La banda repasó en el Derrame Rock algunos de los éxitos más relevantes de su trayectoria en su única actuación en Asturias este año
25 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Jorge Martínez, líder de Ilegales, busca siempre acordes para hacer chillar sus guitarras. Él dice que las canciones son muy cabronas y que hay que buscar constantemente los acordes. Y que, una vez que los encuentras, la canción se queda. Hace unas semanas, al empezar el verano en un día espléndido, compartí comida con Jorge, mientras buscaba un nuevo acorde para una vieja canción, esa suerte de momentos que son las cosas que ayudan a vivir. Y ya es lugar común decir que las canciones de Jorge, que es lo mismo que decir que las canciones de Ilegales, no son viejas por más años que cumplan, ya es lugar común hablar de la vigencia de «Europa ha muerto», en tiempos del Brexit; de «Tiempos nuevos, tiempos salvajes», en tiempos de cuerpos que son despezados por bombas, fusiles, camiones; de «Agotados de esperar el fin», en tiempos de parias que huyen de las guerras y a quienes se les da con la puerta en las narices?
Y de «África paga», que Ilegales recupera para el directo tantos años después, y que empieza buscando acordes, pero la banda no anda nada perdida. La banda estuvo el sábado en el Festival Derrame Rock, que cumplió veinte años, en el patio de la Laboral.
La banda, Jorge a la voz y a la guitarra, Willy Vijande al bajo, Jaime Belaústegui a la batería y Mike Vergara a los teclados y a la guitarra, dio su único concierto en Asturias de este año en la gira de defensa de su último disco, La vida es fuego, en Gijón, primer concierto en Asturias tras la muerte de su anterior bajista, Alejandro Blanco, y Jorge anunció, antes de acabar con «Destruye», magnífico postre, que el concierto le iba dedicado a Jandro, fulminado por el rayo una nefasta mañana de marzo.
El concierto de Ilegales en el Derrame se vio alterado por la suspensión del de Los Suaves, y así el repertorio se modificó, se amplió, y, además de lo previsto, sonaron canciones que la banda va recuperando para el vivo y el único concierto en Asturias del año de Ilegales sonó en una noche cálida para ver un directo engrasado. Por el sonido en manos de Vicente Ros, por la fontanería de Víctor Calderón y por la mirada atenta, fija, precisa en el escenario, en todo lo que sucede en las dos horas que duró el concierto, para cambiarle la guitarra a Jorge, para llevarle la copa a Jaime, de Constantino Mortera. Serio, concentrado, preciso Constan.
Ilegales engarzó canción tras canción, casi sin parar, con pocas palabras de Jorge, hasta el final. Dos horas de las canciones de todos estos tantos años y del último disco, «Voy al bar» es la primera que suena. Y las letras de Jorge, descriptoras de la vida, sin tapujos, hirientes y guerreras, hablan de lo mismo que habla Tom Waits, de los bares de Tom Waits, del bar de «I hope I don’t fall in love with you», de la turbia inquietud, y este bar, de alcohol ínfimo y vomitonas abortadas, es el mismo de las historias de soledades de Waits.
Y tras la apertura, las canciones, igual que los disparos de una ametralladora, y son las canciones y son los gestos, por eso la música en directo es una experiencia fundamental y distinta a la música reproducida por el medio que sea, por eso quienes quieren hurtárnosla se merecen que les dediquemos «Hacer mucho ruido».
Son los gestos, es ver juntos a Jorge y a Willy, es ver a Jaime, sin desfallecer. Es ver a Mike, después de una buena dosis a la guitarra, regresar al teclado, y en ese momento se desabrocha el botón de la camisa, se afloja la corbata -bien, la cosa va bien- para volverse pianista de blues en «Lavadora blues», la canción que Jorge compuso con 16 años y que hace seis que no está en los conciertos.
Y fueron tantas más. La recuperada «El fantasma de la autopista», la historia de Elena, la leyenda de la 632; «La chica del club de golf», ver madurar las manzanas, verte madurar a ti. «Regreso al sexo químicamente puro», majestuosa guitarra, la preferida entre las preferidas de la que esto escribe, cegada, la que esto escribe, en un momento de la canción por una de las luces rojas que escupía el escenario, cegada para escuchar esta canción terrible y excepcional. Convencida, la que esto escribe, de que la mejor descripción del amor es, también, de Jorge: el amor apesta, pero no lo bastante.
Y, ya que entramos en estos meandros, no hay nada más parecido al sexo que el rock and roll, esa descarga erótica de placer. Y, después de ver a Ilegales el sábado en Gijón, en la Laboral, en el Derrame Rock, pueden creerme si les digo que la banda no tiene ningún problema sexual.
Y que no hay sacerdote que oficie con más autoridad que Jorge Martínez cuando suena «Enamorados de Varsovia».