
Hace años, cuando Simón Pérez y Silvia Charro protagonizaron, supongo que muy a su pesar, el vídeo aquel de las hipotecas a tipo fijo en el que ofrecieron un espectáculo estupefaciente, en el más amplio sentido del término, a muchos les dio la risa. La pareja protagonista se arruinó a raíz de esto y ahora, años después, han vuelto a salir en algunos medios por su más que evidente y viral deterioro como seres humanos. Como no tienen ya ni dónde caerse muertos, Simón admite que algunos de sus miles de seguidores en Twitch o donde sea le den dinero por hacer el ridículo, discutir con su pareja, drogarse en directo, arrojar electrodomésticos por la ventana o salir a la calle vestido de Pokémon para gritar consignas políticas extremistas. Simón Pérez ha llegado a aceptar dinero por insultar a Silvia Charro, supongo que no se puede caer más bajo. Está enganchado también, por lo que parece, a las apuestas. La pareja está arruinada y debe miles de euros a gente que confió en ellos para un extraño negocio en Macedonia de cultivo de cannabis para uso farmacéutico. Contemplar el deterioro de Simón Pérez y ver lo que es capaz de hacer por cuatro perras es desolador. De verdad me dejó el estómago revuelto contemplar ayer cómo alguien se ha abandonado así. Pero hay algo peor que los adictos.
Todas y cada una de las personas que jalean el espectáculo de Simón y Silvia en redes, todas aquellas personas que les dan dinero para que se hundan todavía más en la miseria, todas ellas son infinitamente peores que Simón y Silvia. Son malas personas. Son seres horribles, hediondos, con las almas podridas y los cerebros destruidos en internet. Son esa gente que disfruta de la adicción de los otros para no tener que admitir la suya propia. Son esas personas que le dicen a un alcohólico que se tome una cervecita, que no pasa nada, para poder sentirse mejor ellas mismas mientras se emborrachan. Son basura. De las adicciones se puede salir, doy fe. De ser una persona horrible, no estoy tan seguro.
No puedo evitar sentir compasión por la situación que está atravesando la pareja. Internet destruyó sus vidas, se han convertido en dos marionetas de la peor chusma que pulula por las redes sociales. Simón y Silvia no se merecen esto, nadie lo merece. Es desolador.
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