Tras diez días de huelga, los sindicatos y la Federación de Empresarios del Metal de Cádiz (FEMCA) han alcanzado un preacuerdo. Como suele ocurrir en muchos conflictos laborales, nos hemos enterado más de los enfrentamientos entre los manifestantes y los policías que de la propia reivindicación de los trabajadores, la cual debería interesarnos mucho más. Bien es cierto que hay mucha gente que sigue pensando que las conquistas laborales se consiguieron por el paso del tiempo, pero no, a ninguna trabajadora ni a ningún trabajador le han regalado nada (y diría más, deberíamos ser conscientes de que hemos ido hacia atrás en relación a los derechos que se habían alcanzado) e incluso parece necesario insistir en que participar en un paro supone no cobrar el sueldo, con lo cual no hay nada gratis. Me parece que lo grave en el campo laboral es que haya curritos que sean incapaces de entender que aunque esas protestas estén a mil kilómetros de donde viven a ellos les afectan directamente. Hay sectores más propensos a unirse en la lucha que otros, y pienso un día como hoy en el comercio por el machacante «black Friday». Las personas que trabajan en una tienda son tan obreros como los demás, pero lamentablemente no hay visos de que la conciencia de clase que está presente en la industria pesada se traslade a más sectores, porque esa división solo beneficia a quienes se quieren quedar con todo sin repartir nada.
Sigo sin entender muy bien que algunas propuestas se puedan aplicar en unas autonomías y en otras no. No soy quien para valorar la idoneidad de ninguna decisión sanitaria, pero me resulta chocante que el llamado «pasaporte covid» se acepte, por ejemplo, en Catalunya, pero que en Euskadi su exigencia no sea posible. Todo es interpretable, pero cuando se justifica que se quiere usar para frenar la sexta ola de contagios y que además en países de nuestro entorno ya lo están utilizando, lo inexplicable es que unos lo puedan llevar a cabo y a otros no les sea posible. Hay una importante novedad que lanzó ayer la UE al pedir que su validez termine a los nueve meses de vacunarse si no se recibe una dosis de refuerzo (según la Comisión, hay 650 millones de certificados expedidos). Lo grave sigue estando en el centro del viejo continente, sobre todo en Austria, con una incidencia acumulada en casi 2.000 casos a 14 días por cada 100.000 habitantes. La OMS calcula que en el conjunto de los 27 habremos superado cuando llegue marzo los dos millones de fallecidos por esta pandemia.
Es inaceptable la presencia de Pablo Casado en una misa en Granada en honor a Francisco Franco y a José Antonio Primo de Rivera. Oficialmente se ha dicho que el líder del PP lo no sabía, y hasta puedo aceptarlo, pero lo grave a mi entender ya no es solo que no abandonara la catedral (si es que se enteró en algún momento dónde se había metido), sino que tampoco salido a pedir perdón, porque un demócrata no puede estar presente en un acto así. Como bien expresó esta semana Odón Elorza en el Congreso, la derecha en general sigue utilizando el comodín de ETA y del terrorismo para todo mientras sigue sin condenar el franquismo y poniendo palos sobre las ruedas a la Memoria Democrática. Triste, pero cierto.
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