El (post) graduado

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

22 jul 2018 . Actualizado a las 08:27 h.

Una de las comedias más maravillosas que se han filmado nunca (El graduado) no trata tanto en realidad de lo que cuenta (la historia de un joven recién graduado que acaba enamorándose de la hija de la mujer de mediana edad con la que ha tenido una insólita aventura: esa Mrs. Robinson, encarnada por una Anne Bancroft bellísima y arrolladora) como del enfrentamiento entre los mayores y los jóvenes: Benjamin (Dustin Hoffman) y Elaine (Katharine Ross) huyen para vivir su amor en libertad. Fue esa lucha, símbolo de un mundo entonces en cambio irreversible, la que determinó que en 1996 la cinta entrase a formar parte, como «cultural, histórica y estéticamente significativa», del National Film Registry de la norteamericana Biblioteca del Congreso.

Pese a las no pocas estupideces que de ella se derivan, la efebolatría -adoración incondicional hacia a los jóvenes- es un componente esencial de nuestra sociedad y, por supuesto, también de la política. Churchill, Roosevelt o De Gaulle, figuras esenciales del siglo XX, lo hubieran tenido crudo para triunfar en las actuales democracias.

La elección ayer, tras reñida campaña, de Pablo Casado como líder del PP por una incontestable mayoría supone una revolución en la derecha española, aunque veremos si el PP es consciente de ella y sabe aprovecharla. Casado tiene 37 años y es más joven que Sánchez (46), Iglesias (39) y Rivera (38). Algo que, hasta la fecha, nunca había sucedido: en el primer ciclo democrático, González era diez años más joven que Suárez y 20 más que Fraga. En el segundo, Zapatero tenía siete años menos que Aznar y cinco que Rajoy, que le lleva a Sánchez 17.

Aunque es obvio que tal dato no quiere decir nada por sí mismo, que el del PP sea el más joven de los líderes de los cuatro grandes partidos nacionales tiene una potencia simbólica imponente. Casado, por cuya victoria nadie hubiera dado un duro hace tan solo unas semanas, puede convertir esa juventud en la palanca desde la que levantar la imagen de renovación que el PP necesita desde hace mucho tiempo. Porque, aunque en ningún sitio está escrito que una persona mayor no pueda ser un gran renovador (yo conozco a muchas que lo son hoy, o lo han sido en el pasado), esa efebolatría ya citada establece a favor de lo jóvenes una fuerte presunción.

El nuevo líder del PP tendrá para ello que imprimir un perfil más moderno y centrista a su partido, si no quiere que tal presunción desaparezca como el agua de un cedazo. Su primera tarea será, pues, sacarse de encima la larga sombra del dirigente más antipático que desde 1977 ha tenido en España la derecha: sí, ese en el que usted está pensando. Si lo logra, habrá andado un gran camino, pues el extravagante apoyo de Sánchez y Zapatero a SSS da una pista de por donde van a comenzar a lloverle bofetadas. Todo ello claro, si al joven graduado no lo deja su posgrado en el camino, sin apenas haberlo comenzado.