No hay duda. Sin ven el documental que emite ahora mismo HBO concluirán que Woody Allen es culpable. Creerán el testimonio de su hija Dylan y creerán a pies juntillas a Mia Farrow. No hay duda porque a lo largo del primer capítulo (que es lo que ahora mismo se puede ver) no hay ningún otro elemento que nos haga pensar que no es así. Sabemos, de este modo, que Woody es un tipo raro, que jamás había tenido contacto con los niños y que, inmerso en esa nueva paternidad múltiple que le aportó su pareja, se obsesionó con su hija pequeña. Lo vemos, lo creemos y no hay duda. No la puede haber cuando quien hace el documental es la propia implicada y su madre y el entorno próximo a la actriz. En esa maraña de emociones, que ya digo que una se cree como espectadora, ¿quién no apunta a Woody Allen como un pedófilo? Pues todos aquellos que no lo quieren poner en duda. Y ese es el gran fiasco del documental, que teniendo a la protagonista se haya enfocado en no abrir ni una sola grieta que nos pueda hacer pensar, con algún otro punto de vista, que Woody Allen no es ese monstruo que enseñó a su hija a chupar su pulgar y que un día de verano, delante de todo el mundo, le puso crema solar y se le fue la mano adonde no debería. A Dylan la creerán y a Mia la creerán porque es imposible en Allen v. Farrow no ponerse del lado de la víctima. Visto así, Woody Allen es culpable, no hay duda.
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