La Guardia Civil detiene a Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, por corrupción en la gestión del Canal de Isabel II, empresa pública de aguas, en el marco de la operación Lezo. El origen del nombre es el de un personaje histórico. Podría ser porque la empresa también lo tiene, pero no es el caso. Blas de Lezo fue un almirante español que defendió el puerto de Cartagena de Indias del asedio de los ingleses en el siglo XVIII. Los responsables de la Benemérita han bautizado la operación con su nombre porque en esa ciudad colombiana fue espiado el detenido durante uno de sus viajes oficiales (viajes que aprovechaba para otros menesteres). El asunto es más prosaico que histórico.
Por si acaso, la Policía y la Guardia Civil bautizan las operaciones con nombres propios, cuya función es despistar o, cuando menos, no dar pistas. En cuanto son acuñados, esos nombres corren como reguero de pólvora por las redacciones de periódico, estudios de radio y platós de televisión. En cuanto copan los titulares, quedan grabados en nuestra memoria. En cuanto pasan de la fase de investigación policial a la fase de investigación judicial, dejan de denominar una operación para denominar un caso.
Para el caso, se busca un nombre sugerente, pero no siempre. Hay nombres de implicados, imputados e investigados (caso Pujol, caso Bárcenas, caso Pallerols); nombres de empresas, bancos e institutos (caso Bankia, caso Nóos); nombres de recintos donde tienen lugar competiciones, conciertos y espectáculos (caso Palma Arena, caso Palau de la Música). Pero, los más ingeniosos son los nombres que derivan de metáforas o juegos de palabras (caso Gürtel, caso Púnica, caso Malaya, caso Pokémon). Demuestran que en los cuarteles, además de sentido de la profesionalidad, hay sentido del humor.
En el caso Gürtel, Correa, el apellido del cabecilla de la trama que pagaba comisiones a cargos del PP a cambio de que sus empresas ganasen concursos de obras y eventos, fue la clave del nombre, a partir de un préstamo idiomático. En alemán, correa es gurt y cinturón es gürtel. Un juez intenta ahora meterlos en cintura. En el caso Púnica, Granados, el apellido del que fuera secretario general del PP madrileño, que en un par de años consiguió comisiones millonarias a cambio de obras millonarias, fue la clave del nombre, a partir de una metáfora frutícola. En latín, el granado es Punica granatum, un árbol que da frutas con millones de pepitas. En el caso Malaya, Roca, el apellido del que fuera gerente de urbanismo en Marbella, que desviaba dinero público al consumo privado de bienes de lujo, fue la clave del nombre. Duro como una roca habría de ser quien aguantase la tortura malaya de gota a gota. En el caso Pokémon, no fue un apellido la clave del nombre, sino la estrategia policial para dar con los beneficiados por la concesión de contratos a cambio de comisiones y viceversa. Eran tantos los implicados, que habían de ser capturados uno a uno, como en el popular videojuego, cuyo lema, «Hazte con ellos», expresaba bien el objetivo de la investigación. Un videojuego japonés se aplicaba a la Terra Chá.
Detrás de los nombres de cada caso están los conceptos, más o menos jurídicos, a los que nos hemos ido acostumbrando: malversación de caudales públicos, blanqueo de capitales, tráfico de influencias, integración en organización criminal, falsedad documental, fraude, prevaricación, cohecho, comisión, soborno, sobresueldo o financiación ilegal de los partidos (casi siempre, del partido). Hemos de dar gracias a los agentes de la autoridad por bautizar los casos con nombres fáciles de recordar. Así, podremos seguir el consejo de Kennedy: «Perdona a tus enemigos, pero jamás olvides su nombre».