Soy consciente que el PP no se podía permitir en estos momentos una repetición electoral en Castilla y León sin que se cicatricen en el próximo congreso en Sevilla las heridas de su crisis interna y también entiendo que la aritmética no permite otra alternativa política posible tras los resultados del 13 de febrero. No obstante, el estreno (por ahora en la sombra) del moderado Feijoo como líder de la oposición no ha podido empezar peor. Primero, por mirar para otro lado ante el archivo al expediente informativo a Ayuso (carpetazo a cualquier investigación a los famosos contratos de las mascarillas) y, ahora, por permitir a Mañueco pactar con la ultraderecha con la excusa de que todavía no es el mandamás de los populares.
Las palabras se las come el viento muchas veces. No se podía saber, y eso que se repetía en tantos mítines de Tudanca: o gobierna el PP con Vox o el PSOE lidera una alternativa tras más de 35 años de la derecha al frente de la comunidad. La incorporación de Vox al gobierno de la Junta presagia que será la antesala de otros acuerdos en el futuro a todos los niveles, una vez que Ciudadanos murió para siempre. El tiempo dirá si lo que se nos viene encima por culpa de la invasión rusa a Ucrania alimenta aún más los mensajes populistas y simplistas que tan bien se rentabilizan electoralmente.
No es poca la gente que, con razón, se queja del precio de la energía, y ese desconecto saben aprovecharlo a la perfección partidos del estilo de Vox. También creo que hay un síntoma a tener en cuenta, y es que si bien es cierto que las calles de España se llenaron el pasado martes, no olvidemos que veníamos de unas concentraciones masivas hasta la llegada de la pandemia que no se repitieron a esa escala en esta ocasión. La derecha en general, y Vox en particular, se enfrenta al movimiento feminista por interés electoral y me pregunto por las causas que les permiten sacar tajada de ello. Puede que uno de los peores defectos que tenemos los seres humanos sea que nuestra memoria colectiva es frágil. Pensamos que errores del pasado no volverán y que el tiempo pondrá las cosas en su lugar, pero el día a día nos corrige y nos sitúa en la triste realidad. Los derechos no vienen de serie, y muchas personas murieron por defender las libertades de todas y de todos. Han pasado cuarenta años sin que nuestro país estuviera la extrema derecha en el poder, y a mi entender estamos ante un retroceso que ojalá sea temporal, pero si ni el PP resucita ni la izquierda consigue movilizarse, Vox se sentirá más fuerte y con la aspiración de no solo entrar en un gobierno, sino de liderarlo.
La atroz y lamentable invasión que al señor Putin le ha dado la gana iniciar hace dos semanas en Ucrania ha conllevado que todas las televisiones españolas nos estén ofreciendo diferentes reportajes sobre su personalidad y sobre su historial. Me resulta chocante que una persona que lleva en el poder tanto tiempo sea ahora cuando lo veamos el enemigo. Antes no se podía saber, sobre todo cuando en Europa nos interesaba contar con el gas ruso para calentar nuestras casas. Reconozcamos que pasábamos olímpicamente de otras intervenciones militares (que en esos mismos programas nos enseñan) y que llegamos tarde, mal y nunca a ayudar a quienes nos necesitan.
No obstante, Putin no es el único ni será el último líder mundial que unas veces nos cae bien, otras nos cabrea, otras no nos molesta y otras nos toca bastante las narices. Por lo que cuentan los reporteros desplazados al país se están sucediendo en algunos lugares situaciones dramáticas, desde los incumplimientos de respetar los corredores humanitarios hasta volar por los aires un hospital materno infantil, pero también se está narrando que esta guerra no está siendo un paseo a Rusia tal y como podía parecer en un principio.
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