Estamos ante un nuevo 8 de marzo, día internacional de la mujer, pero este año, con la convocatoria de una huelga general impulsada por los movimientos feministas de 77 países, en defensa de los derechos de las mujeres, bajo el lema (Sin nosotras el mundo se para), con lo cual no podría estar más de acuerdo, en el enorme salto que estos colectivos feministas están dando, en su ejemplar lucha por conquistar este espacio social, que sin duda les corresponde, pero que el actual sistema establecido les está negando.
El pasado año 2017 se cerró con la cifra de 55 mujeres asesinadas, en el año recién estrenado son ya 6 el número de víctimas, a lo que habría que sumar las agresiones físicas y verbales que diariamente se producen, por lo que podemos decir que todas las medidas políticas llevadas a cabo hasta ahora, pueden ser de todo, menos eficaces.
Las innumerables sentencias machistas que se producen, la desprotección de las mujeres amenazadas, la falta de ayudas económicas y sociales, y la falta de atención que se les presta a las denuncias presentadas por muchas mujeres contra la violencia de su pareja, entre otras causas, hacen imposible acabar con este problema social que resulta acuciante y vergonzoso en pleno siglo XXI. La violencia machista mata a más personas que el cáncer.
Un factor decisivo en la lucha contra este problema que va desde las agresiones físicas (incluido el asesinato) hasta un sinfín de situaciones y humillaciones, es la independencia económica de las mujeres, el hecho de que ninguna mujer se vea obligada a soportar malos tratos físicos o morales por depender económicamente del maltratador. Las ayudas del Estado son poco menos que limosnas testimoniales, que no bastan ni para cubrir la mínima parte de las necesidades de las mujeres en este sistema tan tolerante con la opresión. En este sentido, la constante lucha de las mujeres por conseguir una serie de medidas, que les permita desarrollarse como personas independiente e íntegras, y la lucha por su pleno acceso a la independencia económica en situación de igualdad con los hombres, pasan a formar parte de la lucha general contra un sistema en el cual el máximo objetivo es el lucro, y no el de las personas, en el que existen cifras escandalosas de desempleo y trabajo en precario, y donde la igualdad de derechos es sólo una frase vacía. En el caso de la mujer, esta situación de marginación es de carácter permanente a lo largo de su vida raya la más cruel de las marginaciones y explotaciones. Si en algún momento la historia comenzó la marginación social, fue cuando se separó a la mujer del trabajo colectivo y la vida pública.
Aunque formalmente iguales en deberes y derechos, existe una división del trabajo y de los ámbitos de vida entre hombres y mujeres, producto del modelo patriarcal de la sociedad en que vivimos. Esta división genera diferentes expectativas y formas de vida que desembocan en el mantenimiento de las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales etc.
La mujer, responsable históricamente del cuidado de la familia, realiza un trabajo, aunque productivo, es socialmente invisible en un sistema que sin embargo no se podría vivir sin él. Este trabajo no se cuantifica en las cifras macroeconómicas, ni cuando se realiza dentro del propio hogar, ni cuando se hace por cuenta y dependencia de otros (trabajo doméstico) La igualdad formal reivindicada por el movimiento feminista, no ha socavado aún las bases de la ideología patriarcal. Los pilares básicos que la sustentan, la opresión persistente, por lo que en la práctica, se produce una situación desigual de derechos.
Las políticas neoliberales en boga en las economías de mercado, tienden a agravar esta situación, a través de medidas tendentes a recortar los servicios sociales y colectivos. La gran falacia de estos tiempos respecto a las mujeres, es que los mismos partidos y sindicatos que aprueban cuotas que posibilitan la participación en los órganos de gobierno de las mujeres, aprueban también políticas y pactos que imposibilitan la vida laboral, política y social de las mismas, y por consiguiente la igualdad de derechos.
Variados y múltiples son los indicadores de la segregación y discriminación en función del género en el mercado laboral, tanto en el que afecta al empleo como a las condiciones de trabajo, junto a la extensión del paro y la precariedad van desapareciendo las conquistas sociales, lo que produce un índice cada vez mayor de la exclusión social. La práctica totalidad de los excluídos con menores a su cargo son mujeres sin ningún tipo de protección social.
Para que la acción tanto política como sindical tenga una perspectiva de género y de igualdad real, no puede limitarse un simple discurso cargado de demagogia, si no que por el contrario debe emprender la batalla para transformar las bases mínimas de la opresión.
8 de marzo, día internacional de la mujer. HUELGA GENERAL. Sin ellas se para el mundo ¿Veremos en esta ocasión los piquetes informativos para informar y concienciar de la importancia de esta gran movilización?
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