El portugués, de 41 años, que fue compañero del español Joan Barreda, podía presumir haber vivido el Dakar auténtico en África, más los sucedáneos sudamericanos y, hasta hoy, el árabe
17 ene 2020 . Actualizado a las 09:53 h.Ocho minutos tardó el helicóptero en evacuar a Paulo Gonçalves. Pero ya era tarde. Casi cuatro años llevaba el Dakar sin lamentar una muerte en competición. Nunca es demasiado tiempo. El impacto anímico que supuso el fallecimiento del histórico piloto de motos fue demoledor, especialmente entre dos españoles: Joan Barreda (su excompañero de equipo) y Marc Coma (rival que le ganó en el 2015 y ahora copiloto de Fernando Alonso, que también mostró sus condolencias).
Ninguno de ellos se explicaba qué pudo haber pasado en pleno desierto cuando, entre duna y duna, en el kilómetro 276 de la séptima etapa, Paulo Speedy Gonçalves perdió el control de su Hero y salió despedido. Murió en el acto. El también piloto de motos Kevin Benavides fue el primero en encontrárselo. Intentó reanimarlo. Al momento llegó Toby Price. Y el helicóptero de evacuación, ocho minutos después de la caída. Nadie pudo salvarle la vida.
Gonçalves no era un participante bisoño. Este era su decimotercer Dakar. Fue segundo en una ocasión y cuatro veces terminó entre los diez primeros. Había sido campeón del mundo off road en el 2013. Pero en este Dakar, con el que empezaba a despedirse de la carrera más dura del mundo, no tenía opciones porque el motor le había dejado tirado a las primeras de cambio y le había hecho perder diez horas. Por eso, había decidido disfrutarlo. Y en etapas como esta, Paulo era más Speedy Gonçalves que nunca.
Porque siempre veía el vaso medio lleno. «Es genial formar parte de la historia, de los tres capítulos del Dakar. Corrí dos veces en África, once veces en Sudamérica y ahora estaré también en Arabia Saudí. Estoy seguro de que será toda una experiencia», se había propuesto antes de la salida.
Sus compañeros le correspondieron con palabras de sentido homenaje. «Me cuidaste durante todos estos años como un hermano. Recuerdo la inmensidad de horas que pasábamos solos en el desierto, cuidándonos a 100 metros el uno del otro, permanecerán siempre en mi alma. Te quiero, Paulo», escribía Joan Barreda.
Fernando Alonso lo analizaba así: «La vida está por encima de todo. No por ser el Dakar tienes que aceptarlo y el duelo es increíble para todos. Esta modalidad es arriesgada, sales a lo desconocido y cada kilómetro es nuevo por sitios inhóspitos. Cualquier cosa que ocurre no hay un comisario a diez metros, nadie para apagar un incendio, no hay un médico allí, aunque llegan rápido. Eres consciente de ese peligro, está claro, pero en el deporte de motor el peligro nunca está 100 % bajo control».
Hasta ahora, 64 muertos
Paulo Gonçalves fue el 64.º fallecido en el contexto del Dakar. Patrick Dodin inició la lista negra en 1979. Entre las víctimas, 29 eran competidores y entre ellos, 21 motoristas como Paulo.
Hacía casi cuatro años que no se registraba una muerte en la carrera (el mejor registro, como entre 1998 y el 2001), desde que el polaco Michal Henrik quedó oculto tras una caída en el 2015 y falleció por deshidratación.
Etapa neutralizada
La octava etapa, que debía disputarse hoy fue cancelada para las motos y los quads y solo se disputará para las categorías de los coches, los UTV (buguis ligeros) y los camiones.
Un palmarés de ocho y una personalidad de diez
Paulo Gonçalves tenía un palmarés de ocho y una personalidad de diez. Sin duda, era uno de los pilotos más queridos en el pelotón que conforma la carrera más dura del mundo. Un clásico dakariano que solo se perdió una edición desde su estreno en el año 2006, a causa de una inoportuna lesión de rodilla que no le dejó margen de recuperación.
Sin duda, su apodo, Speedy (por el ratón de dibujos animados con el que compartía apellido), le iba como anillo al dedo, por la intensidad con la que afrontaba las carreras y su complexión física.
Este portugués de Esposende podía presumir, a sus cuarenta y un años, de haber vivido el Dakar auténtico en África, más los sucedáneos sudamericanos y, hasta hoy, el árabe.
Excompañero de equipo del español Joan Barreda y segundo en el 2015 tras Marc Coma (hoy copiloto de Alonso) Gonçalves protagonizó episodios extremos como la escalofriante caída del año 2016 y el incendio de su moto en el 2014.
Pero el que fue el máximo referente del motocrós portugués hasta que el Dakar le enganchó, nunca perdió la sonrisa ni el afán solidario, por el que el gobierno portugués le otorgó el Premio de Ética en el Deporte.