Irán lanza un mensaje directo a Israel con sus ataques con misiles a Siria, Irak y Pakistán

Andrés Rey REDACCIÓN / LA VOZ

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La agresión es una venganza por el atentado de Kerman y una advertencia para Tel Aviv: Teherán puede alcanzar su territorio

17 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La tensión en Oriente Medio experimentó el martes un pico de crecimiento, después de que Irán bombardease varios objetivos del grupo terrorista Estado Islámico (EI) y de «espías del régimen sionista [Israel]» en Siria, Irak y Pakistán.

La intención evidente, la que Irán proclamó, era vengar a las víctimas del atentado del 3 de enero en Kerman. Un doble ataque suicida —reivindicado por el EI— que dejó 94 muertos junto a la tumba del general Kasem Soleimani. Desde entonces, Irán ha detenido a unas 35 personas y ha descubierto que al menos uno de los terroristas que se inmolaron era de origen israelí.

Sin embargo, algunos periodistas locales como Mohamed Shaltouki interpretaron una segunda intención implícita: enviar «un mensaje claro al régimen sionista» de que pueden alcanzar su territorio simplemente pulsando un botón. Los proyectiles se lanzaron desde el extremo suroeste de la república islámica y el impacto más lejano se produjo en Idlib, a más de 1.200 kilómetros (Israel está a unos 1.300). Shaltouki también señaló que Irán usó por primera vez misiles de medio alcance del tipo Kheibar Shekan.

Cuatro muertos

En total, 24 ojivas golpearon objetivos «antiiraníes» en Siria e Irak, y causaron al menos cuatro muertos en el Kurdistán iraquí, comunicó la Guardia Revolucionaria (fuerza militar del régimen islamista). 11 de esas ojivas alcanzaron el «cuartel general del Mossad [el servicio de inteligencia israelí]» en Erbil, capital de la región. Allí —de acuerdo con la versión del cuerpo de élite— murieron cuatro espías del Estado judío, algo que negó posteriormente el asesor de Seguridad Nacional de Irak, Qasem al Araji. Según él, los cuatro muertos son civiles.

La realidad es que, con o sin espías muertos, sobre Israel y sus alrededores se cierne una espiral de tirantez. Todo comenzó el 7 de octubre, con el ataque de Hamás y el posterior estallido de la guerra en la Franja de Gaza, y después las hostilidades se fueron extendiendo. Hasta ahora, Irán —gran enemigo de Tel Aviv— se ha mantenido en la sombra y ha atacado a través de milicias aliadas, como Hezbolá en el Líbano o los hutíes en Yemen. Pero el atentado del 3 de octubre plantó una semilla que ha acabado germinando.

«Los bombardeos son parte del justo castigo de Teherán a aquellos que han actuado contra la seguridad de nuestro país», dijo el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Naser Kananí. Como declaración de intenciones, hace unos días las autoridades de la república islámica desvelaron en la céntrica plaza de Palestina, en Teherán, un nuevo mural con misiles en pleno vuelo. «Preparad vuestros ataúdes», pone en la esquina superior izquierda, en hebreo y persa.

Varias respuestas y otro ataque

Estados Unidos no tardó en responder a los ataques. Los tachó de «imprudentes» e «imprecisos», y aseguró no haber registrado daños en sus instalaciones en Irak y Siria.

Por otro lado, el Gobierno de Irak anunció que presentará una queja ante el Consejo de Seguridad de la ONU, además de convocar al encargado de negocios iraní para protestar por el ataque. La misión de las Naciones Unidas en el país se unió a los escarmientos y consideró los misiles «una violación de la soberanía y la integridad territorial» iraquíes; y Masrour Barzani, el primer ministro del Kurdistán iraquí, tildó la ofensiva de «cobarde».

El líder supremo de Irán, Alí Jamenéi, mantuvo aun así su llamamiento a «machacar» a los responsables «ocultos» del atentado —una aparente alusión a EE.UU. e Israel—, y aplaudió los ataques hutíes en el mar Rojo. Justo después, el régimen islamista perpetró una nueva agresión con misiles contra dos bases del grupo terrorista Yeish al Adl, en Pakistán. La espiral sigue creciendo.

El «destructor de castillos», un misil balístico con un alcance de al menos 1.400 kilómetros

En febrero del 2022, la Guardia Revolucionaria iraní presentaba los misiles Kheibar Shekan (destructor de castillos).

«Son proyectiles de largo alcance, propulsados por combustible sólido y con la capacidad de penetrar escudos antimisiles», había explicado el país, en una advertencia para Israel y su Cúpula de Hierro.

La presentación coincidió con el 43 aniversario del triunfo de la Revolución Islámica —el 11 de febrero de 1979—. Se organizó en la Base Aeroespacial de la Guardia Revolucionaria, ante la mirada satisfecha del jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas iraníes, Mohamed Hosein Baqerí.

Los misiles de prueba recorrieron 1.450 kilómetros. Eran el culmen de cuatro décadas desarrollando una industria nacional armamentística, ante el embargo internacional de material bélico. Y la república islámica lo había conseguido: Estados Unidos, Europa y Oriente Medio temblaban ante sus misiles. «Continuaremos aumentando la calidad y cantidad de nuestras armas para enfrentarnos a los agresores de la arrogancia global y a los sionistas homicidas», prometió Baquerí.

Así respondía al expresidente estadounidense Donald Trump, que en el 2018 se había retirado del acuerdo nuclear multilateral del 2015 y había vuelto a imponer sanciones a Teherán.

El líder de Hamás en Gaza, sancionado por terrorismo

La UE sancionó ayer a Yahya Sinwar, líder de Hamás en la Franja de Gaza, por el ataque del grupo yihadista contra Israel el pasado 7 de octubre. Simwar entra, así, en la lista negra comunitaria, se prohíbe su entrada a cualquiera de los países miembros y se congelan sus bienes y activos en las entidades europeas. Al mismo tiempo, los Veintisiete, que ya consideran a Hamás una organización terrorista —igual que EE.UU.—, están ultimando penalizaciones contra personas o entidades que proporcionen fondos a la organización y, por otro lado, contra los colonos israelíes que hayan atacado asentamientos en Cisjordania.