Miguel Barrero: «La Semana Negra va a conservar la vocación de construir una gran fiesta popular en torno a la literatura»

Marcos Gutiérrez ASTURIAS

ASTURIAS

Miguel Barrero, director de la Semana Negra de Gijón
Miguel Barrero, director de la Semana Negra de Gijón

El nuevo director del certamen literario charla con La Voz acerca de los retos que asume tras haber aceptado coger el testigo de Ángel de la Calle, que en diciembre dejará el cargo tras 11 años

15 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Miguel Barrero (Oviedo, 1980) tiene una vinculación personal y emocional con la Semana Negra que va más allá del tiempo en el que fue subdirector del diario A Quemarropa. El periodista y autor, que hasta hace unos meses estuvo al frente de la Fundación Municipal de Cultura en el Ayuntamiento de Gijón, cogerá en diciembre el relevo de manera definitiva de Ángel de la Calle como director del certamen literario gijonés. Hasta entonces se desarrollarán unos meses de, como el propio Barrero afirma, «bicefalia provisional y tangencial» en los que De la Calle se concentrará en cerrar administrativamente la 36 edición mientras su nuevo responsable da las primeras pinceladas a la 37. Unas pinceladas que, pese a hablar de un evento que «acepta cualquier innovación», pasarán a su juicio por mantener «esa vocación de construir una gran fiesta popular en torno a la literatura y que, además, hermane a ésta con otros lenguajes artísticos, como pueden ser la música, el cine o la fotografía».

-¿Cómo lleva su llegada a la dirección de la Semana Negra en la que, en su caso, se juntan lo profesional y una vinculación personal de muchos años?

-La Semana Negra es un festival con 37 años de historia, que fue pionero en muchas cosas y que, aunque aquí el hecho de tenerlo cerca nos haga perder la perspectiva, está a la altura de los grandes festivales literarios de habla hispana, al mismo nivel que la FIL de Guadalajara, los Hay Festival o Centroamérica Cuenta. Desde que se anunció que iba a ser su director, he recibido felicitaciones que provenían de todas las partes del mundo, y eso te hace ser consciente de la envergadura del desafío y del reto que supone, en tanto que recojo un legado importantísimo que se ha venido construyendo a lo largo de casi cuatro décadas. También hay, como dices, un componente personal importante: más allá de que trabajase en él durante unos cuantos años y de que también haya colaborado desde fuera, mi educación sentimental permanece vinculada a la Semana Negra desde una edad muy temprana. Lo he dicho tantas veces en estos días que me da un poco de vergüenza repetirlo, pero es verdad: no sé si yo me hubiera lanzado a escribir de no haber descubierto el festival cuando aún era un niño.

-¿Cómo será la 37 Semana Negra dirigida por Miguel Barrero?

-Es pronto para contestar a esa pregunta con algo más concreto que una mera declaración de intenciones. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los libros de los que se hablará en la próxima edición ni siquiera se han publicado aún, y tampoco podemos saber hoy sobre qué temas corresponderá debatir entonces. La Semana Negra es un festival con una personalidad muy marcada y casi diría que única, y evidentemente va a conservar ese espíritu, esa vocación de construir una gran fiesta popular en torno a la literatura y que, además, hermane a ésta con otros lenguajes artísticos, como pueden ser la música, el cine o la fotografía. Dentro de esa premisa, por lo demás muy amplia, el carácter del festival es tan polisémico y tan dúctil que acepta cualquier innovación siempre que se mantenga en el horizonte esa finalidad.

-Ángel de la Calle se apartará del cargo oficialmente en diciembre ¿Cómo van a gestionar estos meses de «bicefalia provisional»?

-Sin el menor problema. Por una parte, Ángel y yo somos amigos desde hace veinte años y tenemos suficiente confianza para decirnos las cosas sin tapujos. Pero es que además es una bicefalia provisional y meramente tangencial: él se está ocupando de cerrar administrativamente la 36 edición mientras yo voy empezando a pensar en la 37. Por otra parte, cualquier aportación que él quiera hacer va a ser más que bienvenida. Ángel de la Calle puede dejar la dirección de la Semana Negra, pero la Semana Negra no puede dejar de contar con Ángel de la Calle. No sólo porque haya sido su director durante once años, sino porque además es uno de los novelistas gráficos más importantes de este país. Al hilo de la pregunta anterior, y a este respecto, sí te puedo decir una cosa concreta. Ángel nunca ha querido presentar ninguno de sus libros en el festival, precisamente por el papel que jugaba en él, así que el próximo año sí que va a presentar aquí la reedición de sus Pinturas de guerra, una obra magnífica que se relanzará en la próxima primavera. Será un debut por la puerta grande. 

-¿Qué cree que puede aportar al evento su experiencia al frente de la Fundación Municipal de Cultura?

-Siempre me hacen esta pregunta y nunca sé bien qué contestar. La Semana Negra y la Fundación Municipal de Cultura son dos cosas muy distintas, aunque hay una vinculación evidente en cuanto que ambas tienen como fin el apoyo a la cultura y la promoción de sus distintas manifestaciones y haya una confluencia que no siempre se recuerda, y es que la Fundación fue la encargada de materializar la primera edición de la Semana Negra. Sin embargo, ni tienen la misma envergadura, ni los mismos recursos, ni la misma estructura, así que en la práctica la situación en la que estoy me resulta completamente inédita. Con todo, dirigir la Fundación durante cuatro años fue como hacer un máster intensivo en gestión cultural, así que seguro que algo extraeré de la experiencia.

-Un reto tradicional de la Semana Negra y de los certámenes literarios en general pasa por atraer al público joven ¿Maneja alguna idea en torno a esto?

-Aún diría más: es uno de los retos más importantes de cualquier programación cultural. No soy nada agorero ni creo en los discursos catastrofistas con la juventud, porque son los mismos que la generación de nuestros padres esgrimía cuando yo era joven y también son idénticos a los que empleaban nuestros abuelos cuando los jóvenes eran nuestros padres. No percibo que haya un desinterés hacia la cultura por parte de la gente joven. Lo que ocurre es lo que ha ocurrido siempre: un cambio en las maneras de aproximarse a la cultura, en los canales por los que se transmite, en la relación que se establece con ella. Un cambio de época, en suma, y todo pasa por acercarse a ese nuevo paradigma y comprenderlo.

-En la rueda de prensa en la que se anunció su nombramiento hablaba de «explorar las nuevas formas de comunicación entre el libro y la gente» ¿En qué sentido?

-Me refería, básicamente, al modo en que se han ido difuminando los perfiles de eso que llamamos prescriptores. Los medios, vamos a decir, tradicionales han perdido peso en beneficio de otras herramientas que, a lomos de las nuevas tecnologías, han modificado tanto los caminos por lo que los lectores se encuentran con los libros como la manera en que se relacionan con ellos. Los lectores han ganado espacios en los que hablar con voz propia y también se ha establecido una comunicación más directa, más horizontal, entre ellos y los autores. Dado que uno de los objetivos primordiales de la Semana Negra ha sido siempre el de reforzar ese vínculo mediante una conexión a pie de calle entre la gente que escribe y la gente que lee, y aquí tenemos otra vez ese carácter pionero, es coherente ahondar en esa indagación.

-Sucede en el cargo a Ángel de la Calle que, a su vez, cogió el testigo de Paco Ignacio Taibo II ¿Qué destacaría del paso de cada uno por la Semana Negra?

-Paco es el factótum, el responsable de que todo esto exista y el que le ha imprimido el carácter que ha hecho de la Semana Negra un referente a escala internacional. Si él no hubiera apostado por traer en 1987 a Gijón, con la aquiescencia de Manuel Vázquez Montalbán y la implicación entusiasta de Tini Areces y Silverio Cañada, aquel encuentro de escritores policiacos que originalmente estaba previsto celebrar en Barcelona, no estaríamos haciendo ahora esta entrevista. Él fue quien puso la Semana Negra en el mapa, quien la convirtió en modelo de muchas cosas y quien tuvo la lucidez de convertirla en una verdadera fiesta de la cultura. Ángel recogió el testigo y, esto me gusta reivindicarlo porque él es tan discreto que nunca se da importancia, no sólo lideró una época muy complicada que incluyó retos que iban desde un cambio repentino de ubicación —de la parcela del campus de Viesques a los antiguos astilleros de Naval Gijón— hasta una pandemia —y quiero recordar que la Semana Negra fue el primer festival del mundo, no ya literario, sino en un sentido general, que se celebró presencialmente en aquella época tan complicada— al tiempo que la renovaba e iba introduciendo cambios que hoy están completamente adheridos a su personalidad. Cuando algunos hablan de un supuesto deterioro de la Semana Negra, yo los invito a que hagan una comparativa rigurosa e imparcial desde el punto de vista histórico para comprobar cómo el festival ha ido evolucionando sin que se advirtiera, de qué manera la actividad cultural se ha multiplicado y ganado espacios y cómo su propia condición se ha enriquecido de manera progresiva e ininterrumpida.

-¿Teme que el nuevo gobierno municipal reduzca el apoyo al certamen?

-El pasado mes de junio, la actual alcaldesa entregó a la Semana Negra la Medalla de Oro de la ciudad. No me he puesto a investigarlo, pero creo que no hay en Asturias otro festival que haya sido reconocido por el Gobierno de España con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Junto al Festival Internacional de Cine y FETEN, la Semana Negra es uno de los grandes hitos del calendario cultural de la ciudad y de los que más repercusión internacional genera. Creo que las beligerancias que se dieron en otras épocas están felizmente superadas y que todo el mundo asume su pertinencia y su ejemplaridad. Estoy seguro de que el Gobierno municipal lo entiende. La Semana Negra siempre ha tenido abiertas sus puertas para todo el mundo, también para quienes la han mirado con reticencias, y nunca ha rehuido un debate ni acallado la voz de nadie. ¿Que tiene un espíritu crítico? Por supuesto, pero es que el espíritu crítico es algo inherente al propio concepto de cultura, y puedo dar fe de que en la Semana Negra se ha criticado absolutamente todo, también a la izquierda, siempre desde la convicción de que las palabras ayudan a tender puentes. En la última edición, Cristina Fallarás y Pedro J. Ramírez se dieron un abrazo a las puertas de la Carpa del Encuentro. No sé si hay muchos lugares capaces de propiciar esas cosas. Como dice Ángel de la Calle, la única ideología declarada de la Semana Negra se cifra en el respeto y la observancia escrupulosa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No veo que haya mácula en eso.