155, de acuerdo; pero no solo el 155

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

21 oct 2017 . Actualizado a las 10:12 h.

Un gobernante catalán cuya identidad me reservo por un elemental principio de confidencialidad tuvo el detalle de venir a almorzar a Madrid con este escribidor. Como gobernante que es, profesa la fe del independentismo y no piensa renunciar. De la reposada conversación me he quedado con un dato que me aseguró que su Gobierno tenía contrastado: en Cataluña hay dos millones y medio de independentistas confesos; de ellos, millón y medio se conformarían con alguna solución pactada; el otro millón es irreductible, son convictos profundos, yo los llamaría fanáticos, y no aceptan nada que no sea la independencia.

Un millón no es mucho, si se piensa que la población catalana es de 7,5 millones y que el censo electoral anda por los cinco millones. Su número no justifica que haya que proclamar la república catalana, pero son un millón, que dan para participar en todas las protestas, para organizar la acción directa que ayer se estrenó con la retirada de dinero de los bancos, para hacer manifestaciones multitudinarias o para practicar la resistencia frente a las medidas que traerá el artículo 155. Por poner un par de ejemplos, darían para impedir la acción de la policía y la Guardia Civil o para hacer un cordón humano en torno al Palau de la Generalitat y no dejar entrar a los nuevos administradores provisionales que designe el Gobierno.

Lo trascendente está en el millón y medio restante. Son el independentismo moderado y pueden seguir así o escorarse hacia la intransigencia. Cuando se dice que determinadas acciones del Gobierno son una fábrica de independentistas quizá no sea cierto del todo: de esa supuesta fábrica salen nuevos radicales, no necesariamente nuevos separatistas.

Traigo a colación estos datos porque hoy empieza una fase decisiva del conflicto: la aprobación de medidas para restablecer el orden constitucional en Cataluña. Me importan relativamente poco cuáles serán esas medidas, porque, como escribí en fecha reciente, son provisionales y cuando pase su vigencia el independentismo seguirá ahí. Y si hay elecciones, no se debe descartar que los indepes vuelvan al poder. Por eso me importa mucho el millón y medio de personas que se conformarían con algún arreglo acordado. Ellos forman el amplísimo grupo que decide el futuro. Debieran ser la prioridad del Estado ante Cataluña con cuatro mandamientos: primero, no cabrearlos con el 155; segundo, hacer algo, y no solo aplicar la ley, para atraerlos; tercero, no cometer los errores del 1-O; y cuarto, ganarlos con la eficacia, el sentido común y el respeto a las instituciones catalanas. ¿Cómo se llama eso? Yo lo llamaría operación seducción. No se caiga otra vez en el error de pensar solo en la ley.