Diana Coanda y Víctor Velasco, Colectivo DV, transforman el entorno del centro con una instalación de nueve puertas que ofrecen diferentes visiones de su espacio
09 jun 2016 . Actualizado a las 22:41 h.Cuando Oscar Niemeyer diseñó el centro que lleva su nombre en Avilés tenía claro que la plaza central debía ser un espacio abierto al mundo, a todas las personas y civilizaciones, de cualquier lugar del planeta. Ahora no sólo se abre al espacio terrenal, sino que es una puerta de acceso al cielo. Esa imagen «de una puerta abierta al cielo desde aquí» que se les ocurrió a Diana Coanda y Víctor Velasco mientras paseaban por el espacio fue lo que sirvió de inicio, hace dos años, para la instalación site-specific que se puede ver en el complejo.
Coanda y Velasco, que trabajan bajo el nombre de Colectivo DV, son los responsables de la instalación, que bajo el nombre de Tránsitos se ha convertido en la actuación más grande de cuantas han hecho y en una de las más peculiares que hasta el momento se han instalado en el centro cultural. En esta ocasión la intervención no sólo sale al exterior del complejo sino que además se coloca sobre la pérgola y en la propia ría.
La instalación de las nueve puertas entre abiertas ha sido estratégica, de modo que a través de cada una se puede tener una perspectiva concreta de lo que hay al otro lado del marco blanco, en consonancia con el color preferido de Niemeyer y una tonalidad que «nos caracteriza también a nosotros», explica Coanda. Las instaladas en la pérgola que conecta el auditorio que la cúpula vistas desde la plaza se entremezclan con el paisaje de chimeneas industriales que se encuentran en la parte posterior del edificio administrativo.
Para ayudar al espectador hay pequeños vinilos en el suelo que le sugieren la colocación más adecuada. A partir de ahí, con lo que cada uno vea al otro lado de la puerta se abre un espacio de reflexión que será diferente para cada persona. «Es una obra efímera y anticomercial porque puede haber quien no lo entienda. El foco cae en la relación entre el objetivo y el espectador y lo que permanecerá en su memoria, el recuerdo», apunta Coanda. Buscan provocar la reflexión en torno al espacio y el territorio en que se ubica.
La mayor parte de las puertas están colocadas en espacios a los que no se puede acceder y han de ser únicamente un marco a través del que mirar y reflexionar, como las de la pérgola o la que se instaló en la ría -al lado de la entrada por el puente de San Sebastián- pero hay una que está pensada para que el público interactúe con ella. Se trata de un marco blanco con el que el visitante se encuentra nada más llegar al centro cultural. Puede atraversarla, hacerse fotos con ella y todo lo que se le ocurra. Lo único que no podrá hacer es moverla porque cada una de estas puertas, con unas dimensiones de 2 por 1,40 metros pesan media tonelada.
El gran peso se debe a la estructura de chapa que acoge al marco de la puerta. Es el material principal de la instalación artística, al que hay que sumar ciertas pinturas cuya finalidad es que las inclemencias del tiempo no hagan que las piezas se resientan por estar en el exterior durante los tres meses que permanecerá abierta la exposición. En el caso de la puerta colocada en la ría la protección es aún más importante puesto que queda oculta bajo el agua durante buena parte del día y únicamente puede ser vista cuando baja la marea.
¿Qué ocurrirá con la instalación artística después? Recio insiste en que se trata de una muestra «diseñada para el Niemeyer, no para otros espacios. Se podría convertir en un proyecto fotográfico en otro sitio, pero no será como lo de aquí», explica el autor. Colectivo DV son asiduos al Centro Niemeyer, en el que ya tuvieron la oportunidad de colocar una instalación de sensaciones en la plaza el pasado mes de noviembre con motivo de la Noche Negra. Ahora regresan, por la puerta grande.