El confinamiento voluntario de un asturiano en Nueva York

S. Machargo

EMIGRACIÓN

El asturiano David, con su mujer Leticia y su hija, Greta, en el patio de su casa de Nueva York
El asturiano David, con su mujer Leticia y su hija, Greta, en el patio de su casa de Nueva York

El naveto David García vive en la ciudad estadounidense junto a su mujer y a su pequeña. Tomaron la decisión de quedarse en casa tras ver la situación en España e Italia

08 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

David García nació en Nava, pero ha vivido en múltiples ciudades. En 2005, terminó la carrera de Informática y se mudó a Glasgow por un trabajo de programador. La misma empresa le envió, en 2010, a la capital italiana para un proyecto de seis meses, pero la vida tenía otros planes para García. Así, acabó viviendo en Roma más de un lustro y conoció allí a Leticia, una madrileña que trabajaba en La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como abogada, y la principal razón por la que actualmente viven en Nueva York, junto a su pequeña Greta, de un año de edad. El 13 de marzo fue el último día que salieron de casa, pues decidieron confinarse de manera voluntaria, tras ver cómo estaba la situación en su España natal.

«Nosotros viendo cuál era la situación en España hemos llevado a cabo un confinamiento estricto (si bien no estaba impuesto) y no hemos salido para nada», explica el asturiano, y aprovechando las instrucciones de trabajar desde casa, de manera parcial por aquel entonces, decidieron que no saldrían para absolutamente nada. «Todo lo que necesitamos lo pedimos por Internet y nos lo entregan en casa», cuenta García. Eso sí, han notado un cambio de las primeras semanas a la actualidad: «Aunque al principio nos costó, acabamos encontrando servicios de entrega a domicilio para todo lo que necesitábamos: supermercado, panadería, frutería y hasta una pescadería que ya nos habría gustado encontrar antes».

Y es que el asturiano asegura que, entre el inicio de la pandemia y estas últimas semanas, la diferencia ha sido «abismal». Al principio, a David y a Leticia les costaba encontrar sitios que entregaran pedidos en menos de una semana. Durante los grandes picos de la pandemia, las entregas que ofrecían a la familia llegaban incluso a superar las tres semanas de espera. Ahora, el servicio ha mejorado «muchísimo» y las compras son entregadas en el mismo día que se realizan. En las primeras semanas, al igual que en nuestro país, las interminables colas de los supermercados eran la imagen más repetida, con su consecuente escasez de productos como el papel higiénico, el arroz o la pasta.

Las primeras semanas

Descartando las imágenes de los supermercados y tiendas de alimentación, las calles se vieron igual de transitadas de gente que siempre. «La gente no era muy consciente», asegura David García, quien sí notó un cambio importante en el gran foco de infecciones de la gran ciudad americana: el metro. «Más gente que nunca llevaba mascarilla y el ambiente de paranoia se empezaba a acusar», cuenta. A diferencia de la gran mayoría, David y Leticia, siendo españoles y habiendo vivido en Italia, seguían de cerca a su país de origen y uno de los de acogida de la pareja. El viernes 13 de marzo no volvieron a salir.

El primer fin de semana, cuando en España se decretaba por primera vez el Estado de Alarma, la pareja lo dedicó a planificar la que sería su vida las próximas once semanas, aunque eso aún no se sabía. Leticia ha estado trabajando desde entonces por las mañanas mientras David cuida de Greta. Las tardes el procedimiento es exactamente igual, pero cambiándose los papeles. Una vez acuestan a la pequeña, ambos retoman sus respectivos trabajos. «La verdad que lo llevamos bastante bien», se refiere García cuando habla de la nueva rutina que viven.

En esas primeras semanas, celebraron desde su confinamiento particular el primero aniversario de la pequeña Greta, el 19 de marzo. Tarta casera, pero sin vela, pues no llegó a tiempo, y cumpleaños feliz por videollamada. Así fue el primer cumpleaños de la pequeña, que será recordado por lo extraño de la situación que le ha tocado vivir.

Restricciones en Nueva York y malas noticias desde España

En la Gran Manzana comenzaron a cerrar los negocios, las escuelas, las calles se fueron vaciando y ya no se escuchaba el tráfico de las avenidas. «En este silencio extraño ya solo se escuchaba el sonido de las ambulancias, que cada vez eran más frecuentes», cuenta el asturiano de una situación sacada de película: «Las recuerdo especialmente por la noche cuando Leticia se levantaba a darle el pecho a Greta». Y es que mientras tanto, desde España, unos días después del cumpleaños de la pequeña de la casa, llegaban noticias agridulces: la madre de Leticia llevaba varios días con fiebre, lo atribuyeron a una infección renal, pero los días iban pasando y a pesar del antibiótico la fiebre no remitía.

Los días se hicieron largos para la pareja, pues la lejanía y el cambio horario aumentaban la intranquilidad de la madrileña, que se levantaba pronto para conocer todas las noticias llegadas desde nuestro país: «El insomnio nos acompañaba esos días y el confinamiento empezó a hacerse más duro al saber que teníamos un familiar afectado por el virus en el momento de mayor colapso en Madrid». Tras numerosos días que se les hicieron eternos, y en los que, Leticia hacía muchos esfuerzos por mantener el ánimo, especialmente durante sus ratos con Greta, la pareja comenzó «a ver la luz».

El primer paseo post confinamiento

Fue el domingo 17 de mayo cuando la familia decidió salir, con mascarillas que acababan de recibir a pesar de haberlas pedido en marzo. «Es extraño ver una ciudad de estas dimensiones casi vacía», explica. A pesar del impacto de ver Nueva York con escasos transeúntes, pues el confinamiento nunca ha sido absoluto, por lo que a David y Leticia les impactan más las imágenes de Madrid desierta. Fue en este primer paseo cuando vieron la realidad de negocios cerrados en su mayoría, solo abiertos algunos permanecen con el cartel «Only Deliveries». «Ante este panorama, lo ideal sería volver a mi Nava natal donde el virus parece ser solo un espejismo», sueña David García.