Si nuestras vidas no se hubieran truncado por culpa de la Covid-19, España afrontaría a partir de hoy uno de los puentes más atractivos del calendario anual para descansar, para viajar y para dar el pistoletazo de salida a la celebración de la Navidad. Sin embargo, el coronavirus sigue ahí, y lejos de ver el horizonte con tanto anuncio de vacunas de un laboratorio o de otro, los datos que noviembre nos ha dado son terroríficos, tanto en muertos como en nuevos contagiados. Ante este panorama es verdad que no hay una unanimidad de la comunidad científica sobre el camino a tomar, porque los hay quienes siguen defendiendo que nos quedemos en casa y los hay que podemos vivir en una situación parecida a la fase dos de la desescalada, pero todos estos asesoramientos entiendo que se sustentan en la experiencia científica de cada uno de ellos. Sí, luego los políticos tienen que medir, en la cuota de responsabilidad tan grande que están teniendo, si compensa enfriar las restricciones o no. Se puede interpretar y valorar si se han tomado las medidas adecuadas o no, pero ninguna decisión es fácil.
Nadie quiere ver los comercios, la hostelería y los teatros cerrados. Nadie pone en duda que tomando las precauciones adecuadas se pueden hacer compras, comer en una terraza o ir a la ópera de manera segura. No es la actividad el problema, por supuesto. El asunto es que el coronavirus es un virus respiratorio, que se pasa de persona a persona por la interactividad entre humanos, y las restricciones no se toman para perjudicar a nadie, sino para salvar vidas. Estos días se han encendido por todo nuestro país el alumbrado navideño y hay fotografías como la de la calle Preciados de Madrid que nos tiene que poner en alerta, porque todo el camino recorrido no puede saltar por los aires. Sí, sé que es muy fácil hablar, pero no pretendo quedar bien con nadie. Esta crisis sanitaria desgasta mucho a los políticos, sobre todo a quienes tienen que llevar las riendas de los gobiernos, y unos lo habrán hecho mejor que otros, pero aquellos que se pueden pasar de prudentes creo que aciertan más a aquellos que claman por levantar la economía.
Creo y apoyo que nadie se quede atrás gracias al apoyo económico público que se precise (tenemos buenas noticias en España y en Asturias/Asturies, donde se encaminan los presupuestos nacionales y regionales con fuerte contenido social), y lamento mucho que no se hayan alcanzado los consensos que la situación requiere, porque si con esta gravísima crisis de la Covid-19 no se han alcanzado acuerdos mínimos entre los diferentes partidos, creo que ninguna otra cuestión los podrá unir. Eso es así. También es cierto que no debemos contribuir a mensajes contradictorios, como lo que podremos y no podremos hacer en Navidad. Hay cosas difíciles de asimilar, como toda la actuación de la señora Ayuso, y como último ejemplo ha sido la inauguración de ese hospital de pandemias sin personal, sin acabar las obras en un 75% y con un coste de 100 millones de euros que bien estarían destinados a cosas más necesarias. Pero no todo el PP se ha comportado de la misma manera, y es una pena que tampoco se haya logrado un mínimo pacto de actuaciones y de medidas en favor de los intereses de la ciudadanía.
Me ha dejado un poco fuera de juego que por una parte vayan a seguir los cierres perimetrales en las comunidades autónomas pero que a la vez del 23 de diciembre al 6 de enero la ciudadanía se pueda desplazar por todo el territorio nacional para visitar a familias y a allegados (que ha requerido definirlo porque caben múltiples significados). Lo peor que se puede hacer es dejar abierta la interpretación a cada cual cuando esta lucha es colectiva, y los sacrificios tienen que ser comunes para que ganemos al virus.
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