La cruda realidad sigue campando a sus anchas. 8.291 y 3.798 empleados son los que CaixaBank y el BBVA, respectivamente, pretenden despedir de sus plantillas. Se argumenta que se deben a temas productivos y organizativos, como también justificó el Santander (3.572). Es cierto que habrá duplicidad de funciones en el primer caso por su reciente fusión con Bankia, pero me cuesta mucho trabajo entender que no haya otras vías y posibilidades dentro de estos dos bancos para no condenar tantas personas a quedarse sin empleo. Si la salida para ambas entidades es prescindir de gente cuando se supone que tienen capacidad económica suficiente para afrontarlo, ¿qué no harán el resto de empresas? Los modelos de negocio cambian, por supuesto, y el de la banca se ha transformado en los últimos diez años en otro concepto muy influenciado por internet y por dos crisis, una económica y ahora otra sanitaria. Anticiparse al futuro garantiza la permanencia de la actividad, pero el eliminar de un plumazo a tantas trabajadoras y a tantos trabajadores es cuanto menos un motivo del que realmente preocuparse. ¿Ya no hay cabida para todas y todos? Sin trabajar y sin ganar dinero, ¿de qué podremos vivir?
Hay personas que están muy acostumbradas a no dar puntada sin hilo, pero ello no quiere decir que todo lo que se propongan salga adelante. En España quien ha personalizado el fracaso de la llamada Superliga ha sido Florentino Pérez. Quince equipos (además del Real Madrid iban a estar el Barcelona y el Atlético) quisieron cambiar el modelo del fútbol europeo vigente por un nuevo campeonato donde lo que básicamente primase fueran los beneficios económicos. Un deporte tan popular y seguido en tantas partes del mundo, que crea tantas pasiones, se está transformando cada vez más en un negocio sin que el aficionado pueda dar su punto de vista. Por ahora este proyecto ha nacido muerto, pero puede ser el primer aviso para un cambio de tendencia que imagino que seguirán peleando los directivos de los clubes más importantes del viejo continente. Es labor imprescindible de los aficionados apretar al llamado ‘fútbol moderno’ para proteger la esencia de este deporte, aunque comprendo que el contexto no es el más adecuado si las televisiones son al final quienes imponen hasta los horarios de los partidos.
Ante un tema tan triste y vergonzoso como el que rodeó a la muerte de George Floyd, me ha llamado la atención las caras de alegría de tantas personas que ven un cambio a lo habitual en la sentencia dictada (por la que el expolicía de Minneapolis Derek Chauvin ha sido declarado culpable). Puede que sea el primer caso para transformar las decisiones judiciales y también para revertir el abuso de autoridad, el uso desproporcionado de la violencia y el racismo que han protagonizado agentes norteamericanos en sus detenciones. Eso sí, desgraciadamente lo que va a pervivir es el odio al pobre. En el execrable anuncio publicitario que colocó Vox en una pared de la estación de cercanías de la Puerta del Sol y que tanto ha dado de hablar estos días lo que realmente busca es señalar como culpables de todos los males a quienes tienen menos recursos. Ante actitudes así no queda más que votar y desear que la voluntad del pueblo transmita que la democracia es una respuesta firme contra los partidos que promueven el odio, la xenofobia, el racismo, el machismo, la manipulación y otras tantas lacras sociales a combatir.
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