Caldos de cultivo

OPINIÓN

María Pedreda

13 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Brasil ha tenido la desgracia de ver asaltadas sus instituciones, y aunque el orden constitucional se ha restablecido y Lula sigue presidiendo la nación, no debemos minusvalorar que hay un movimiento organizado dentro de las sociedades democráticas que piden a gritos, por no decir que explícitamente, que las fuerzas militares tomen el poder. Nos las veíamos muy felices, con la creencia de que las conquistas sociales ya iban a ser eternas y que esas épocas pasadas en las que se sucedían las intentonas no iban a darse nunca más, pero la realidad nos dice que con personajes como Trump y Bolsonaro se crean caldos de cultivo que alientan a realizar estas conductas. La pregunta es obvia: ¿nos ocurrirá lo mismo en España? Pues esperemos que no. No obstante, siempre es mejor cortar cualquier avance antes de que sea demasiado tarde. Ya no es solo importantístimo que la ultraderecha no alcance los gobiernos, sino que tampoco la derecha juegue sus bazas bloqueando la renovación del órgano de gobierno de los jueces. Hoy se cumplen 1.500 días de bloqueo para renovar el Consejo General del Poder Judicial. Esta irresponsabilidad del PP, que se sitúa fuera de la Constitución, es un ejemplo de como se nutre y expande una concepción errónea de lo que debe ser un partido de alternativa de gobierno (aunque al menos hay una noticia positiva pese a las zancadillas de la derecha, y es que el Tribunal Constitucional tiene nuevo presidente, Cándido Conde-Pumpido). Desprestigiar el sistema democrático contribuye al avance de dogmas y de creencias que quieren destruir el clima de convivencia que nos hemos dado, que por supuesto no es perfecto, pero es el menos malo de todos los posibles.

En boca de todas y de todos estuvo ayer Shakira. La colombiana se quedó a gusto con su nueva canción (el final, «¡ya está, chao!», así lo refleja), que puede gustar más o menos, pero lo que está claro es que la letra, los gestos que hace e incluso el momento en el que lanza sus mensajes (utilizando un minutaje perfectamente pensado) forman un producto excelente para viralizar y para ganar todo el dinero posible («las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan»). Ayer leí toda clase de comentarios a favor y en contra de la artista: desde que las referencias a la mujer de su expareja son machistas y clasistas hasta que tiene el mismo derecho a expresar sus sentimientos como han realizado anteriormente otros cantantes y grupos (Fito, Sabina, C. Tangana, Hombres G, Rolling Stones, The Beatles…). Sí que me ha llamado la atención en el cómputo de reproches a Gerard Piqué el tema sobre su situación judicial con Hacienda (está acusada de defraudar 14,5 millones de euros entre 2012 y 2014, años en los que ella alega que no estuvo más de 183 días en España, por lo que nuestro país no era su residencia fiscal), y la verdad es que me sigue sorprendiendo que estas situaciones que atraviesan varias estrellas y famosos de la música, del fútbol y de otras profesiones donde se gana mucho dinero apenas tengan una protesta social más severa. Prueba de ello es que ayer la dicotomía entre el bien y el mal era si se estaba con el exjugador del Barcelona o si se apoyaba a Shakira, todo en relación a sus años juntos, que por mucha identificación en la que puedan verse muchas personas con sus parejas o exparejas, no deja de ser en mi opinión un asunto estrictamente privado. En cambio, que Shakira esté pendiente de sentarse en un banquillo e ir a un juicio acusada de no cumplir con tus obligaciones tributarias no genera ninguna polémica (al revés, hay personas que van a las puertas de los juzgados a dar ánimos a este tipo de personas célebres). Lo que está claro es que Shakira acabará rentabilizando una mina de oro, un caldo de cultivo para retomar los escenarios porque ya con todas las reproducciones que tuvo ayer vuelve a posicionarse bien arriba para que le lluevan ofertas para realizar un nueva gira mundial con una alta garantía de éxito.