El miedo a lo desconocido

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Janos Nemes

26 feb 2020 . Actualizado a las 09:35 h.

El coronavirus ha puesto a la sociedad -a las sociedades de todo el mundo- ante un gigantesco dilema: ¿estamos ante un drama que puede ser universal o ante un brote de histeria generalizada? Podríamos hacer incluso una pregunta propia de teoría conspiratoria: ¿hay alguna potencia mundial que impulsa los bulos y manipula la información con el objetivo de hundir a China? Lo digo de otra manera: si el señor Trump es capaz de chantajear a otras naciones si usan la tecnología de Huawei, ¿por qué no va a ser capaz de utilizar su poderío para provocar un frenazo de la economía china, que empieza a ser más poderosa que la de Estados Unidos? Por lo visto, Rusia trata de extender esta teoría.

Intentemos salir de ese pernicioso escenario. El coronavirus es la última gran amenaza sanitaria. Su capacidad de contagio es prodigiosa, como se demuestra en su rápida extensión territorial, que no conoce fronteras ni idiomas. La ciencia se está mostrando incapaz de detectar su origen o de encontrar una vacuna en tiempo razonable. Por todo ello, las reacciones están siendo histéricas, como hemos visto en las Bolsas, que en un solo día perdieron miles de millones de euros en todo el mundo, o como vemos en las imágenes de multitudes con mascarillas que nos ofrece a diario la televisión. Donde hay brotes de la enfermedad surge el brote del pánico o de la histeria, o ambos fenómenos a la vez. Y ese pánico aumenta cuando el contagio se acerca. Ahora para nosotros ya es un asunto próximo porque hubo siete muertes en Italia y tenemos los primeros casos en la Península.

Sin embargo, al mismo tiempo conocemos datos que reducen la alarma: el 97 por ciento de los infectados se curan prácticamente sin medicación; el 80 por ciento ofrecen síntomas leves; la mayoría los casos mortales han sido de personas mayores o que padecían otra enfermedad, y frente a los 2.600 fallecidos y más de 23.000 recuperados. La gripe A, la que sufrimos habitualmente, también colapsa los hospitales y produce muchas más muertes sin que por ello produzca una psicosis comparable a la del coronavirus. Y la OMS no hace ningún favor al sugerir que nos preparemos para una pandemia potencial.

Conclusiones provisionales. Creo que estamos, sobre todo, ante el miedo a lo desconocido. Los datos de la enfermedad demuestran el contagio, pero no justifican las escenas de pánico. Los medios informativos, especialmente las televisiones, han de examinar si están fomentando la histeria. Y los gobiernos tienen la obligación de hacer todo lo posible por evitar el contagio; pero no porque gran parte de la población pueda morir, que eso no ocurrirá, sino para evitar el pánico, que es el peor de los virus. Y el más contagioso.

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