Hay mucha gente a la que le aburre la política en general y las campañas electorales en particular. Yo reconozco que me pasa todo lo contrario. Si hay un momento en el que me presta mucho la vida política es precisamente en los periodos oficiales de elecciones (es verdad que ahora se hacen tan largas las precampañas que en algunos aspectos hay pocas diferencias). Ahora estamos en un tiempo de promesas que si se analizan las que se hicieron hace cuatro años, muchas de ellas se vuelven a repetir en los programas por no estar cumplidas, pero también es verdad que no se mantienen rígidas y con la misma redacción, porque el paso del tiempo las modulan en un sentido u otro. Quienes estuvimos alguna vez en la elaboración de un programa electoral sabemos que no es fácil predecir el futuro. Hace cuatro años no podíamos saber que nos enfrentaríamos a acontecimientos internacionales de la trascendencia de una pandemia, de la invasión rusa a Ucrania y del encarecimiento de vida en general. Por eso no es que cada cuatro años se plasme lo mismo solo por incumplimientos, sino porque también hay que actualizar ese compromiso con la ciudadanía acorde al momento en el que estamos. En cualquier caso, la población tiene a su alcance diferentes maneras de informarse antes de decidirse por un partido u otro (si no es un votante fiel a un partido, claro). Oigo variopintas reflexiones sobre cómo realizar una campaña electoral hoy, porque cabe preguntarse si continúa teniendo sentido los mítines, el reparto de propaganda en las calles y plazas de los barrios y de los pueblos, e incluso si vale para algo mantener la pegada de carteles electorales en la medianoche en la que empieza oficialmente la campaña electoral. Es verdad que el paso del tiempo obliga a adaptarse a las nuevas circunstancias. Yo tenía curiosidad en ver la implementación o la normalización de vídeos en Tik Tok y el uso de publicidad a través de lonas colgadas en edificios que tienen un andamio por alguna obra. En el caso de Asturias/Asturies parece que no ha llegado aún estas nuevas modas, pero sí que es cierto que en otras partes del territorio nacional se han atrevido a explorar esas vías. Para mí será una campaña electoral de despedida como cargo público tras ocho años de concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Oviedo/Uviéu, a lo que tengo que decir que ha sido un enorme orgullo y una grata experiencia lo vivido y espero que las nuevas personas que resulten elegidas disfruten tanto como yo de esta oportunidad, que de corazón se la recomiendo a todas aquellas personas involucradas por mejorar la vida de la gente y por la defensa de lo público. Pero hoy estamos en el primer día y tenemos por delante unas elecciones municipales y regionales en diez autonomías que imagino que a la prensa nacional le llamará más la atención la batalla hacia la alcaldía y la presidencia de la Comunidad de Madrid (además de darle una lectura en clave estatal sobre las posibilidades de Feijóo de ganar en diciembre y de las consecuencias para la izquierda que inició un nuevo camino el 15 de mayo de 2011 y que ahora se encuentra dividida entre Sumar y Podemos, principalmente), pero para el resto de las y los mortales, es importante que recordemos elegimos a nuestros representantes en las administraciones más cercanas, y que desde lo local y lo regional se pueden tomar muchísimas decisiones trascendentales.
Catorce años ha aguantado Sálvame en la parrilla televisiva. Para la esperanza de vida que tiene un programa de televisión, y más de corazón, es totalmente meritorio. Otra cosa es que pueda producir pena y dolor que contenidos así sean los que más audiencia tienen, pero el formato que utilizaba este programa no dista mucho de otros espacios que van desde lo políticos hasta lo deportivo. Al fin al cabo se copian la misma dinámica: buscan la polémica, se eternizan en que van a desvelar una exclusiva mundial y al final acaban por relatar una noticia intrascendente e insignificante. Y quizás ese sea el éxito, que no es otro que no nos hagan pensar, que nos tengan expectantes por decirnos algo interesante y que mientras no nos lo cuentan que nos entretengan durante horas sin decirnos nada. Aún cosechando un interesante share, también es verdad que adaptarse a las nuevas circunstancias en las que el público televisivo se fragmenta cada vez más (e incluso se interrelaciona más con una cadena por internet que por el televisor) es un aspecto que termina por hacer desaparecer muchos programas. El reemplazo que ha elegido Telecinco para cubrir esta franja horaria que ocupa Sálvame lo asumirá Ana Rosa Quintana (que desde luego es una de las insignias de la cadena de Mediaset, pero también es una persona muy cuestionable porque algunos de sus modos de actuar son más propios de la telebasura).