Los ministrables elegidos no han tenido dudas entre jurar o prometer sus cargos. Han prometido, sin crucifijo ni biblia, con normalidad. Sin embargo, sí han dudado entre guardar secreto sobre las deliberaciones del Consejo de Ministros o del Consejo de Ministros y Ministras. Según la Constitución, solo existe el primer órgano colegiado. Si no gusta el nombre, que se cambie. Por si acaso, como se trata de evitar denominaciones sexistas, ahí va una propuesta a vuelapluma: Consejo de Ministración. Según la RAE, ministrar es servir o ejercer un ministerio. Esta propuesta no hiere sensibilidades de género, pero daña los oídos. Consejo de Ministración se parece demasiado a Consejo de Administración, órgano propio de las sociedades mercantiles. Cuestión de forma y fondo.
Si decimos que los ministros de Sánchez son modélicos, pues todos tienen magníficos currículos profesionales, estaremos siendo académicamente correctos y políticamente incorrectos, porque invisibilizamos a un 65 % de ellos, concretamente a todas ellas. Por cierto, el verbo invisibilizar no está incluido aún en el Diccionario. Si decimos que los diecisiete son ministras modélicas, las visibilizamos sobremanera, cumpliendo con el manual podemita de lenguaje no sexista. Si decimos que todos y todas pasan a formar parte del Consejo de Ministros y Ministras, damos un circunloquio no recomendado por el manual de economía del lenguaje. Predecir que todos van a ser buenos ministros es una costumbre, quizás una mala costumbre. Predecir que todos van a ser buenas ministras es una perogrullada, por no decir una estupidez.
Sánchez ha acertado cuando, para montar su gabinete, ha actuado como si fuese el director de la Orquesta Sinfónica Nacional a la hora de seleccionar, mediante una prueba objetiva, violinistas para la misma. Los candidatos han tocado detrás de un amplio cortinón. En igualdad de condiciones, los prejuicios han dado paso a los sentidos, sobre todo al sentido común, y las cualidades de cada cual han traspasado techos de cristal y cortinas de terciopelo. El gabinete tiene una marca de imagen femenina, pero las mujeres no forman parte del mismo por el hecho de serlo, sino porque están más que cualificadas para ello.
Se trata de una orquesta que ha de funcionar como un servicio público, no como una empresa mercantil cuya imagen es esencial para la optimización de beneficios. Demasiados consejos de administración encargan a los solistas la ejecución de las partes del libreto más lucidas y a las virtuosas las partes más monótonas y repetitivas; los colocan a ellos en taburetes cómodos, ajustables y tapizados, y a ellas en taburetes pequeños, fijos y duros, obligándolas a tocar durante horas en posturas forzadas; deciden pagarles a ellas un 20 % menos que a ellos por el mismo desempeño... Es la división sexual del trabajo, una de las bases del sistema de producción capitalista. Obviamente, los roles de género en el Consejo de Ministros no son los roles en las empresas, donde las mujeres sufren esas discriminaciones antes de irse a casa a cumplir con la doble jornada y la atención a familiares. Sobre el nombre del consejo, mejor no aconsejo.
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