Los capos de la Superliga se superan. No era fácil quedarse completamente solos otra vez. Y Florentino Pérez y Joan Laporta lo han vuelto a conseguir. Hace un par de años vendieron como la revolución una idea resumida en un par de folios, y todo el fútbol europeo se les echó encima, hasta sus antiguos aliados. Así que ahora, recién resuelto lo obvio (la UEFA no puede ser la única dueña del balón porque sí), propusieron una competición que nada tenía que ver con la anterior (abierta, con televisión gratis, leal a las ligas nacionales), y consiguieron la adhesión de nadie.
No es fácil hacerlo tan mal disponiendo de tanto poder. Y teniendo enfrente un aliado tan desgastado como la UEFA, una casta a la que resulta fácil atacar por su pasado reciente de irregularidades, y su presente de burocracias. El negocio del fútbol necesita regenerarse desde mil puntos de vista. Pero no así.
Porque, después de tantas vueltas, Madrid y Barcelona han terminado proponiendo... ¡La Champions! Hasta ofrecen dos divisiones menores como si fueran las actuales Europa League y Conference. Autoproclamados salvadores de una industria del fútbol en la que no creían hace un par de años, Florentino y Laporta continúan solos. Porque pretenden auxiliar a un sector que rechaza el abrazo del oso.
No cuela, aunque las aficiones de los dos grandes del fútbol español no tengan la culpa de nada. Porque sus presidentes presentan un plato precocinado que nadie quiere probar y porque el maná de ingresos para los clubes, regalando la opción de ver los partidos gratis, no se lo cree nadie. Llegados aquí, y si el plan consigue un encaje legal completo, lo revolucionario sería que el Madrid y el Barcelona pongan en marcha la Superliga. Que dejen cuanto antes la Champions. Y que jueguen un triangular por semana con el Nápoles, por ahora el único convencido. Y gratis, no solo por la televisión, sino en las gradas.
Ya falta menos para que lancen la tercera propuesta. Completamente opuesta a las anteriores. A ver si así cuela.
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