Como hago siempre en mis últimos artículos al finalizar un año, mando un feliz 2023 a las y los lectores y a la plantilla de LA VOZ DE ASTURIAS, con el deseo de que todos vuestros deseos se hagan realidad.
Cuando en marzo de 2020 nos tuvimos que confinar (con el fin de no colapsar el sistema sanitario y para intentar salvar el mayor número de vidas posibles) el panorama que había en aquel entonces era de una incertidumbre tremenda (sobre todo hasta la llegada de las ansiadas vacunas, que progresivamente fueron inoculadas en nuestros cuerpos, a excepción de algunas personas como Djokovic que se negaron a ponérsela). Creo que lo más positivo de este 2022 es que recobrado la normalidad (aunque estos días se habla de que en China volviendo a la casilla de origen, pero confiemos en que se pueda controlar las nuevas variantes). Quizás no deberíamos olvidar ciertas enseñanzas, como limpiarnos las manos asiduamente y utilizar gel hidroalcohólico, pero liberarnos de las mascarillas (salvo en el transporte público, en centros sanitarios y en farmacias) supuso algo más que un símbolo, que una victoria colectiva humana. En el repaso a mis fotos de este año he comprobado que a partir del 1 de julio no la volví a utilizar. Por suerte para todas y todos, llegó un verano sin restricciones con miles de personas con ganas de pasárselo bien. Salvo el fracaso que supusieron en Oviedo/Uviéu las fiestas de San Mateo (más correcto sería decir «San Motea» o «San Matedio»), podemos alegrarnos de que tras dos años hemos podido celebrar encuentros con familiares y amigos sin miedo a causar la propagación de la COVID-19.
Tal ha sido la victoria que ahora nuestro principal enemigo se llama Vladimir Putin, que en su ansia por expandir Rusia más allá de sus fronteras, ha originado una nueva crisis económica, con la que hemos estado a diario preocupados por el precio de la energía y por la inflación. Ahora que ha llegado el invierno se han tenido que tomar medidas de ahorro por si a Putin se le ocurre utilizar el gas como arma arrojadiza para exigir a occidente que se olvide de ayudar a Ucrania. Lo que está claro es que vivimos en una sociedad que jerarquiza sus prioridades en función a sus intereses, porque toda esa solidaridad que hemos expresado al pueblo ucraniano (que se la merece, sin duda alguna) no la hemos manifestado con otros pueblos del mundo. Cabe recordar que la frontera más desigual del planeta es la que separa España de Marruecos. Toda esa gente que arriesga su vida por saltar las vallas huye del hambre, de la miseria y de guerras crueles. Lo ocurrido en Melilla recuerda bastante a la playa del Tarajal de Ceuta, estas crisis humanitarias son la peor noticia, no solo por lo ocurrido, sino porque seguirán sucediéndose mientras este mundo siga siendo tan injusto. Termina un año en el que los ricos se han hecho más ricos y los pobres más pobres. No debemos olvidar que el avance del capitalismo salvaje y del neoliberalismo feroz continúa, sumado a victorias de dirigentes populistas como Meloni en Italia, que suponen una alerta mundial (hay otros casos, como el de Bolsonaro, que también cabe destacar para pensar que no está todo perdido).
La expresión del año es inteligencia artificial. El mundo sigue su camino hacia lo virtual, hacia la robótica y la tecnología. No sé el futuro de las redes sociales, y concretamente con Twitter (que hubo un día en el que se corrió el rumor de que cerraba) y Facebook (o Meta, que realmente se llama ahora así, que por lo anunciado despedirá al 18% de los 200 empleados que tienen en España), pero al menos el año que empieza este domingo preveo que seguirán siendo parte de nuestras vidas, y más en un año electoral en nuestro país, cuyas campañas cada vez más se vuelcan en estos soportes. De todas maneras, tengamos presente siempre lo importante, porque todas estas aplicaciones no resuelven nuestros problemas. No debemos olvidar que hay que estar al lado de quien más lo necesita y tener presente que nadie se quede atrás. Ánimo, suerte y a por todas en 2023.
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