Antonio González, relojero-mecánico de El Entrego, ante el cierre de su tienda: «Al oficio no le veo futuro. Ahora son todo relojes inteligentes»

Carmen Liedo REDACCIÓN

ASTURIAS

Antonio González en su relojería de El Entrego
Antonio González en su relojería de El Entrego

Con 92 años, acude cada día al negocio que fundó en 1956 a reparar piezas antiguas que le llegan de toda Asturias e, incluso, de fuera de la región: «Cuando hay un arreglo difícil y el reloj sale funcionando de aquí, el mayor beneficio es mi satisfacción personal».

22 ene 2024 . Actualizado a las 07:45 h.

A sus 92 años muy bien llevados, Antonio González, relojero-mecánico de El Entrego que en 1956 fundó la Relojería Joyería Antonio junto con su mujer, continúa acudiendo cada día al negocio que fundó pese a estar jubilado desde los 65 años. Acude a echar una mano «y la otra» a su nuera, encargada actualmente de la tienda. Su idea es seguir yendo mientras pueda, aunque es consciente de que serán días contados porque él y su familia, por diversas circunstancias, han decidido liquidar el negocio por cese de actividad. «Me da pena dejar un negocio que fundé después de tantos años, pero por distintos motivos nosotros no podemos seguir y mis nietos estudiaron y no hay relevo generacional», explica Antonio, que añade que «al oficio de relojero no le veo futuro. Ahora son todo relojes inteligentes. Bueno, también ponemos muchas pilas». 

Pero el balance de vida como relojero-mecánico que hace Antonio González es positivo. Reconoce que fue feliz en su profesión y que le sigue motivando hacer arreglos de relojes: «Cuando hay un arreglo difícil y el reloj sale funcionando de aquí, el mayor beneficio es mi satisfacción personal», manifiesta el mismo con el asentimiento de su nuera, Cristina Viloria, que matiza que aunque ella se encarga de poner precio a la reparación, él siempre lo baja «porque como a él le satisface arreglarlo, lo cobra muy barato», apostilla Cristina, que apunta que incluso los proveedores le advierten a Antonio «que regala el trabajo». «Pero es una satisfacción personal», insiste Antonio «El Relojero» tras toda una vida dedicada al oficio. En concreto, 80 años. 

Antonio González en su relojería de El Entrego
Antonio González en su relojería de El Entrego

Aprendiz con 12 años 

Antonio relata que empezó a aprender el oficio de relojero un poco antes de cumplir los 12 años con Evaristo Piñeiro en Tuilla, a donde acudía desde Les Pieces, que era donde vivía. Allí estuvo unos años hasta que cambió para la Relojería Redondo en Sama, donde estuvo ininterrumpidamente hasta la mayoría de edad. Fue entonces cuando empezó a trabajar en Duro Felguera, en la sección de relojería del Departamento de Control Térmico. Posteriormente, entró a trabajar en la mina para compensar el servicio militar. Cuenta Antonio que trabajaba las horas que le tocaran en la mina y después otras 4 horas arreglando relojes. Cumplida «la mili» vuelve a trabajar de nuevo con el relojero REDONDO, aunque en la tienda que éste tenía en El Entrego. 

«Cuando la traspasó fue cuando empecé el negocio yo. La cogí con mil apuros porque no tenía un céntimo», cuenta Antonio «El Relojero», que en el repaso a su vida hace un inciso para dejar testimonio de que también trato de probar suerte en Suiza porque «la gente que venía de trabajar de allí venía con grandes coches y dinero», así que decidió dejar a los hijos con su suegra e irse con su mujer a buscar una vida mejor. «Sólo estuvimos cuatro meses porque mi suegra enfermó y tuvimos que venir», aunque ese pequeño periodo de tiempo le dio para tener una gran anécdota: «Cuando llegué pasé por la escuela un mes y después al taller, con mandilón blanco y todo, haciendo cristales muy específicos para telescopios y cámaras de fotos. Cuando tuve que venir por la enfermedad de mi suegra, me pagaron el billete para venir y para volver a ir, pero como nunca pude volver y teniendo en cuenta lo que habían invertido en un mes de formación y me habían pagado el billete, les escribí para preguntarles cuanto les debía. Me contestaron que no debía absolutamente nada, pero que si volvía, que tenía que volver a ese empresa. En cuatro meses que estuve allí había tenido cuatro subidas de jornal y es que después me enteré que estaba haciendo el triple de lo que tenía que hacer cada jornada. A mí me parecía que era un trabajo llevadero», relata Antonio González. 

A cargo de un negocio con 24 años 

Volviendo a cuando con 24 años se hizo cargo de la relojería que Redondo tenía en la carretera general de El Entrego, Antonio recuerda lo mal que lo pasó en sus inicios. «La última semana que trabajé para Redondo no me pagó, así que cuando me hice cargo de la relojería vino una vecina a arreglar un reloj y con las 15 pesetas que me pagó, pudo ir mi mujer a la plaza de abastos a comprar para comer», rememora el mismo, quien pese a los «mil apuros» asegura que fue feliz atendiendo el negocio junto a su mujer, Loli Pozo. «Empezamos los dos juntos el negocio y mi mujer me ayudó muchísimo», pone de relieve el relojero, que no olvida la gran mano que le tendieron los proveedores en sus comienzos porque «Redondo quedó de dejarme todo lo que había en la tienda, pero cuando cobró el traspaso me dejó sin nada». 

Antonio González junto a su nuera Cristina Viloria en su relojería de El Entrego
Antonio González junto a su nuera Cristina Viloria en su relojería de El Entrego

Así, añade que pudo salir adelante porque un proveedor le dejó unos cuantos relojes en depósito: «Vi el cielo abierto. Cuando los vendí pude pagárselos y me dejaba más. Y con la joyería me pasó lo mismo», comenta Antonio, que dice que en ocasiones se planteaba no meter más mercancía en la tienda pero «un proveedor me decía: tienes que coger más, Antonio, para vender más, porque si no vendes, no pagas…». Poco a poco y con mucho trabajo fue haciendo crecer su negocio y en un momento dado se trasladó a un local más céntrico en El Entrego llegando a tener, incluso, varios empleados. 

Y no oculta que después le tocó buena época: «Venían los emigrantes en verano y compraban un reloj, o una pulsera, o un reloj y una pulsera». Aún así, pone de manifiesto que «fue una vida de trabajo». Tanto que hasta cuando estaba de vacaciones en su casa de Benidorm seguía trabajando: «Me mandaba mi hijo desde aquí por empresas de mensajería paquetes de relojes para arreglar y los arreglaba allí», cuenta Antonio, que añade que también le paraba gente de aquí de Asturias por la calle para que le arreglara el reloj. Pone de relieve también que en El Entrego y en el valle del Nalón «tuve muy buena clientela», a lo que matiza, «bueno clientes/amigos», señala el mismo por la buena relación que entabló con muchas de las personas que acudían a su relojería joyería a comprarle. 

«Ahora apenas se arreglan relojes. Lo más sencillo es cambiar el mecanismo», lamenta el relojero de El Entrego, a lo que su nuera Cristina apostilla que «a mi suegro le gusta conservar la maquinaria original de reloj», motivo por el cual ha recibido encargo de reparar miles de relojes en sus años de oficio, tantos que asegura que no puede decir una cifra. Además, por sus manos han pasado piezas centenarias, grandes, pequeñas y de colección llegadas, no sólo de otros puntos de Asturias, si no de fuera de la región: «había un coleccionista en Bilbao que me mandaba relojes todo el tiempo, hasta que le dije, no me mandes más», reseña Antonio. 

Jubilación con reconocimiento 

Por supuesto, con la jubilación a los 65 años aligeró mucho la carga de trabajo, aunque reconoce que sigue prefiriendo estar entretenido con la reparación de un reloj que dando paseos todo el tiempo por el parque de El Entrego. Lo que sí le gustó de aquel momento de retirarse de su etapa laboral fue recibir la ‘Insignia de Oro’ como premio «a la constancia ejemplar» otorgada por la Asociación de Empresarios de Joyería, Platería, Relojería y Bisutería de Asturias. Paradojas de la vida, de aquel reconocimiento guarda un recorte de La Voz de Asturias, periódico que el 29 de noviembre de 1997 recogió en sus páginas la imposición de los galardones. 

Recorte de La Voz de Asturias en el que sale Antonio González
Recorte de La Voz de Asturias en el que sale Antonio González

Su nuera Cristina traslada que desde que han anunciado la liquidación por cese de actividad les han llegado un montón de relojes, sobre todo, antiguos, de gente que quiere que Antonio se los repare antes del cierre. Y es que a sus 92 años aún conserva buena vista y un excelente pulso para trabajar con precisión sobre maquinarias de reloj pequeñas y encajar los minúsculos tornillos que llevan. Otro punto a su favor es que es de los pocos relojeros-mecánicos que tienen un torno de relojería, lo que le permite fabricar en él las piezas que necesita. 

Respecto a cómo ha evolucionado lo de tener un negocio propio, Antonio González explica que cuando él y su mujer empezaron no se pagaban impuestos, aunque después se instauró un impuesto para lo relojeros del Nalón. «Y después se fue complicando cada vez más», señala el mismo, que confiesa que a su jubilación se hizo cargo del negocio y de la burocracia su hijo Alberto y ahora que este enfermó «de la parte administrativa se encarga la secretaria (en referencia a su nuera) porque es demasiado engorrosa». 

Cierre del comercio más antiguo de El Entrego 

«Ahora tenemos que dejar el negocio y me da pena después de tantos años porque, aunque hubo épocas de apuros, sobre todo al comienzo, fui feliz», expresa Antonio González, relojero-mecánico de El Entrego, que tiene la satisfacción de ser hoy por hoy el comercio más antiguo que queda en esta localidad del municipio de San Martín del Rey Aurelio: «ningún otro negocio lleva tanto tiempo», resalta. No obstante, el mismo no quiere desaprovechar la oportunidad de este reportaje para agradecer a sus convecinos, a sus clientes y proveedores la confianza que en algún momento depositaron en él durante tantos años de oficio como relojero-mecánico.