Me pilló con dos meses de vida aquel célebre referéndum sobre si España debía permanecer en la OTAN. Hubo casi siete millones de personas (un 43% de los que participaron en la consulta) que votaron ‘no’ aquel 12 de marzo de 1986. Nuestro país reafirmó se alineó con el bando de los Estados Unidos (aunque al poco tiempo de aquello se produjo la caída de la Unión Soviética). Hoy no existe esa oposición de los años ochenta y me atrevería a decir que tampoco en países que siempre quisieron mantenerse neutrales, como Suecia y Finlandia (a la carrera quieren integrarse ahora dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte). Viendo el panorama, uno no sabe si se volverá a tiempos pasados al estilo de la guerra fría, pero ante el futuro que se presenta por la enemistad occidental con Putin, la cosa podría repetirse. En Madrid se ha organizado una cumbre que ha sido todo un éxito, tal y como han reconocido todos los participantes, y en la que además de quedar remarcado el frente común contra Rusia, también se han lanzado advertencias a China y se ha puesto encima de la mesa las amenazas a las que nos enfrentaremos en este siglo XXI en el mundo virtual. Ojalá no tuvieran que existir los ejércitos ni las armas y el pacifismo fuera la doctrina mundial, pero sabemos que la seguridad es primordial para mantener la paz y la prosperidad de los pueblos. A veces la izquierda entrega el debate de la seguridad (también en relación a los cuerpos policiales) a la derecha, y deberíamos aprender de una vez que eso es un error. Regalarles un terreno tan estratégico es un absurdo. No tienen ningún derecho a alzar más la voz como si fueran los únicos con capacidad de hablar de defensa nacional (encima emplean unos argumentos basados en un nacionalismo rancio y anticuado a los tiempos que vivimos). Se deben actualizar los argumentarios y los pensamientos, olvidando los discursos de los ochenta y poniendo más la mirada en el presente y en el futuro.
Los precios están por las nubes. Todos notamos en nuestros bolsillos que nos cuestan las cosas mucho más dinero que a principio de año. En este mes de junio se ha desbocado la inflación llegando a los dos dígitos, concretamente al 10,2%. No se recordaba una subida parecida desde los ochenta. Me resultó curioso ver un reportaje en televisión de diferentes personas diciendo en 1985 cosas que diríamos hoy también: lo elevado que está la gasolina, la luz, los alimentos y la vida en general. Nadia Calviño defiende que sin las medidas aplicadas en abril por el Gobierno el IPC estaría tres puntos por encima de lo que está ahora, y no lo pongo ni mucho menos en duda, pero es evidente que se precisan más medidas para proteger a la ciudadanía. Confiemos en que el nuevo decreto aprobado el pasado sábado (con un presupuesto de 9.000 millones de euros para reducir el precio de los abonos de transporte, para aumentar las pensiones y para conceder una ayuda de 200 euros a personas con bajos ingresos, entre otras) amortigüe esta tendencia alcista, porque no podemos permitirnos que la gente esté con la soga al cuello.
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