Casi nadie se creía a Pedro Sánchez antes de su comparecencia. Y no ganó credibilidad con su extraña propuesta para neutralizar a los medios que difunden informaciones que no le gustan. Así se lo dijeron, uno detrás de otro, todos sus aliados. Solo tuvo un aplauso, el de Bildu, cuya portavoz, Mertxe Aizpurúa, fue condenada por exaltación del terrorismo cuando dirigía el periódico proetarra Gara. Lo que Pedro Sánchez propuso desde la tribuna del Congreso nada tiene que ver con la directiva de la Unión Europea a la que alude como razón de los cambios. Ese reglamento comunitario lo que defiende es la independencia de los medios para evitar la injerencia rusa. Esa amenaza en España se pudo comprobar en Cataluña en el 2017, pero las prisas de Sánchez por librar de la cárcel a sus aliados de Junts, claves para la investidura, hicieron negar la evidencia y rechazar siquiera investigar el alcance de la mano de Putin.
Prueba de que lo de Sánchez contra los medios críticos no es más que un capricho disparatado se tiene en el vecino Portugal, donde el Gobierno de Montenegro, de centroderecha, acaba de aprobar una inyección financiera para todas las empresas informativas para garantizar la pluralidad.
Sánchez, acostumbrado a los cambios de opinión, llegó a la Moncloa reprochando a Rajoy, con razón, su querencia al plasma, o sea, a los discursos enlatados, para evitar las preguntas de los críticos. También entonces, hace solo seis años, prometió regeneración a todos los niveles, incluso en los medios públicos. Pero un lustro después hemos vistos dos extrañas maniobras para colocar por decreto a dos presidentas interinas en TVE para fichar por una millonada a David Broncano, a su ex secretario de Comunicación como director de la Agencia Efe, a un militante del PSOE al frente del CIS que casi siempre falla todas sus predicciones... Y ahí no nos hablan de regenerar nada.
El líder del PSOE olvida que la primera lección del periodismo es contar aquello que no interesa al poder que se publique. La segunda lección nos enseñaba que lo contrario se llama propaganda. Y esa no depende de la verdad, si no del dinero. Quizá Pedro Sánchez se haya acostumbrado a manosear el Código Penal con la supresión de la malversación, la sedición y todo aquello que le permita contentar a sus aliados. Pero con la libertad de prensa no se juega.
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