Tenía razón el entonces presidente Donald Trump cuando definía su legado como «cuatro años increíbles». Porque la realidad es que fue un período asombroso y disparatado, con un país dividido y con sectores muy radicalizados que todavía no se han reconciliado entre sí, justamente porque son el fruto de un populismo que ha arraigado y que se niega a dar marcha atrás, incapaz de aceptar una derrota que el candidato Trump había descartado por completo.
Porque, aunque no se quiera ver, el liderazgo de Donald Trump ha arrastrado a mucha gente a ver el mundo como un espacio sometido, directa o indirectamente, al poder de Estados Unidos. Y sobre esta premisa se levantó el ideal trumpista: America First. Con su conclusión actual: «Han sido cuatro años increíbles. No fuimos una Administración normal». Con un desafío añadido: «Estaremos de vuelta de algún modo».
De esta forma, el indomable Trump se ha colocado fuera de la realidad, y el actual presidente, Joe Biden, ha empezado a desplegar su programa con un discurso institucional que parece básicamente acertado. Como si solo quisiese anunciar que la normalidad volvió a Estados Unidos y que esta vez ha venido para quedarse. Un modo lúcido de tratar de encerrar a Trump en el pasado.
Pero, con esto, el futuro no ha hecho más que empezar, y no dejará de plantear problemas y tensiones. Es lo que le toca afrontar al nuevo Gobierno. Y conviene que insista en el acierto, porque todos los países del mundo —sobre todo China y Rusia— estarán muy pendientes. Y también los ciudadanos de países como Cuba o Venezuela, que vislumbran una corriente de aires favorables (aunque, a decir verdad, no se entiende la satisfacción de Nicolás Maduro, que tal vez cree que le van a validar su extraña «democracia»).
La realidad es que todo está empezando de nuevo en Estados Unidos, después de los «cuatro años increíbles» de Trump y de los «mucho más creíbles y centrados» de Joe Biden. Las heridas de esos «cuatro años increíbles» se irán curando, si se acierta en no provocar o avivar los rudos enconos de los que venimos. No obstante, el mundo respira atento. «El hombre de éxito se recupera pronto de una caída», decía Trump. Pero la realidad parece inclinarse ahora por otra máxima del expresidente Barack Obama: «Cuando los tiempos se ponen difíciles, no nos damos por vencidos. Nos levantamos». Al frente está ahora un Biden que justamente aprendió con Obama… Pero Trump no ha dejado de rumiar su revancha.
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