Le gusta exhibirse físicamente. Tiene 69 años y está convencido de que tiene 19. Es abogado, fue espía y, sobre todo, es un dictador. Cuando se comparó con Stalin al citarlo en un discurso reciente era evidente que no había marcha atrás. Desde Occidente todo nos parece mentira. Pero está sucediendo. Tras iniciar el ataque, en horas, ya estaba tomando el aeropuerto militar de Kiev con helicópteros. ¿Qué hacer? La primera respuesta de Europa, de Inglaterra y de Estados Unidos no sirve para nada. Ruedas de prensa, declaraciones, reuniones y sanciones económicas. A una ola de violencia como la desatada solo se contesta con otra ola de violencia igual, no con amenazas de utilizar la fuerza.
Pero volvamos a Putin. Nacido el 7 de octubre de 1952, cumplirá este año los setenta, y, como decía, pensando que cumple 20 años. Se cree un elegido, como lo creyeron Stalin o Hitler. Quiere pasar a la Historia sobre una montaña de cadáveres. Los encuentros con él fueron para perder el tiempo. Es conocido por lo despiadado que es con sus más fieles colaboradores. Iracundo, lo tenía todo planeado. Nadie desplaza al 75 % de su ejército a las fronteras de otro país para volverse silbando a casa. Quiere sacar la mayor partida posible del paso que ha dado sin vuelta a atrás.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? Alimentando al monstruo. Los desmanes que hizo en otras exrepúblicas soviéticas nos pillaban demasiado lejos. Ningún país hizo nada. Tampoco se hizo nada cuando aparecían asesinados periodistas y opositores al régimen. Seguíamos mirando para las Seychelles. Y Putin crecía y se fortalecía más. Hacía y deshacía a su manera. No es el imperio de la Unión Soviética, pero es una Rusia imperial, con un arsenal nuclear. Y todos los países hemos permitido que su poder creciese y creciese sin apenas señalarlo.
Ahora lo tenemos en la frontera de Europa armado hasta los dientes. Y nos ponemos nerviosos. Putin cruza el puente cuando firma con China un documento de colaboración que se carga los derechos humanos y que redibuja los bloques internacionales de forma clara. Se alían los dos peores regímenes que tenemos hoy en el planeta. Y Biden solo seguía dando ruedas de prensa, cuando pasaba ese hecho histórico que lo cambiaba todo. Ahora Pekín puede atreverse con crear una segunda guerra y tomar la isla de Taiwán, mañana mismo. Se acabó la geoestrategia. Se agotaron las palabras de los diplomáticos.
Qué tristeza. Una guerra en el 2022. El ser humano no aprende. No se puede alimentar a los monstruos. No se debe dejar que crezca un monstruo. Terminará por devorarte. El planeta todavía no ha salido de una pandemia y se puede enfrentar a otra pandemia, la pandemia de una guerra mundial. Si la respuesta es contundente y militar por parte de Occidente, el mayor conflicto desde la Segunda Guerra Mundial está servido. Putin cree que Occidente no llegará tan lejos. Que, tras las bravatas, dejará caer Kiev. Si no lo hacemos, bienvenidos a la Tercera Guerra Mundial, al desastre.
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