Pareció en algún momento, y sobre todo en las fechas más complicadas de la pandemia, que íbamos a tener un mayor grado de reconocimiento y de apoyo a los servicios públicos. El paso del tiempo demuestra que la realidad pone las cosas en su sitio, y si vives en un lugar donde no miran para la sanidad, para la educación y para cualquier política social, el neoliberalismo avanza y campa a sus anchas para transformar en un negocio lo que tiene que ser un derecho humano. La Comunidad de Madrid es el claro ejemplo de cómo colapsa y fracasa lo público cuando se deja en manos de quienes no defienden el interés general. El PP ha desmantelado la atención primaria, hasta tal punto de que hay centros de salud sin médicos (por los despidos y los recortes realizados) y en otros donde los hay atienden a 80 pacientes al día. A Ayuso solamente se le ha ocurrido proponer consultas telemáticas. El caos que hay justifica con creces, en mi opinión, que los sanitarios se hayan puesto en huelga. Hasta que no lleguen las elecciones es importante movilizar a la gente. La manifestación del domingo debería ser masiva, porque hay cuestiones que tienen que ser el patrimonio y el orgullo de todas y todos. Hay que rebatir a quienes apoyan las rebajas de impuestos, porque no es verdad eso de que donde mejor está el dinero es en el bolsillo de la ciudadanía (hay que pagar en función de las posibilidades económicas de cada uno, porque solo así podremos exigir sanidad, educación y pensiones públicas y dignas). La doctrina individualista es insolidaria y carente de sentido si queremos vivir en sociedad y no dejar atrás a nadie, que fue otro de los lemas más repetidos desde la llegada del coronavirus.
En marzo vimos a un grupo de transportistas protestar por toda España y se le dio una importancia mediática que no correspondía con la representatividad que ostentan dentro del sector. Ya en aquel entonces se decía que la Plataforma en Defensa del Sector de Transporte de Mercancías por Carretera lo aglutina una minoría de transportistas y que sus decisiones, tomadas en asambleas, conllevaban a un cierre patronal. Las escenas vividas hace ocho meses podrían volver a repetirse a partir del lunes (se pudo notar en los supermercados y en otros comercios la falta de abastecimiento de algunos productos). Lo correcto es que hablemos de un paro (se decidió que sea indefinido), no de una huelga. Las Fuerzas de Seguridad del Estado tienen el cometido de evitar posibles incidentes y bloqueos ante la experiencia vivida. Espero que no veamos escenas y actitudes que tengamos que condenar y rechazar.
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