Artículo de opinión
18 sep 2019 . Actualizado a las 00:27 h.¿Existen las casualidades? Una pregunta muy sencilla e inocente, pero cuya respuesta podría dar para un debate mucho más próximo a lo filosófico de lo que aquí venimos a tratar. El Deportivo de La Coruña se marchó de El Molinón - Enrique Castro “Quini” con un punto que volvió a dejar con la miel en los labios a la afición sportinguista. De nuevo esa sensación de haber tentado a la suerte y que de nuevo saliera cruz. Y es que esa es la lectura principal del partido entre los aficionados: se especuló con una ventaja mínima en el marcador y se terminó pagando. Aunque es necesario ir más allá.
El planteamiento de José Alberto volvió a ser similar al de las jornadas anteriores en cuanto al fondo, pero no en la forma. El cambio más importante; el dibujo. Se pasó a un 1-4-4-2 sobre el papel que poco o nada se parecía a eso cuando el Sporting tenía el balón, con muchas piezas variando su posición (Javi Fuego, Manu García y Álvaro Vázquez especialmente) aunque, como viene siendo habitual, una disposición muy reconocible cuando tocaba defender, fase que supuso el grueso del encuentro para los rojiblancos. Y es que el Sporting apostó de nuevo por un plan más reactivo que propositivo. Cedió la posesión al rival, que finalizó el partido amasando el 57% de balón en juego, algo que no es tan llamativo si tenemos en cuenta que fue el segundo porcentaje más bajo de control de balón por parte de un adversario esta temporada; solo el Albacete sumó menos dominio de balón con un 51%. A pesar de tener un centro del campo llamado a dominar el cuero en la categoría, y después de que el propio técnico ovetense afirmara estar buscando un cambio de registro en los micrófonos de la RPA, el cuadro rojiblanco sigue apostando su juego lejos del control de balón.
Un estilo de juego que podrá agradar más o menos, y es que lo cierto es que la nota más positiva del conjunto sportinguista hasta la fecha está siendo su trabajo defensivo. El Sporting se muestra como un equipo ordenado, compacto y con pocas fisuras a lo largo de los partidos. Un equipo que hace del repliegue en campo propio una de sus principales fortalezas. Un estilo que, como queda patente, no es del gusto de todos los aficionados, pero es que esto del fútbol no se trata solo de “blanco o negro”, sino que hay una amplia escala de grises. Es imposible agradar a todo el mundo, pero en una afición exigente como la nuestra, es lógico que, más allá del propio planteamiento, no se esté del todo satisfechos con el juego desplegado por el equipo, porque aún hay mucho que mejorar y un largo camino que recorrer.
El Sporting sufrió ante el Dépor especialmente en dos facetas con el cuero: por un lado, en la salida de balón, que fue incapaz de aportar soluciones y comprometió en más de una ocasión los intereses de Mariño, y por otro el paso inmediatamente posterior, encontrar la fórmula para hacer llegar el balón con fluidez a los hombres de arriba. José Alberto debe dar con la tecla que permita al equipo jugar más sencillo y llegar con mayores garantías arriba. El acierto temprano de Djuka nos permitió sacar ventaja, pero esta no es una situación tan habitual para los rojiblancos como para terminar dependiendo de ella.
Y es que el acierto, o mejor dicho la falta de este, fue precisamente lo que privó al Sporting de sentenciar el partido en una segunda mitad que mejoró en cierta manera la cara del cuadro local, aunque sin lograr convencer más allá de los minutos iniciales. Fueron sin embargo los cambios los que terminaron por declinar la balanza en contra del técnico para parte de la afición. En un contexto en que el Sporting no tenía el balón, José Alberto apostó por incorporar piernas frescas al terreno de juego con especial hincapié en la parcela defensiva. Defender este tipo de sustituciones no es sencillo, pues se tiende a pensar -y especialmente jugando en casa- que el equipo debe pensar siempre en ganar, en no especular y salir al ataque, pero aquí entra en juego la pregunta que daba inicio al texto: ¿Existen las casualidades? José Alberto decidió tratar de aguantar la ventaja en el marcador haciéndose fuerte en su área, algo tan respetable como intentar todo lo contrario y asediar la meta rival, arriesgándote a quedar más expuesto atrás. Como jugar al rojo o al negro. No hay apuesta exenta de riesgo.
Al final, el Sporting terminó llevándose un único punto en la última acción del partido tras un error individual, como ya ocurriera en Girona y en hasta cinco ocasiones la temporada pasada. Una jugada que viene precedida por un ataque prometedor rojiblanco y que provoca una contra deportivista que nos coge con muchos jugadores arriba. Cambios defensivos y nos pillan al contragolpe. ¿Es una casualidad? Yo no soy quién para dar respuesta a esa pregunta, pero achacar a los cambios la culpa de todo, a mí al menos, no me parece justo. Debatir sobre el estilo, eso ya es otra cosa.