Almudena Grandes escribió en 2019 una columna titulada «Repugnante», que se puede encontrar fácilmente en un buscador, en la que dice sin matices que todos los asesinatos son criminales, pero no por ello hay violencias, como el terrorismo machista, que para terminar con ellas se requiere de leyes y medios que protejan a las mujeres (muchas veces resultan insuficientes). Me ha entristecido mucho que al feminismo se le ataque una vez más por quienes niegan esta lacra social (rechazan que por el mero hecho de ser mujeres están expuestas a que sus vidas corran peligro). Yo no he escuchado a nadie rehuir o negar la atrocidad del caso de la pequeña Olivia. Es que ni tan siquiera he visto a alguien justificar cómo es posible que una madre termine con la vida de su propia hija (nadie tiene derecho a poner fin a la vida de otra persona, pero cuando uno es el progenitor se hace más incomprensible y difícil de entender), y a diferencia de otras concentraciones y minutos de silencio, las que se han desarrollado en Asturias por este tema han contado con representación de todas las fuerzas políticas e instituciones. El peso de la ley caerá sobre esa mujer (se encuentra en prisión provisional sin fianza), y por lo que se va conociendo de informaciones periodísticas su comportamiento en todos estos años ha sido deleznable, pero su caso no debería cambiar la percepción en la opinión pública de que hay mujeres que necesitan el apoyo de la sociedad para salir adelante, para dejar de sufrir y para no sentir miedo por andar solas por la calle de noche, por citar tres supuestos.
Queipo de Llano ya no está en la Macarena. Ayer comprobé en mis redes sociales que la última vez que había estado en Sevilla (noviembre de 2018) había escrito que deseaba volver a la capital andaluza sin tener que ver a este genocida en esta iglesia. Se hará realidad, pero ya no solo estoy contento por mí, sino por todas las personas que se vieron afectadas por este golpista y por nuestra propia democracia. El pasado domingo asistí a un evento en la Casa del Pueblo de Oviedo/Uviéu en el que estaba presente Constanza Paje, sobrina-nieta de Julia Conesa (una de las 13 Rosas), e intervine para decir que el problema que tenemos en este país es que no tenemos una derecha democrática. Lo vemos en infinidad de asuntos, como con el bloqueo al Consejo General del Poder Judicial, que es tan grave que en la Unión Europea ya no saben cómo llamarnos la atención, pero también con todo lo relativo a la Memoria Democrática, que ni les importa ni les parece imprescindible reparar (ellos lo llaman «levantar heridas») el daño cometido. Es inexplicable que el pasado lunes ni Feijóo, ni Ayuso ni Almeida asistieran al primer homenaje de Estado en recuerdo a las víctimas de la Guerra Civil y la represión franquista. No sé si responde a lo que el concejal Mario Arias dijo el pasado miércoles en el pleno que el Ayuntamiento de Oviedo/Uviéu (el consistorio no va a hacer ningún acto en este sentido «para no quitarle el protagonismo a Pedro Sánchez»). No se me ocurre otra manera de llamar a esto más que atrocidad, pero sin una derecha que entienda que esto va de democracia, estaremos otros cuarenta años sin poner fin a este tema.
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