El grado de importancia

OPINIÓN

Fachada de la sede del Tribunal Constitucional
Fachada de la sede del Tribunal Constitucional Fernando Sánchez | EUROPAPRESS

23 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La gran mayoría de los mortales seguimos sin resultar agraciados con algún premio de la lotería de Navidad, por lo que no nos queda otra que alegrarnos de tener salud, que por encima de cualquier cosa, debe ser lo prioritario. El grado de importancia que deben tener las cosas a veces no sé si están claras. La crisis institucional que se ha abierto esta semana con la paralización de una votación que se debería haber celebrado ayer en el Senado para renovar (de una vez) el Tribunal Constitucional marca un precedente muy dañino para la democracia. La separación de poderes está en entredicho por la irresponsabilidad de la oposición al bloquear cualquier acuerdo. El PP ha dejado claro que ya no tiene límites, y es una broma burda que con esta actitud todavía tengan el cuajo de autodenominarse constitucionalistas. El Jefe del Estado tiene mañana una oportunidad de oro para manifestar su opinión en su discurso navideño, entre otras cuestiones porque el artículo 56 de la Constitución le asigna el papel de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones. Por ahora, de manera pública no se conoce ninguna gestión ni intervención, con lo cual abre una vez más el debate sobre qué sirve su figura. Nadie le ha pedido que pierda su papel neutral o que apoye las tesis de un partido político y critique las de otros. Se trata de que defienda la democracia y de que se sitúe en primera fila contra quienes quieren saltarse las normas y controlar la justicia con fines partidistas. Solo así podrá continuar siendo neutral, porque si no, estará mirando para otro lado sin mojarse (y esta anomalía no puede continuar hasta que la derecha vuelva a La Moncloa). Veremos mañana si hace algún comentario al respecto (espero que más nítido y contundente que las referencias que dio a la situación judicial de su padre).

Se calcula que nunca antes hubo una concentración tan numerosa en las calles de personas en Argentina como la que hemos visto esta semana con el recibimiento en Buenos Aires de la selección albiceleste, que consiguió en Catar su tercer mundial de fútbol. El furor fue tal que hasta hubo gente tirándose de los puentes para intentar subir al autobús que transportaba a los jugadores. Se ha comentado mucho las imágenes, puesto que hablamos un país que ha estado tan históricamente castigado en muchos ámbitos como el económico (el famoso corralito) y el político (con el terror del dictador Videla), y ni de lejos las protestas que se produjeron llegaron a ser igual de concurridas. Tenemos que reconocer que el fútbol es un fenómeno que va más allá de lo deportivo. Si hacemos una búsqueda de cuál es el equipo más antiguo del mundo nos saldrá que es el Sheffield Football Club, fundado en 1857 (el decano en España es el Recreativo de Huelva, creado en 1889). Llama la atención observar que ni mucho menos es el deporte más antiguo de los que existen (solo tiene 166 años, si situamos su origen en el equipo inglés anteriormente citado), pero por lo que sea ha conseguido convertirse en algo más importante que una religión. El grado de importancia no debería de pasar de los noventa minutos, de lo que se produce en el terreno de juego, pero hay quien solo habla y le importa el fútbol, llegando a influir incluso los resultados obtenidos en los estados de ánimo de esas personas. No sé en qué momento se convirtió en un fenómeno de masas, pero quitando algunos países concretos (Estados Unidos, sobre todo), en prácticamente todo el planeta es el deporte rey sin duda alguna.