Artículo de opinión
21 mar 2018 . Actualizado a las 13:57 h.Baraja gana adeptos. Cada día son más los fieles y menos aquellos que siguen dudando. Con un discurso enmarcado en la prudencia y el trabajo, no prometió nada más que compromiso y sacrificio para tratar de conseguir unos objetivos que ahora, al fin, todos vemos al alcance de la mano.
Se gana en casa, siempre. Ha conseguido hacer de El Molinón el fortín que debería haber sido desde el principio de la temporada. Los jugadores lo respaldan y, además, lleva dos victorias seguidas fuera de Gijón, única pega que se le ha puesto desde que llegara en lo que a resultados se refiere. Las ya conocidas «dos caras» del equipo que al fin se han unido en una sola esta semana, ganando con solvencia a un Huesca que hacía más de un año no perdía en su feudo.
El Sporting vuelve a creer y el sportinguismo con él. Se ha recuperado la sintonía entre el equipo y la grada, tan dañada con una primera vuelta en la que nada salió bien. En cambio, a base de triunfos y de mucho trabajo, el conjunto gijonés le ha devuelto la sonrisa a la gente. Ahora todos creen. Ya nadie duda de jugar el playoff y crecen los dientes al pensar en el ansiado ascenso directo. Está ahí, a tiro de piedra cuando hace apenas tres meses parecía una utopía hablar siquiera de ello.
El sábado hay una final. Recibimos al nuevo líder y está en nuestra mano ganarle la batalla que nos sitúe a solo dos puntos de las dos primeras plazas. Dos puntos a los que todos habríamos firmado llegar a estas alturas de la temporada, no ya hace meses cuando todo iba mal, sino incluso al principio de la misma. Llegar al final de la liga con las opciones intactas de meterse arriba cuando suene el pitido final.
Volver al lugar que le corresponde a este club y hacerlo con una perfecta sintonía entre los jugadores y una afición que nunca falla. Descendió el club y se batió el récord de abonados. Eso dice mucho de todos los que de verdad sienten al Real Sporting de Gijón.
