Ya se sabe que los libros de aforismos no se leen, se picotean. Después de la lectura de cada aforismo, el lector ha de detenerse a pensar, a reír, a hacer algo o no hacer nada, pero no seguir leyendo inmediatamente para no atragantarse (lo recomendable es leerlo acompañado de un vaso de algún líquido, lo ideal sería agua o vino) o simplemente para evitar caer en el tedio.
Se sabe también que el aforismo es una forma de creación cuyo auge se vio impulsado por la lectura fugaz de los usuarios de las redes sociales. Anteriormente solo lo podíamos encontrar metido, como virutas, en medio de textos.
La mayoría de los escritores que utilizan las redes sociales publican de vez en cuando frases ingeniosas. Como el poeta Carlos Marzal, Karmelo Iribarren, Felipe Benítez Reyes, Manuel Neila, Enrique García-Máiquez, el cubano León Molina, etc. Todos ellos han recogido esas ocurrencias en libro. Pero hay muchos otros que no publican libros de aforismos y, sin embargo, suelen dejar entres sus prosas o poemas alguna línea para que el lector se sorprenda al leerlo, maestros como, José Luis García Martín (en alguna página de sus diarios leemos: «También para el amor propio debería existir el divorcio») o Javier Almuzara (en su maravilloso Catálogo de asombros abundan frases como «La belleza es imperfección con encanto»).
Este nuevo escaparate de las redes sociales ha llevado a algunas editoriales a crear una colección expresamente dedicada a este tipo de escritos. Solo por citar algunas: Renacimiento, Cuadernos de Vigía, La Isla de Siltolá. En esta salió publicado El hilo de la luz, del poeta y narrador Gabriel Insausti (San Sebastián, 1969), el último libro de aforismos que acabo de leer.
Los aforismos de Insausti, como la mayoría de los que he estado leyendo, oscilan entre la reflexión, la ocurrencia, lo chistoso y lo paradójico, a veces con un toque poético. Insausti es uno de los pocos autores de frases cortas que merece ser llamado aforista. Su libro, lleno de gracia, y buenas ocurrencias, es uno de los mejores libros de aforismo con los que he podido toparme. He aquí algunas «migas» como los llama el autor. A ver si te llevan, querido lector, hasta El hilo de la luz:
-«¿Distraído? Es que estoy atento, pero a otras cosas».
-«Hacerte feliz, no: acompañar tu felicidad».
-«A veces el mejor insulto es una simple descripción».
-«En el poema es primero la cirugía y después el organismo».
-«El rencor es un boomerang».
-«No se pierde la fe, se cambia de dioses».
-«El que nunca ha tirado una piedra, que tire la primera piedra».
-«Pero, ¿cómo va a pensar claro un tipo llamado Confucio?».
-«Hay cosas de la vida en que buscar es el camino más rápido y seguro para no encontrar».
-«Las personas, al contrario que los objetos, cuanto más cerca se ven más pequeñas».
-«OBSTÁCULO: (sust.) dícese del pretexto que concedemos a nuestra pereza».
-«Cuando el amor se marchita cambiamos de amante. Quizá deberíamos cambiar de amor».
-«Envejecer es un lento striptease».
-«La mosca está convencida de que el tozudo es el cristal».
-«Lo increíble es que sea el periodismo el que tenga mala prensa».
-«El buen maestro enseña a no necesitar maestros».
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