A lo tonto y casi sin darnos cuenta han pasado cuatro años de la famosa moción de censura que provocó la salida de M. Rajoy de La Moncloa. Al margen de que fue un día de alegría por el triunfo de la honradez frente a la corrupción, lo que resulta llamativo observar ahora es que aquel momento histórico supuso el inicio de la muerte política para todos los que se enfrentaron a Pedro Sánchez. Ya no están ni Pablo Casado, ni Albert Rivera ni Pablo Iglesias. Santiago Abascal es un caso aparte, porque no es un superviviente, sino un nuevo protagonista y cuyo partido parece que no ha tocado techo. Seguramente veamos en los mítines de Vox, con el comienzo hoy de la campaña electoral en Andalucía, a mucha más gente de la que asistió a sus actos en 2018 cuando irrumpió en el parlamento regional. Sin duda otro hecho trascendental en la política española fue la llegada al Palacio de San Telmo de Juan Manuel Moreno Bonilla, porque puso fin al dominio incuestionable del PSOE al frente de la Junta de Andalucía. Si los votos no deciden lo contrario, las encuestas siguen siendo muy favorables al PP, tanto que se pronostica que podría obtener más diputados que toda la izquierda junta. Parte de la explicación está en lo que parece un divorcio sin retorno en la relación entre Teresa Rodríguez y sus antiguos compañeros, y el último encontronazo entre ambos ha sido el intento de IU y Podemos de impugnar la presencia de la candidata de Adelante Andalucía en los debates de las televisiones públicas. Lejos de hablar de los proyectos que se tienen sobre la mesa, parece que estamos en la antesala de un nuevo fracaso para que la izquierda se entienda. No obstante, veremos si esa división la castigan los ciudadanos el 19 de junio, porque parece claro que volvemos a constatar que dependiendo del bloque que más sume, gobernará la derecha o la izquierda.
Hoy se cumplen 100 días desde que Putin invadió Ucrania. En contra de lo que se pensó en un principio, para los rusos esta operación militar no está siendo fácil. Pienso que el interés y la solidaridad con el pueblo ucraniano ha ido descendiendo, aunque haya quien haga lecturas del intenso apoyo europeo a través del resultado de un concurso musical como es Eurovisión. Como todas las guerras, las cifras de muertos (se calcula que ya sobrepasan los 4.000), de refugiados y de destrucción de infraestructuras son abismales, llegando a cifras que no se recordaban desde la II Guerra Mundial. Hay datos como los que ha ofrecido Unicef (más de 260 niños fallecidos) que muestran la crueldad y la gravedad del asunto (dos de cada tres niños ucranianos se han visto desplazados por los combates). Se especula con que el presidente ruso se encuentra enfermo, pero como ocurre con muchas informaciones en estos tiempos, por ahora es un rumor. Mientras tanto, en el seno de la UE se siguen estrujando la cabeza sobre cómo actuar, entre otras cosas porque países del Grupo de Visegrado (Hungría, por ejemplo) no apoyan el embargo al petróleo ruso (el oleoducto Druzhba nutre a varios estados centroeuropeos sin salida al mar). Parece que habrá que apartar al país que dirige Viktor Orban para cortar la «fuente de financiación para la máquina de guerra», tal y como lo tildó Charles Michel, porque si no quedarán bloqueadas nuevas medidas sancionadoras contra Rusia.
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