercera comunidad con mejores datos, en torno al 14% de reutilización (aún lejos de la primera, que es el País Vasco, con un 24%). Eso significa que de las 19.000 toneladas de textiles que descartamos, tan solo 2.660 se reciclan o reutilizan. El resto va a los vertederos; un desperdicio colosal.

Una nave de procesamiento de ropa usada para convertir el residuo textil en hilo, tejido o prenda
Una nave de procesamiento de ropa usada para convertir el residuo textil en hilo, tejido o prenda ANGEL MANSO

Producir ropa es costoso en términos medioambientales. Por eso, esta es, según los expertos, una de las grandes asignaturas pendientes de la economía circular de nuestro país. En sus diferentes campañas, Cogersa insiste en la necesidad de pensárselo dos veces antes de arrojar a la basura una prenda: llevarlo a un contenedor de ONGs que la recogen, customizar, compartir e incluso regalar son siempre mejores opciones.

La Estrategia de Economía Circular del Principado de Asturias es el documento clave que manejan tanto Cogersa como la Administración regional para el plazo 2023-2030. En él se prevén muchos aspectos para «avanzar hacia una economía sostenible, descarbonizada y eficiente»; por eso, entre sus numerosos análisis y propuestas, señala el textil como uno de los sectores a tener en cuenta.

En Asturias, dice el documento, «una gran cantidad de residuos no peligrosos y no biodegradables son valorizables, pero no se recuperan», pese a los notables esfuerzos en este sentido.

Algunas startups e iniciativas privadas están comenzando a ver en el textil reciclado (como la asturiana Nael Swimwear, que realiza tejidos con plásticos procedentes del mar)  o de materiales compostables, una línea de negocio interesante para el futuro, no solo desde el punto de vista de la conciencia ecológica, sino como una buena opción de economía circular rentable.

En este sentido, se lanzó hace unos años el proyecto europeo FIBFAB que pretendía impulsar la producción de tejidos con materiales sostenibles y respetuosos con el medio ambiente. Por ejemplo, el PLA (polímero de ácido poliáctico), un material elaborado con el ácido láctico que produce la fermentación de azúcares procedentes del maíz o la remolacha.

FIBFAB trabajó en la creación de un nuevo compuesto basado en el PLA con mejores propiedades mecánicas que le permite sobrevivir a los ciclos de lavado -este era un escollo inicial- y todas las propiedades necesarias para ser utilizado en el proceso de hilado para crear fibras. Después de muchas pruebas, se logró producir un polímero con el que confeccionar ropa 100% biodegradable y reciclable, que también cumple con las normas de la industria. Sin embargo, hay recientes estudios como este de una universidad norteamericana que señalan que algunas telas catalogadas como biodegradables pueden estar más de un año sin desintegrarse, porque se pueden compostar en condiciones concretas, pero a veces éstas no se dan en la naturaleza. De modo que todavía queda un camino por recorrer; si es más o corto o más largo dependerá del impulso que se le dé desde las administraciones y también desde la industria y los consumidores, claro.

De momento, recicla

Mientras la industria desarrolla estos nuevos productos biodegradables y de procedencia sostenible, la mejor opción para el usuario de a pie es, obviamente, reutilizar, arreglar y conservar su propia ropa todo lo posible y razonable. Y cuando ya no lo es, utilizar las vías adecuadas para darle una segunda vida o reciclarla y que tenga una tercera vida… o una muerte digna para el medio ambiente.

Un camión de reciclaje de Koopera (Cáritas) deposita en su nave de Asturias la ropa recogida para clasificar, reutilizar o reciclar
Un camión de reciclaje de Koopera (Cáritas) deposita en su nave de Asturias la ropa recogida para clasificar, reutilizar o reciclar KOOPERA

En cuanto a reciclaje, el consorcio Cogersa mantiene desde hace años un convenio de colaboración con la Fundación Humana que dispone de contenedores de recogida selectiva en los puntos limpios vigilados de Asturias. 

Pero la mayor parte del reciclaje y reutilización recae, hoy por hoy, en la organización benéfica Cáritas, que procesa en torno al 10% de la ropa descartada en Asturias; unas 1.850 toneladas al año.

Según explica Aida Rodríguez, responsable de servicio de Koopera (la empresa de economía social de Cáritas), esta empresa creada en 2014 da trabajo ya a 32 personas en sus dos tiendas de Oviedo y Gijón (pronto abrirán otra en Avilés) y en la planta de procesamiento de Lugones.

El viaje de una prenda

Cuando uno deposita la ropa en uno de los contenedores rojos de Cáritas, un camión la recogerá y llevará a la nave de Lugones (Siero), el primer centro de clasificación. Ahí, los empleados seleccionarán las prendas que pueden ser higienizadas y vendidas en sus tiendas. Dentro de poco tendrán un punto de venta en los hipermercados Alcampo, que ya los han instalado en otras comunidades.

El resto se envía a una gran planta de procesamiento de Cáritas en el País Vasco. Rodríguez señala que la idea fue agrupar bajo el paraguas de la cooperativa de ámbito nacional Moda Re los servicios compartidos entre varias comunidades. “De esta forma no solo centralizamos servicios, sino que tenemos más fuerza a la hora de hablar con las administraciones, por ejemplo”.

Una de las tiendas de Koopera, la empresa de inserción de Cáritas, en Asturias
Una de las tiendas de Koopera, la empresa de inserción de Cáritas, en Asturias KOOPERA

Y esto es necesario, puesto que la nueva ley de residuos establece que, a la hora de licitar los permisos para instalar contenedores, se debe reservar el 50% para empresas de inserción social. Y esto, señala, no siempre se cumple al pie de la letra.

Lo que llega a Vizcaya se vuelve a clasificar, bien para poner a la venta directamente o bien para entregar a empresas que realizan el reciclaje de las fibras. Para eso, se dispone de unas máquinas que reconocen la composición de cada prenda y facilita la entrega, que debe ser por categorías concretas.

Cada vez más jóvenes

La recogida en contenedores de Cáritas, dice Aida Rodríguez, permanece estable en los últimos dos o tres años. La razón puede ser la popularidad de plataformas de venta de segunda mano como Vinted o Wallapop, una alternativa para rentabilizar un poco el armario.

En cuanto al perfil del comprador Koopera, explica, cada vez es más joven y con menos prejuicios. «Cogersa ha hecho mucha labor educativa y de concienciación, eso deja huella en los jóvenes. Hemos visto a lo largo de estos años un perfil de compradores cada vez más jóvenes».

«Hay mucho camino que recorrer, mucho acaba en vertedero, necesitamos que haya más ciudades con contenedores», dice Rodríguez y también que el Gobierno tenga en cuenta una rebaja del IVA. Mientras que para la ropa de segunda mano en España se sigue pagando el 21%, en otros países de Europa se paga el 4% o incluso está exenta del impuesto.

Otra entidad que recoge ropa usada es Riquirraque de Emaús, una empresa de inserción social con sedes en Gijón y Avilés. La finalidad, dicen es aprovechar los textiles «para que no vayan a parar al vertedero». De lo que se les entrega, separan lo que se llama «fracción reutilizable», se clasifica, se higieniza y se pone a la venta en sus dos tiendas a muy bajo coste; un proceso similar al de Cáritas. También recoge muebles y enseres con el mismo fin.

En Asturias operan, en fin, otros colectivos benéficos sin ánimo de lucro que recogen ropa como Cruz Roja o la Iglesia Católica directamente a través de sus parroquias. Pero, ojo, advierten los expertos: la crisis ha hecho que se multiplique el mercado negro de residuos, no solo de papel o chatarra, sino también de ropa. Así que lo idóneo es asegurarse del destinatario correcto antes de dejar una prenda en la calle.