Como si de un partido de fútbol se tratara, el pasado martes vimos desde todos los ángulos y tomas posibles de cámaras de televisión al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, intentando subir a la tribuna oficial para presenciar la parada militar durante el acto del 2 de mayo (¡la que se hubiese armado si esto llega a ocurrir en Catalunya o en Euskadi!). El organizador del evento, que es la Comunidad de Madrid, decidió quién era merecedor de estar allí, así que cuando el ministro empezó a subir las escaleras, una funcionaria del gobierno autonómico le hizo un placaje alegando que la representación institucional estaba ya establecida y él no era bienvenido. Parecía imposible superar, desde la perspectiva del protocolo, aquella escenificación y puesta en escena de la rueda de prensa en la Puerta del Sol de Isabel Díaz Ayuso y de Pedro Sánchez (con varias banderas de la región y de España al más puro estilo de una cumbre bilateral de dos países). Muchos analistas políticos decían días antes de pasar esto que Isabel Díaz Ayuso estaba muy molesta por sentirse fuera de juego a nivel nacional por los debates alrededor de Doñana (así que se buscó una polémica para volver a situar dentro de la M30 toda la atención mediática). Por las tertulias han pasado diferentes expertos en protocolo para dar su opinión de lo ocurrido. Los hay que consideran que la presencia del líder de la oposición tiene su sentido por encima de la de un ministro, pero por tónica general, todo el mundo considera que aquí hay un conflicto entre dos administraciones motivado por un trasfondo, que es la utilización partidista de las instituciones por parte de la derecha. En cierto modo me es muy familiar lo de que usen a su antojo una institución viendo el mal comportamiento de la derecha en el Ayuntamiento de Oviedo/Uviéu. Desde que empezó el actual mandato, desde la oposición no tuvimos oportunidad de llevar asuntos de interés a los plenos. Ahora que hay otro equilibrio de fuerzas sí lo hemos podido conseguir, pero era tremendamente vergonzoso presenciar que mientras se desarrollaban nuestras intervenciones en el máximo órgano político municipal, el PP y sus tres tránsfugas eludían respondernos, como si no fuera su deber ni tuvieran interés alguno en defender su gestión. No se quedaba ahí sus malos modales, porque lejos de quedarse totalmente mudos, diseñaron una alternativa para aparecer en los medios de comunicación a través de la convocatoria de ruedas de prensa. Fue todo una artimaña burda, obscena, antidemocrática y autoritaria que me demostró que el actual PP, con Alfredo Canteli a la cabeza y sus tres tránsfugas, carecen de escrúpulos y no les da apuro no respetar nada. Las reglas de juego son para todas y para todos, y la única manera de que el PP no se apropie de lo común, como es una fiesta de una comunidad autónoma o de un ayuntamiento, es que no gobiernen.
El clima de entendimiento entre los sindicatos de clase y el gobierno nacional es el mejor desde hace muchos años. No es que las centrales sindicales ya no tengan más peticiones que hacer, pero en cuatro años se han dado pasos tan importantes que me es muy grato participar en una manifestación del primero de mayo en la que se reconoce que la reforma laboral, la de las pensiones, la subida del salario mínimo interprofesional y la implantación del ingreso mínimo vital son derechos y conquistas logradas por la lucha de la clase trabajadora. Deberían (y ojalá sea así) permanecer en el tiempo, pero es evidente que si vuelve el PP a La Moncloa, los precedentes con Aznar y con Rajoy los conocemos y, por tanto, no sería nada descabellado augurar recortes en todos estos avances sociales conseguidos. La derecha seguirá a lo suyo, con un mal comportamiento a través de alarmas falsas como que se destruirá empleo por subir los salarios (incluyendo el mínimo establecido en 1.080 euros brutos mensuales en 14 pagas). La realidad seguirá diciendo lo contrario. Ayer conocimos que el gobierno de Pedro Sánchez ha conseguido que haya más empleo que antes de la crisis de la pandemia de 2020 y que antes de la crisis financiera de 2008. 20,6 millones de personas tenemos empleo y una de cada tres contratos son indefinidos. ¿Qué queda mucho por mejorar? Desde luego, y habrá que seguir presionando a la patronal a que reparta más los beneficios y que repercutan en sus empleados, pero lo importante es que cuando se hacen las cosas por mejorar la vida de la mayoría, España es un país mejor (aunque a la derecha le moleste el progreso).
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