Hay que quitarse el sombrero con el resultado obtenido por Juan Manuel Moreno Bonilla el pasado domingo. Primero, por hacer historia, porque Andalucía siempre ha sido un feudo socialista y él solo (apenas se pasó por allí Feijoo y ni aparecieron líderes autonómicos) ha conseguido una mayoría absoluta (y ganando en todas las provincias). Parecía claro que Ciudadanos iba a correr la misma suerte que en la Comunidad de Madrid, pero lo que no parece creíble es que en localidades como Dos Hermanas también confiaran en el PP. En cualquier caso, los resultados hay que aceptarlos, hay que felicitar al ganador, además de desearle suerte y aciertos ante la nueva legislatura, y para quienes hemos perdido, toca reflexionar y entender por qué la ciudadanía ha optado por la derecha. Es verdad que resulta aliviador que Vox no vaya a ser determinante en el próximo gobierno andaluz, pero no es menos cierto que ha ganado un partido que ha destrozado los servicios públicos, ha ralentizado los avances en las políticas para la igualdad de oportunidades e incluso se ha alineado con la ultraderecha cuando lo ha visto conveniente. Puede que sea muy fácil ver las cosas una vez que la ciudadanía ha votado, pero parece acertado considerar que ha ganado no porque inspire confianza, sino porque no tenía rivales. Macarena Olona jugó un papel de paracaidista con el mismo argumentario que tenía Rocío Monasterio en sus mítines, además de desconocer totalmente el territorio y sus problemas; la izquierda se dividió, y es evidente que tanta fragmentación en un sistema electoral donde cada provincia vota una serie de diputados es perjudicial para sus intereses; y el PSOE estrenó nuevo líder, pero puede que con el tiempo muy limitado para trabajar en una alternativa atractiva. Es evidente que no se cumplieron las expectativas porque en un lugar donde tradicionalmente vences y gobiernas no te puedes permitir el lujo de conformarte con el resultado electoral que consiguen por sí solas tus siglas. Es bastante discutible si estamos ante un cambio de ciclo o no, porque por una parte parece claro que Moreno Bonilla ha realizado una campaña muy centrada en él, pero no cabe duda que de las últimas elecciones celebradas en España, las del pasado domingo han sido las más alegres para el PP, y es normal que se lo crean y confíen en sus posibilidades de volver a La Moncloa.
La dimisión de Mónica Oltra creo que era más que necesaria. Se ha dicho que no se ha ido por voluntad propia, sino que sacrificó su puesto para no perjudicar el pacto con Ximo Puig. Su caso no es fácil de tratar ni de analizar, porque como con cualquier investigación (imputación, como se le llamó siempre) judicial hay que saber respetar la presunción de inocencia y dejar a los jueces que hagan su trabajo y dicten una sentencia justa. Es verdad que hay asuntos que nos pueden indignar más, como muchos de los que quedaron en nada en la Comunidad Valenciana en cuanto a corrupción se refiere, pero ello no es óbice para mirar para otro lado cuando a alguien que te cae bien y te parece que ha sido determinante en devolver la dignidad a las instituciones tenga sobre ella una acusación tan grave (presunto encubrimiento en el caso de abusos sexuales a una menor tutelada por parte de su exmarido, que resultó condenado a cinco años de prisión) que merece ser aclarada sin que afecte a todo un gobierno. El tiempo dirá si todo esto «pasará a la historia de la infamia política, jurídica y mediática de este país», tal y como dijo la propia afectada al anunciar su renuncia a continuar en el gobierno valenciano, y si se cumplen sus expectativas, estará en condiciones de regresar a la vida política con todo a su favor.
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